El tiempo
La borrasca Emilia golpea el Campo de Gibraltar

Historia del morisco Hamete Boali y la defensa costera de Tarifa en el siglo XVII

Historia de Tarifa

El morisco Hamete Boali, antes Andrés Chinchón, natural de Osuna, durante un tiempo azotó la costa norte del Estrecho con sus asaltos

Uno de ellos, en Tarifa, fue el que le costó la vida

Inundaciones históricas en Tarifa

La expulsión de los moriscos, de V. Carducho, hacia 1627 (Museo del Prado).
Andrés Sarria Muñoz

Tarifa, 04 de mayo 2025 - 04:00

Los moriscos y el contexto histórico

Se guarda en el archivo de la Real Academia de la Historia (Madrid) un documento que revela información interesante de Tarifa. Fue impreso en Málaga con fecha miércoles 24 de octubre de 1623, esto es, en los comienzos del duradero reinado de Felipe IV (1621-1665). Su descriptivo y extenso título reza así: “Relación de la traza y modo con que los soldados de Tarifa, guiados por el capitán don Lorenzo, y acompañados de Juan de Gálvez, cogieron dos barcos de moros, en que venía por arráez un morisco renegado natural de Osuna”.

El curioso opúsculo no se limita a describir el violento encuentro en la mar, sino que desvela una extraordinaria semblanza de un personaje perteneciente al grupo social de los llamados moriscos. Además, nos ofrece un relato verosímil y creíble del estado de alerta permanente en que vivían los tarifeños y demás pobladores en el área del estrecho de Gibraltar en aquellos turbulentos y peligrosos tiempos.

El contexto histórico se explica partiendo de la toma de la Granada nazarí en 1492 por los Reyes Católicos, con la que finalizaba la definitiva conquista cristiana del territorio peninsular. Tras unos primeros años de tolerancia, los mudéjares ‒musulmanes que permanecieron en territorio cristiano‒ fueron forzados en 1502 a bautizarse y abandonar sus costumbres y lengua en cumplimiento de la política del cardenal Cisneros. Así se convirtieron en moriscos, protagonizando algunas revueltas a lo largo del siglo XVI, sobre todo en las Alpujarras granadinas.

Portada del documento que cuenta la historia del morisco Hamete Boali (M-RAH, 9-3705).

En aquellos agrestes parajes serranos aconteció la más virulenta de esas rebeliones en los años de 1568 a 1571. El noble Hernando de Válor y Córdoba se puso al frente, tomando entonces el nombre de Abén Humeya (Ibn Umayya). A la postre, los sublevados fueron derrotados tras la contundente intervención de las tropas comandadas por don Juan de Austria. Esto conllevó la deportación de miles de moriscos granadinos a otras zonas de España y la huida de muchos al norte de África.

El enconado conflicto persistió más o menos latente entre cristianos viejos y nuevos o moriscos. Por último, se produjo la expulsión general de Castilla en los años de 1610 a 1613, embarcándolos en los puertos de Sevilla y Málaga principalmente. Por tanto, el escrito que nos ocupa relata un hecho ocurrido escasos años después de esta diáspora, y muestra lo que implicaba habitar en la zona del Estrecho en aquellos tiempos de permanente riesgo de perder bienes y libertad, si es que no se exponía la propia vida. De modo que la antigua expresión “No hay moros en la costa” cobraba su pleno sentido de mensaje tranquilizador.

De Andrés Chinchón a Hamete Boali

La historia de nuestro protagonista comienza explicando cómo los moriscos expulsados de España nunca dejaban de amenazar estas cercanas costas andaluzas. El grandísimo odio que sentían hacia los cristianos les impulsaba a ejecutar sus malintencionados propósitos. Así lo había venido mostrando la experiencia viéndolos a diario aparejar navíos, fragatas e incluso armadas de bastantes embarcaciones con el fin de asaltar y saquear en estos territorios castellanos. Ese profundo resentimiento y el daño que procuraban causar aquí era mayor cuanto más fue lo que perdieron con el destierro.

No hacía mucho de la muerte de un arráez o jefe berberisco llamado Blanquillo, tan conocido en toda esta costa y tan audaz que su vida dio mucho que hablar, no siendo menor la trascendencia de su muerte. Y aconteció que poco después se había levantado otro morisco, natural de la sevillana población de Osuna, quien antes de su traslado a Berbería se llamó Andrés Chinchón y ahora se le conocía como el arráez Hamete Boali.

'Los moriscos en el reino de Granada dando un paseo en el campo con mujeres y niños', 1529, de C. Weiditz (Museo Alemán de Nuremberg).

Este mozo era hijo único de Diego Andrés Chinchón, que regentaba una tienda de carbón en Osuna. El joven estuvo ocupado durante algún tiempo ayudando en el negocio familiar, acarreando carbón del campo. Pero ocurrió que al poco de cumplir los quince años tuvo sus más y sus menos con otro carbonero, a quien acabó matando a traición. Como consecuencia del luctuoso acto, se vio obligado a huir de su pueblo a toda prisa. El padre, que era hombre bastante rico, consiguió librarlo del castigo de la justicia.

Pero en tanto se trataba sobre su libertad, Andrés se marchó a Málaga, donde se ganaba la vida trabajando como pescador. Viéndose al fin libre y a su gusto allí, persuadió al padre para que fuese a vivir con él, ya que temía volver a Osuna y encontrarse con los parientes del muerto. Y en efecto, poco antes de la expulsión general de moriscos, su progenitor se trasladó a Málaga, donde inopinadamente encontró la muerte.

Entonces, el decidido Andrés Chinchón tomó rumbo a las vecinas costas africanas, donde fue favorecido por un rico comerciante, quien, viendo su ánimo presto a combatir a los cristianos, le armó un barco con la munición y pertrechos necesarios. Acompañado de otros diez compañeros se hizo a la mar con el punto de mira puesto en alguna barca u otras presas en esta orilla norte del Estrecho.

Y resultó que tuvo un afortunado comienzo en su dedicación al pillaje, consiguiendo en pocos días un botín de importancia tanto en barcos de pescadores como en ganados y pastores que capturó cerca de Tarifa. De esta forma se vio muy satisfecho, y su bienhechor tan contento que decidió poner a su disposición otro barco con más munición, pertrechos y hombres. Éste se las prometía muy felices pensando que en poco tiempo el joven le haría más rico todavía.

Por su parte, el ya nombrado Hamete Boali se volvió tan soberbio por su buena suerte que todo le parecía poco, a lo que se añadió el haberlo mirado con buenos ojos una de las hijas de su patrón, con quien pensaba casarse si la fortuna le seguía sonriendo.

Enfrentamiento con las milicias de Tarifa

Estando las cosas de Hamete Boali en ese estado, sus dos barcos aprestados y sus treinta y seis compañeros listos para embarcarse, salieron con la vista puesta en Tarifa, desde donde fueron descubiertos un miércoles 25 de octubre poco antes del amanecer. Navegaban a remo y vela con la intención de resguardarse en la recóndita cala de Guadalmesí. Esta caleta era frecuentado refugio de piratas y corsarios berberiscos y muy a propósito para hacer aguadas. Precisamente para evitar tales incursiones enemigas, desde los años finales del siglo XVI se levantaba en este punto la estratégica torre vigía de la costa conocida con el mismo nombre que el arroyo que desemboca a sus pies: Guadalmesí.

Pese a contar con dicha atalaya, sucedió que los guardas no se apercibieron de la llegada de las dos embarcaciones porque estaban ocupados en otros menesteres, lo que dio pie a que Hamete Boali y sus secuaces se ocultaran en la maleza de aquel solitario lugar, limítrofe entre las jurisdicciones de Tarifa y Gibraltar.

Vista panorámica de Tarifa en 1567 desde Poniente, dibujo de A. Van den Wyngaerde.

Procuraron los berberiscos llevar a cabo su desembarco con toda la discreción, y con idea de dejar su escondite durante la noche para conseguir alguna presa con más facilidad. No obstante, para fatalidad de sus malas intenciones, los descubrió un hombre que estaba arando aquellos terrenos con unos bueyes, el cual se las apañó para dar inmediato aviso a la ciudad de Tarifa.

Como era habitual en estos casos, los tarifeños tocaron a rebato repicando las campanas de la iglesia mayor de San Mateo, a cuya llamada de alarma se reunieron muchos milicianos y otra gente del lugar en la plazuela de los Perdones. Con toda presteza, las autoridades concejiles aparejaron un barco con diez y ocho soldados, cuyo mando se asignó a un capitán de la milicia, de nombre Lorenzo, acompañado de un tal Juan de Gálvez, bien conocido por sus buenos servicios de armas. Además, Diego de Aragón, soldado viejo y de mucha experiencia, también se encaminó por tierra con otros doce compañeros para que, en el supuesto de que los norteafricanos varasen, que de ningún modo pudieran escapar.

El barco tarifeño avistó los dos del enemigo en el medio del Estrecho y lo acometió valerosamente después de que el capitán Lorenzo hubiese alentado a los milicianos con una breve arenga. Y tanto daño les causó que a la segunda andanada habían muerto gran parte de ellos, y los demás quedaron tan abatidos al ver tal mortandad que huyeron despavoridos bogando con las fuerzas que aún les quedaban en sus molidos cuerpos.

Uno de los barcos enemigos tomó rumbo oeste, pretendiendo dirigirse hacia Ayamonte, aunque terminó varando en tierra al haber acabado muy maltrecho y haciendo mucha agua debido a los balazos recibidos. De inmediato acudió al lugar un buen número de vecinos de Tarifa, tomando cautivos a todos los asaltantes, algunos de ellos tan mal heridos que murieron al poco de poner los pies en tierra.

El otro barco, que era el del renegado Hamete Boali, también encalló con sus ocupantes en las inmediaciones de Tarifa. Los estaban esperando el mentado Diego de Aragón con sus compañeros, que los recibieron con todas las cuchilladas y lanzadas que pudieron asestarles. Al rato arribó el barco con la gente de Tarifa, y saltando a tierra acabaron de rendir a los intrusos, los más de ellos ya gravemente castigados. Sin embargo, el arráez Hamete Boali todavía tuvo arrestos para pelear con valentía, hasta que un soldado llamado Pedro Vélez lo alcanzó de una lanzada y cayó a tierra agonizante. Aunque los tarifeños deseaban atraparlo vivo, posiblemente para pedir luego un buen rescate por él, esto no fue posible porque en menos de una hora murió de esta última grave herida y de otras que antes había recibido.

Torre atalaya de Guadalmesí, mandada construir en 1588 por Felipe II. A sus pies, el arroyo y la cala de Guadalmesí.

De todas maneras, los de Tarifa capturaron vivos catorce corsarios, cuyo inexorable destino sería la esclavitud. Les arrebataron un estandarte azul con una media luna de plata, dos falconetes, más de cuarenta escopetas y otros utensilios de guerra; eso, además de aprovechar los aparejos de navegar, como velas, jarcias y otros instrumentos. Con este buen botín, los soldados tarifeños volvieron a embarcar, si bien decidiendo poner rumbo a Ceuta y no a Tarifa porque disponían de pocos víveres y aquella plaza esaba más a mano.

Pero en ésas divisaron a lo lejos una embarcación que se dirigía hacia ellos haciéndoles señales para que se detuvieran. Y, en efecto, la esperaron para ver quién sería y lo que quería. Y conforme iba acercándose repararon en que venía en su socorro, lo que les fue de mucho alivio. Traía una buena carga de pan, vino, frutas y otras provisiones, obsequio del duque de Medina Sidonia, capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía. Éste, teniendo noticia del caso, y sabedor de que con la prisa los milicianos tarifeños tuvieron que salir con menos bastimentos de los necesarios, les había enviado rápidamente una galera con estos suministros. Naturalmente, los combatientes tarifeños recibieron tales regalos con gran alborozo, reponiendo así fuerzas, “con lo cual se volvieron a Tarifa dando gracias a Dios por el buen suceso”.

Aquí acaba la historia de la corta e intensa vida del morisco Hamete Boali, antes Andrés Chinchón, natural de Osuna, quien durante un tiempo azotó esta costa norte del Estrecho con sus asaltos. Pero los tarifeños siguieron con el alma en vilo, viviendo “de noche y de día con las armas en la mano” por la constante amenaza de piratas y corsarios berberiscos.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Entrevista | Mane Cisneros, fundadora y directora del Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger

"Hemos disfrutado en Tarifa todos los cambios registrados en el cine africano"

Lo último