Provincia de Cádiz

Irina, una lucha de paz y salud

Slavik Kyrylenko y Antonio Coronillas posan en el almacen que sirve para la recogida y reparto de alimento a las familias ucranianas acogidas.

Slavik Kyrylenko y Antonio Coronillas posan en el almacen que sirve para la recogida y reparto de alimento a las familias ucranianas acogidas.

Slavik Kyryleniko, ucraniano de 37 años, vivía feliz en San Fernando junto a su mujer, Liudmyla, y su hijo adolescente cuando el pasado febrero estalló la guerra en su país. Vladimir Putin decidió que las tropas rusas invadieran la ex república soviética y él decidió que no iba a quedarse de brazos cruzados. Así, a su impulso inicial de regresar a su patria, que había abandonado en 2009, para alistarse en el ejército y marchar al frente, le siguió, presionado por su familia, la idea de ayudar en la distancia. Y se puso a ello.

De inmediato creó la Asociación Ucranianos Unidos, con sede en La Isla, cuya función inicial fue el envío de ayuda humanitaria. Reconvirtió su pequeño establecimiento en un almacen para la recogida de alimento y ropa. "Sólo se podía entrar por un pasillo estrecho, porque todo estaba lleno de cajas y bolsas hasta el techo. Y en la calle las colas de personas que venían a aportar su granito de arena llegaban más allá de la esquina", recuerda aún emocionado. Tres camiones repletos partieron rumbo a su tierra.

Pero Slavik no se quedó ahí. Tras pagar de su bolsillo la llegada de tres mujeres de una misma familia, empezó a movilizarse hasta convertir la acogida de refugiados en su razón de existir. Ya va por 170 personas, casi todas mujeres y niños."Unas 40 o 50 familias", concreta. Hace tiempo que gastó los pocos ahorros que tenía y no halla palabras para agradecer el apoyo que ha encontrado en Cáritas y en la Iglesia Mayor de San Fernando, personalizadas en la figura de Antonio Coronillas, un alto cargo de la Policía Judicial ya jubilado.

"Sin él no sé qué habría hecho", confiesa con cierta tristeza porque toda la colaboración que ha encontrado en Antonio, y también en el Banco de Alimentos de Cádiz, la echa en falta a la hora de hablar de la Administración. "Lo del Ayuntamiento y los Servicios Sociales es de vergüenza; todo lo que me dicen se queda en palabras, nunca hay hechos", lamenta, aclarando que no pide dinero sino que le abran puertas, por ejemplo para disponer de un vehículo con el que efectuar la recogida mensual de alimentos y ropa que mantiene, para su posterior distribución entre las familias acogida.

Durante la conversación con Slavik y Antonio llega a la puerta de su tienda la furgoneta de la empresa de reformas integrales con la que se gana la vida. La amortiguación está vencida y el ruido de la dirección al girar el volante augura una avería inminente. "Como me quede sin el coche no sé qué voy a hacer porque no podría trabajar", explica.

Pese a la adversidad, este ucraniano no ceja en su empeño. De hecho, ahora está centrado en sacar de su país a Irina, una mujer de 37 años que padece corea de Huntington, una grave y rara enfermedad neurológica, hereditaria y degenerativa que provoca trastornos de la coordinación y las habilidades mentales, entre otros. "Vamos a traer a ella y a su hija de 12 años, Karina, porque viven en mi ciudad, Kremenchuk, un importante referente industrial que se ha convertido en foco para Rusia, que está centrando sus ataques en las infraestructuras", aclara. En ese entorno bélico no tienen ninguna posibilidad.

Como temía, el reto está resultando de lo más complicado. Para empezar, por la burocracia. "Al comenzar la guerra no hubo problema para que la gente saliera de Ucrania incluso sin pasaporte, pero ya no es igual. Confío en que Irina y Karina lo hayan obtenido en unos 10 días", indica. Claro que los problemas no acaban ahí. Para los trámites administrativos en España, empezando por la autorización internacional de protección, previo al acceso al asilo político, cuenta con Antonio, que por su experiencia profesional "se maneja mejor que nadie en esos asuntos". Pero la cuestión económica es más difícil de solventar. Cáritas y la Iglesia Mayor de San Fernando siguen siendo su principal sostén, pero Slavik, la Asociación Ucranianos Unidos, la única de Andalucía que está llevando a cabo esta labor humanitaria, necesitan más. Irina y Karina esperan. Como otras dos mujeres que padecen cáncer y cuyos casos le han trasladado en las últimas horas. Y no hay tiempo. La guerra no da tregua.

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