El presidente andaluz ha reclamado esta semana en Bruselas que la UE considere la sequía que actualmente padece la comunidad como una “catástrofe” natural y active el fondo de solidaridad europeo previsto para hacer frente a este tipo de emergencias. Moreno trasladó al vicepresidente de la Comisión, Marcos Sfcovic, la intención de solicitar ayudas extraordinarias con este fin. El dirigente andaluz entregó un informe en el que cifra que la falta de agua en la región supuso ya el año pasado un descenso del PIB del 2,1% que se traduce en más de 4.300 millones. La previsión no mejora para este año. Si las lluvias siguen sin aparecer las pérdidas sumarán más de 4.500 millones de continuar el escenario actual. No es la primera vez que Moreno insiste en convencer a las autoridades europeas de que el agua para Andalucía representa el principal combustible para la economía.

En Bruselas insistió en equiparar los recursos hídricos al gas que precisa la industria alemana y que estamos ante un problema que trasciende al económico y afecta al bienestar de las familias. Según sus datos, 3,5 millones de andaluces viven en municipios en situación de emergencia. Lleva razón el presidente andaluz al plantear la sequía como un problema comunitario. Resulta absurdo que los esfuerzos para combatir el cambio climático sólo se centren en el uso de energías verdes y olviden las consecuencias. La sequía debe entrar en la agenda política. La propia Agencia Europea de Medio Ambiente ya admite que un tercio de la población de los 27 está expuesta a tensión hídrica y aunque el continente es rico en ríos y aguas subterráneas también ahí reside el mayor riesgo por la sobreexplotación y las posibilidades de contaminación. No sólo es un problema del sur que, de nuevo, acude con sus cuitas a que se lo solucione el norte. Todo es cuestión de tiempo y y se sabe de la lentitud de las instituciones europeas para reaccionar. La conversación de ayer de Moreno y la ministra Ribera es un paso adelante en ese objetivo.