Andalucía acaba de vivir el mejor año turístico de su historia. Las cifras oficiales de la Junta son abrumadoras. Casi 34 millones de visitantes, un 4,3% más que en 2019, el año previo a la pandemia. El impacto económico directo e indirecto del sector en la producción andaluza alcanzó los 25.000 millones, una cuarta parte de los más de 100.000 millones que se calcula que supone para el país. Un tercio de los visitantes fueron extranjeros, con un gasto medio diario por viajero de 77,8 euros. La comunidad fue la preferida para los residentes nacionales, aunque con un ligero descenso del 1,2%, motivo por el que este turista se ha convertido en un objetivo claro para este año. Más de 20 millones de personas se alojaron en hoteles andaluces, con 54,2 millones de pernoctaciones que suponen el 13% de las que registró España. Sólo Canarias y Baleares alcanzaron mejores cifras. Son lógicas las declaraciones del presidente andaluz que, en el marco de la feria de turismo internacional que hoy acaba en Madrid –Fitur–, apostó por “consolidar y sostener” las cifras conseguidas. Aun así, la región todavía considera que puede crecer y llegar en 2024 a los 35 millones de turista. Qué duda cabe que la inestabilidad internacional jugará un papel futuro determinante. También la sequía se cierne como gran amenaza. De ahí que la primera meta sea salvar la Semana Santa. Juanma Moreno se refirió también al “Gobierno errático frágil” como factor que puede condicionar la bonanza. Pedro Sánchez alegó el viernes que el éxito del turismo en España también lo determina “la convivencia y la paz social”. El presidente del Gobierno a su paso por Fitur rehusó visitar los estands de las comunidades. Las ascuas permanentes. Sería bueno que los dirigentes excluyeran al turismo de sus habituales escaramuzas.