Por montera
Mariló Montero
Vox y Quasimodo
Hace ya más de 500 días que el mundo se despertó sobresaltado. Rusia invadía Ucrania. Como en un mal sueño, los tanques de Vladimir Putin entraban arrasando todo a su paso en el corazón de Europa. De la incertidumbre al miedo y al caos tan solo mediaron unas horas, retransmitidas en directo por las cadenas de televisión de todo el planeta.
La vida de todos, no solo la de los ucranianos, quedó trastocada de inmediato. La gasolina superó durante bastantes semanas los dos euros, la electricidad tocó techo y centenares de productos de consumo diario multiplicaron su precio para no volver a bajar provocando una inflación que nos ha convertido en más pobres. Una profunda crisis que nos pilló justo en la recta final de la pandemia, cuando parecía que las aguas del mundo volvían a su cauce. Nada más lejos de la realidad.
Al poco de iniciarse la invasión, Europa contempló angustiada el peligro de una guerra nuclear. Durante varios días, los medios de comunicación no hicieron otra cosa que especular con la posibilidad de la activación de misiles atómicos por parte de Rusia alentando el miedo a otro desastre como el de Chernóbil.
A la par, el arranque del conflicto trajo consigo una gran oleada de solidaridad: acogida de familias y niños para alejarles de la guerra, millares de cuestaciones para recaudar fondos y el envío de ayuda humanitaria para paliar los efectos de la sinrazón. Las redes sociales se llenaron de banderas azules y amarillas, como no podía ser de otra forma.
Sin embargo, la guerra en Ucrania ya no ocupa las portadas de los informativos y, quien más y quien menos, salta la pantalla del móvil cuando se aportan los últimos detalles del conflicto que acaba de cumplir año y medio.
Parece que ya se ha normalizado la existencia de una invasión en la trastienda de la Unión Europea. Y ese es uno de los grandes peligros de la guerra: la indiferencia que se convierte en enquistamiento y prolonga el final del conflicto. Que siga muriendo gente inocente de manos de un canalla mientras los magnates y empresarios productores de armamento se frotan las manos pensando dónde estallará el próximo frente.
Actualmente hay más de medio centenar de guerras y conflictos entre territorios activos en todo el mundo. De la última guerra, declarada en Sudán, no hemos leído ni media línea en los medios de comunicación. Una guerra que nació siendo invisible para la mayoría del mundo. Así nos va.
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