Para empezar este artículo voy a embadurnarlo de datos. El pasado 15 de noviembre ha sido declarado por la ONU como el ¡día de los ocho mil millones!, y es que ya somos toda esa masa de seres humanos viviendo a la vez, lo que supone que en menos de 50 años hemos duplicado la población mundial y sólo en los últimos 12 años somos mil millones de personas más. Parece que seguiremos creciendo por encima del 1,2% al menos hasta que lleguemos a los diez mil millones de habitantes. Bueno, pues ya tenemos los datos, y tras ellos los mensajes ante esta efeméride, que han ido oscilando entre vivir este cénit civilizatorio como un enorme desafío para un planeta sobreexplotado, y en focalizar en los países "en desarrollo" la responsabilidad de este funesto incremento.

Es evidente que vivir en un mundo tan superpoblado plantea un dilema global, pero no podemos afrontar ese reto sin analizar el contexto histórico y socio-económico donde aparece. Por un lado el cambio climático es el que genera más dudas a la hora de pensar en cómo responder a las necesidades de tanta gente, pero recordemos que éste ha sido provocado fundamentalmente por las emisiones de gases de los países industrializados, los cuáles han emitido más del 70% del CO2 acumulado en el último siglo. Europa, Estados Unidos, y países como Japón y Canadá tienen por lo tanto una deuda histórica inexcusable, que por cierto ha quedado patente con la instauración del Fondo de compensación para países climáticamente vulnerables, que además es la única noticia reseñable de la reciente Cop27.

Por otro lado, la desigualdad en el acaparamiento de recursos se ha disparado, el 1% más rico del planeta acumula más del 45% de la riqueza, mientras que las personas con menor poder adquisitivo representan el 53% de la población. En este sentido, el mantenimiento de una desigualdad económica estructural, sumado a la mayor accesibilidad universal a la salud, hacen que sea inevitable el auge de la población donde antes había despoblación por razón de pobreza, y donde sigue habiéndola por falta de planes sanitarios desde el Estado.

Por lo tanto, transmitir la percepción de que el crecimiento demográfico en algunos países históricamente empobrecidos sea la responsable de una situación ambiental inasumible es mentir, y de nuevo criminalizar a los que no tienen culpa.

¡Qué no nos engañen! Lo insostenible es la pobreza, el acaparamiento y el modo de vida capitalista, no el número de personas.

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