Merecía la pena

No se está hablando apenas del gesto heroico de Cayetano para salvar a Roca Rey, pero admirarlo merece la pena

Se me ocurren tres razones por las que no estemos hablando mucho más del gesto heroico de Cayetano Rivera de tirarse a la plaza a cuerpo limpio (por dos veces, la segunda con cogida espectacular y una sola costilla rota, de milagro) para salvar a Roca Rey. Ocurrió, por si no se han enterado (que puede ser, ay), en Santander, el 25 de julio.

Las tres razones del mediano silencio mediático son porque ni Cayetano ni Roca Rey tuvieron que lamentar heridas gravísimas, porque al mundo del toro le han echado encima cancelación gradual o porque estamos absorbidos por la política de tal modo que somos incapaces de atender a otras realidades. Las tres son lamentables y aquí venimos a celebrar y no a lamentarlo. Desactivémoslas, pues, y celebremos luego.

El heroísmo no depende de la inmolación del héroe, sino de su disposición al sacrificio. Si al final las cosas salen bien y no hay tragedia, muchísimo mejor. Sólo el implacable sentimentalismo posmoderno exige la víctima a toda costa. De la actitud de Cayetano ha dicho gráficamente su apoderado Curro Vázquez: “Tiene dos cojones. No se lo piensa dos veces. Yo siempre le digo que salga con el capote, pero él dice que sin capote llega más rápido”. Más fino el mensaje de Roca Rey: “Cayetano, quiero agradecerte porque ayer demostraste tu compañerismo y tu desprecio a la vida por salvar la mía”. Y más elegante aún la lacónica y senequista respuesta: “El riesgo merecía la pena”.

Pena sería que no estemos alabando la acción por la censura blanda a la tauromaquia. Como si no venerásemos la memoria de Ignacio Echeverría porque no nos gustan los patinetes. Los gustos y las repulsas son libres, pero la admiración de la abnegación debe estar por encima de todo, porque tampoco tenemos demasiado donde escoger.

Tampoco sería de recibo que fuese la política la que nos tiene absorbida la atención hasta el extremo de cegarnos a un gesto tan hermoso, tan gratuito, tan valiente y tan necesario. Entre otras cosas, porque la política con mayúsculas estriba en el fomento de las virtudes (solidaridad y arrojo) que se vieron en Santander.

Los toreros ponen en riesgo sus vidas para crear un estremecimiento trascendente de belleza. Eso, en una sociedad que adora el feísmo, ya tiene un valor contracultural imprescindible. Cayetano arriesgó su vida todavía más sólo por pura bondad; y eso, tal y como estamos, no podemos desaprovecharlo como ejemplo y modelo.

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