Vienen derechos

La evolución del tratamiento jurídico del aborto, que Francia consagra como derecho constitucional, no ha terminado

En Francia están encantados consigo mismos tras incluir en su Constitución el derecho a abortar. Macron ha declarado que no hallará reposo –con dicción casi bíblica– hasta que no se lo reconozca como derecho en todo el mundo. La grandeur de la France ha quedado en esto.

Lo primero que merece un análisis es la evolución que hemos vivido. Recordamos como si fuese ayer –fue hace poco– cuando los más recalcitrantes abortistas decían con voz de lástima que el aborto era una desgracia y un fracaso. Por supuesto, decían, era un tipo penal y la vida del feto merecía la máxima protección, pero por humanidad era mejor no aplicar las penas a la mujer desgraciada que tenía que pasar por el trance. Hoy, si uno defiende eso, los mismos abortistas de ayer, se rasgan las vestiduras y te rasgan las carnes, si te pones a tiro. Aquellos mismos, con el silencio aquiescente de los otros, pasaron a despenalizarlo, a reconocerlo, a ampliar los plazos, a subvencionarlo, a loarlo como una libertad, a levantarlo como una bandera feminista, a promocionarlo y ahora a consagrarlo como un derecho. Aunque a velocidad de vértigo, ha sido una evolución de dimensiones darwinianas, donde sobrevive el más fuerte.

Que el vértigo no nos impida pararnos a reflexionar. En esa evolución hay un eslabón desapercibido, un salto cualitativo. Desde el momento en que en Occidente puede abortar quien quiere, como quiere y sin ninguna traba económica ni injerencia legal ni reproche social, ¿para qué siguen amontonando tantos reconocimientos políticos?

¿Acaso no hay otro bien, que es la vida del feto, que proteger, aunque sea en teoría? Se entiende –sin compartirlo en absoluta– que sobre esa vida se priorice la conveniencia de la madre o que su libertad acabe donde se acabe con la del feto. Pero ¿por qué dar un paso formal más para vulnerar el derecho a la vida si, a efectos prácticos, ya no se puede abortar más?

Atisbo dos razones. Para calmar la conciencia de todos los implicados, cubriendo el acto con más y más retórica: “¡Es un derecho, oh, constitucional!”.

En segundo lugar, al convertirlo en un derecho, apuntan muy directamente contra quienes se nieguen a satisfacerlo o incluso contra quienes se resistan a aplaudirlo. La evolución jurídica del aborto no ha terminado. Vendrán penalizaciones, señalamientos, reproches públicos y autos de fe contra la objeción de conciencia. Vienen derechos a por nosotros, los provida.

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