Dícese de una categoría de homínidos que, sin haber alcanzado el estadio evolutivo del homo sapiens sapiens, presenta similares características físicas, pero no conductuales. Puede detectárseles en el seno de la sociedad mediante el registro de su expresión oral, frecuentemente soez, insultante y despreciativa, de su gestualidad obscena (que conserva evidentes reminiscencias simiescas) y de su lenguaje corporal que puede ser calificado abiertamente como de maleducado y chulesco. Puede añadirse que la chulería, entendida como una característica definitoria de los especímenes de homo rubialensis, se sustenta sobre dos aspectos esenciales de su desenvolvimiento social: la ocupación de cargos relevantes para la que, no obstante, no se ha acreditado ningún tipo de cualificación y la disposición y/o apropiación de sumas ingentes de dinero público/privado que se utilizan en beneficio propio (con connotación de ostentación y despilfarro) o como instrumento para cooptar a un extenso entorno poblacional que rodea al espécimen en aplicación de un típico “do ut des” de matriz clientelar.

De forma adicional, la prepotencia del homo rubialensis, frecuentemente aparejada a una descomunal vanidad, está igualmente asociada a altas dosis de sentimientos de superioridad y desdén. Todas estas variables se entrecruzan, por lo demás, haciendo del homo rubialensis un exponente claro de machismo. Por un lado, anida en él la convicción de que la mujer, por muchos que sean sus méritos, es siempre un ser inferior al hombre y, por lo tanto, puede y debe ser tutorizada, supervisada, utilizada, humillada y cosificada en beneficio propio o ajeno; por otro, ha naturalizado el convencimiento de que su forma de entender las relaciones entre los sexos es la correcta y mayoritaria, de ahí que pueda exhibirla públicamente y alardear de ella o, incluso, defenderla ante auditorios masculinos multitudinarios, creyéndose entre iguales (especímenes varios de homo rubialensis) que no solo aplaudirán su conducta sino que lo harán de pie y poco menos que saludando militarmente. Para la defensa de sus intereses, el homo rubialensis no duda en llevar a cualquier foro a “sus mujeres” (descendencia biológica incluida), disponiéndolas temporalmente en posiciones preeminentes para encubrir y blanquear su comportamiento machista. Otros componentes, como el victimismo y el uso ideológico de la cuestión, vienen a corroborar que el machismo del homo rubialensis es absolutamente “real”. En el ámbito científico se considera que estas conclusiones preliminares podrían estar sujetas a revisión solo en el caso de que, experimentalmente, pudiera comprobarse que, en similares momentos de euforia y júbilo compartido que se desarrollen en espacios públicos y con retransmisión televisada a nivel mundial, el espécimen de homo rubialensis también procede, por ejemplo, a besar en la boca a otros especímenes de su mismo sexo, a levantarlos en brazos o a cargarlos sobre sus hombros como si fueran fardos de cereal.

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