Nohace mucho estuvo en Cádiz, en la Biblioteca Provincial, leyéndonos sus versos. Recuerdo perfectamente la presentación que hizo del poeta José Manuel García Gil. Espléndida. Aquilino Duque era muy gaditano y había puesto a Cádiz en un libro magnífico, de lo primero que escribió: Los Consulados del más allá. No mucho después lo conocí yo. Con Luis Berenguer, José Luis Tejada y Juan Antonio Campuzano. Muy triste sería que estos nombres desaparecieran la memoria de todos los Cádiz, pues participaban de la esencia de la Trimilenaria. Luis Berenguer, el magistral novelista, me decía que José Luis Tejada era uno de los mejores poetas populares, junto a Antonio Murciano. Además, claro está, de su magisterio universitario. Lo comprobé enseguida que leí sus poemas.

Yo digo que Juan Antonio Campuzano era, de todos, el que más te subyugaba. Auténticamente un señor en su Puerto Real, con su casa céntrica, su tonel de buen vino y su sabiduría inabarcable. Además de su historia personal. Para escribirla, pues fue actor de acontecimientos históricos vividos y sufridos por nuestros abuelos y nuestros padres. Aquilino era un hombre de gran dulzura, de gran cultura y de gran mundo. Vivía en Suiza, creo recordar, por entonces. O en Roma. Puede que viviera en otras grandes capitales del mundo.

Cuando se volvió a España, a su Sevilla, en Bormujos, ejerció un pensamiento crítico con todo lo que lo merecía, en su opinión. Fue libre y lo suficientemente bien informado para su amable inflexibilidad. Para con todos, también para los amigos. Andando los años me preguntó si el Rey me había concedido el Toisón de Oro. Me reí mucho porque sabía que se estaba refiriendo a mi novela Mal de piedra (1987), que era la historia de un monárquico de los tres o cuatro que había en San Fernando, digo un barbero, un empleado de Correos y el personaje de mi novela. No le dije nada entonces, me arrepiento. Especialmente el sendero que me hizo escribir la novela, que los franquistas eran antimonárquicos y los monárquicos no eran antifranquistas. Y que quise novelar una ciudad que me parecía ya entonces fascinante: San Fernando.

El otro día murió, con 90 años y una obra múltiple y de gran relevancia. Digo poesía, ensayos, novelas, artículos… Todos vamos a entrar por esa puerta tras de la cual conoceremos los misterios y confirmaremos las certezas. Ojalá sea un lugar de encuentro de las almas de esos amigos, de esa generación generosa y sabia, que venía de los días terribles y había cogido aire para hacer la travesía más difícil, la que condujo a la reconciliación y a la España que nos merecíamos.

Descansa en paz, amigo.

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