Para ser un personaje de tantas incógnitas y con poco material documental para asirse a su forma de comportarse, Alberto San Juan convierte en personaje real a su Cristóbal Balenciaga en la serie biográfica que estrenaba hace unos días Disney +. Un recorrido vital de un fundamental diseñador que nunca quiso exponerse ante los focos, lo que hace más atrayente su relato en la ficción. La moda misma es la principal protagonista de unos episodios basados en retratos, momentos, y en los que hay que resaltar el trabajo del propio San Juan al defenderse perfectamente en francés, la clave para hacer aún más creíble a su Balenciaga.

Una biografía que se des-inhibe de ambigüedades en lo íntimo y acentúa en el espíritu de supervivencia entre los zarandeos políticos de quien sólo quería elevar a su mayor dimensión la alta costura. Ese relato seduce a los incondicionales de la temática y le cuesta integrar a los que sienten una mayor distancia de lo que significa el mundo de la moda y sus grandes figuras. La desconocida figura del modisto donostiarra merecía esta recreación de una biografía jalonada de misterios y equilibrios.

Atención espóiler: en el episodio final se desarrolla el encargo que hizo Air France a Balenciaga que es el meollo del debate del diseñador por mantener su listón de excelencia o entregarse al riesgo de popularizar su sello con el prêt-à-porter, a lo que siempre se resistió. La creación del uniforme de las azafatas y la confección de esas centenares de prendas plasma de forma resumida cómo era el genio, en todas sus vertientes, del artesano español. Un momento de la biografía que resume en sí mismo la personalidad del de Guetaria, entre su pasión por convertir las telas en una compañera del aire y un encargo revolucionario que ejemplifica cuando lo funcional se pelea con lo artístico y lo exquisito. Un episodio en la vida de Cristóbal Balenciaga que ya de por sí justifica de sobra su serie.

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