La invención de la Navidad
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El Paseo publica por primera vez en español 'Vieja Navidad', de Washington Irving, un longevo 'best-seller' en la Inglaterra del XIX que caló hondamente en Dickens
El consenso, más que justificadamente, establece que fue Charles Dickens el inventor de la Navidad tal como la conocemos hoy, y desde hace tanto tiempo. Esa atmósfera victoriana, de calles irremisiblemente azotadas por la nieve, en cuyas ventanas se perfila la cálida luz de una chimenea al fondo de una habitación, en la que tanto los corazones más nobles y desamparados como los más endurecidos y resecos encuentran una oportunidad para la comunión, para el milagro final de la esperanza y la catarsis del género humano al completo.
Esa iconografía melodramática y sentimental quedó fijada tras el enorme éxito del Cuento de Navidad -o Canción de Navidad, según la traducción-, aunque ya antes realizó Wahington Irving lo que el editor David González Romero considera "el primer ejercicio literario de nostalgia navideña", hasta el punto, dice, de que "podríamos considerarlo el gran inventor de la Navidad" que después popularizó universalmente el gigante melancólico y bondadoso del XIX inglés. El propio Dickens reconoció que una de sus mayores inspiraciones para escribir aquella inolvidable historia de mezquindad y redención navideña, junto a las leyendas y relatos orales, fueron los textos que su colega escribió antes que él al respecto.
"Hay un sentimiento de naturaleza solemne y sagrada que se funde con nuestra cordialidad, elevando el espíritu a un estado de gozo sublime y beatífico", escribía Irving a principios del XIX en Vieja Navidad. La editorial sevillana El Paseo acaba de recuperar este curioso libro del narrador, ensayista, historiador y diplomático estadounidense, que apareció por primera vez en 1820 en The Sketch Book of Geoffrey Crayon, una suerte de obras completas en las que el escritor romántico, uno de los primeros americanos que gozó de gran fama y prestigio en la Europa de aquella hora, reunió sus escritos dispersos hasta esa fecha, entre ellos sus relatos de terror y fantasía La leyenda de Sleepy Hollow y Rick Van Winkle. Entre las casi 2.000 páginas de esa antología estaba Vieja Navidad, que ve ahora la luz por primera vez en español, lo que no hace sino corroborar, sostiene González Romero, que pese a la enorme popularidad que le dieron a Irving sus Cuentos de la Alhambra, o precisamente debido a ello, al eclipsamiento de su obra ante su faceta gótica, folclórica y viajera, el autor "sigue siendo un secreto tesoro literario".
Esta Vieja Navidad, no exactamente una novela aunque se lee casi como si lo fuera, recoge cinco escenas hiladas, con los mismos personajes, en el mismo escenario y con inequívoco regusto autobiográfico, en las que se narra la estancia de un escritor estadounidense en una casa de campo en el condado de Yorkshire. En ella viven los Bracebridge y su mayordomo el viejo y redomado solterón maese Simón, seres todos ellos levemente pintorescos, simpáticos y entrañables, también algo repipis, que representan la quintaesencia de una familia tradicional decimonónica inglesa, y a los que Irving retrata con humor, ternura y, como mandan los cánones del género prefigurado por él mismo, con ríos de dulce y fabuladora nostalgia y un anhelo de fraternidad incandescente. Fue tal el éxito del libro que éste conoció una nueva edición, ya en Inglaterra y en 1885, con el añadido de los dibujos de Randolph Caldecott, un ilustrador clásico de la era victoriana. Estas estampas, casi 200, se incluyen en la edición de El Paseo.
Gran conocedor del "mundo legendario inglés" y lector apasionado de Walter Scott, Irving recuperó en Vieja Navidad villancicos, canciones y poemas populares, sin origen o fecha conocidos, y se atrevió incluso a invocar ritos semipaganos, interesado como estaba sobre todo en recrear unas navidades alegres, marcadas por sus tradiciones más efusivas y grupales. "Se propuso ponerlas de moda, revitalizarlas, devolver esas antiguas costumbres al presente, y ya entonces se quejaba, de hecho por eso escribió este libro, de que el espíritu de la Navidad se había trivializado. ¡A principios del XIX! Sería divertido leer qué escribiría hoy", bromea el editor.
En su calidad de "inventor moderno de tradiciones", Irving se hizo famosísimo en Inglaterra, donde Old Christmas se convirtió en un duradero best-seller y en regalo típico durante estas fechas. De la difusión que tuvo su elaboración literaria de la Navidad sigue dando fe hoy la pervivencia en el imaginario popular de iconos y costumbres que él se afanó en envolver en el manto de la tradición, como la famosa calabaza de Halloween o el muérdago en los marcos de las puertas. No faltan en estas páginas tampoco ni el retrato de tipos humanos, desde la elegante distancia admirada de su condición de huésped-observador extranjero, ni por supuesto el relato sobrenatural, tan íntimamente ligado al género navideño, a través de esa historia contada por un párroco -alrededor de una lumbre, obviamente- de un caballero que se levantaba de su tumba en el camponsanto para pasearse por una iglesia en noches de tormenta, angustiado aun en el más allá por tanto entuerto sin desfacer.
"Si consigo borrar de la frente una arruga de preocupación o cautivar un atribulado corazón en un momento de tristeza, si logro sugerir una visión benévola de la naturaleza humana, y reconciliar a mi lector con sus semejantes y consigo mismo, entonces no hay duda -confiesa Irving en el libro-: no habré escrito esto enteramente en vano". Espíritu navideño, ya decimos, en estado química y literariamente puro.
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