Las últimas compras de Nochebuena y el cuarto rey mago que se perdió en el mercado de Algeciras
El Ingeniero Torroja–Sánchez Arcas vive su mañana más bulliciosa entre colas, madrugones, precios al alza y una Navidad que empieza mucho antes de sentarse a la mesa
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El mercado de abastos no entiende de despertadores amables la mañana de Nochebuena. Aquí se viene temprano, casi en zapatillas, con el pelo aún húmedo y el perfume recién estrenado. Ha sido colgar el albornoz y salir disparado. Un café rápido, un vistazo al reloj y la certeza de que cualquier minuto de más puede costar caro: el mejor género no espera.
Las colas más largas se concentran, como manda la tradición, frente a las pescaderías. El murmullo constante se mezcla con el aroma limpio del pescado fresco, con la colonia matinal y con la loción de afeitar. Es un olor muy concreto, reconocible, que solo existe este día. El del mercado cuando aún no ha terminado de desperezarse la ciudad, pero ya late con fuerza.
“Siempre dejo las cosas encargadas y este año se me ha ido el santo al cielo”, reconoce una clienta que busca, casi sin aliento, un solomillo que se resiste. De ahí el madrugón forzoso, la carrera contrarreloj y esa sensación compartida de ir un poco tarde, aunque sean las nueve de la mañana.
El mercado huele a pescado fresco, a colonia recién puesta y a ese desorden feliz que solo existe el 24 de diciembre
El mercado municipal Ingeniero Torroja–Sánchez Arcas luce este 24 de diciembre como ningún otro día del año. Bajo la gran claraboya, el árbol de Navidad preside un alboroto alegre y contagioso. Los pasillos se llenan de bolsas repletas de producto fresco y de un ruido que recuerda al de los colegios la víspera de las vacaciones: un desorden que no molesta, que reconforta, que anuncia descanso.
El precio del género es el gran protagonista en los mostradores. La subida habitual de estas fechas se comenta casi con resignación, como si fuera parte del ritual. Quien algo quiere, algo cuesta. En Algeciras, además, el mercado se convierte en un batiburrillo simpático y genuino: gente de cada padre y de cada madre, de colores, acentos y creencias distintas. Las pastelerías que venden dulces árabes despachan también cajitas pensadas para los postres cristianos. Todo convive, todo cabe, todo se mezcla sin estridencias.
Los números, sin embargo, son menos poéticos. Según la Asociación Española de Consumidores, este año el gasto medio por persona en Navidad alcanza los 1.300 euros, la cifra más alta de la historia. De ese presupuesto, unos 313 euros se van directamente a la alimentación. Una cantidad que depende —y mucho— de la previsión: quien compró antes, respira; quien apuró, paga el precio de la improvisación.
Y aun así, el mercado sigue siendo el lugar donde se negocia algo más que el dinero. Aquí se intercambian miradas cómplices, consejos de última hora y pequeñas derrotas domésticas: “no quedaba del grande”, “al final he cambiado el menú”, “esto antes estaba más barato”. Nadie se queja demasiado. Es Nochebuena.
En Algeciras, la Navidad se mezcla en los pasillos: dulces árabes, postres cristianos y bolsas llenas de producto fresco
Mientras avanzan las colas, resulta fácil pensar en las historias que siempre acompañan a estas fechas. En los Reyes de Oriente, por ejemplo. No solo los tres que llegaron a Belén, sino también aquel cuarto rey del que habla una vieja leyenda. Artabán, el príncipe persa que, siguiendo una estrella equivocada, se perdió en el camino. Cargaba con joyas extraordinarias —un diamante, un jaspe, un rubí— que nunca llegó a entregar porque, durante treinta años, fue gastándolas en ayudar a los demás. Perdió la referencia cuando la luna ocultó la luz que guiaba a sus compañeros, y ese error lo llevó a un largo peregrinaje de caridad.
Hay algo de Artabán en este mercado a primera hora: en quienes llegan tarde, en quienes no encuentran lo que buscaban, en quienes cambian de ruta y aun así cumplen. Quizá la Navidad también va de eso: de no llegar siempre a tiempo, pero hacerlo con las manos llenas de buenas intenciones.
Como Artabán, el cuarto rey mago, muchos llegan tarde, cambian de ruta y aun así cumplen con lo esencial
Antes de la cena, como cada año, el rey Felipe VI dará su discurso por televisión. Después, saldrán las gambas, el jamón y las bandejas cuidadosamente envueltas esta mañana. Y mientras en las mesas se sirve lo mejor que se ha podido conseguir, el mercado ya habrá cumplido su misión: recordarnos que la Navidad empieza mucho antes de sentarse a cenar, cuando aún huele a pescado fresco, a colonia reciente y a un desorden feliz que anuncia, por fin, que ha llegado la fiesta.
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