RESEÑA LITERARIA

Gloria Sánchez-Grande presenta 'Por estar vivos', un brindis a los últimos toreros místicos

Gloria Sánchez-Grande, entre David Galván y José Ángel Cadelo.

Gloria Sánchez-Grande, entre David Galván y José Ángel Cadelo. / Jorge del Aguila (Los Barrios)

Gloria Sánchez-Grande ha escrito un libro de toreros, presentado este viernes en la Casa de la Cultura de Los Barrios con la presencia del espada gaditano David Galván. También es una novela de toros, de ganaderos, de sastres taurinos, tentaderos, miedos y amores; pero, sobre todo, Por estar vivos es una historia de toreros. Y no para toreros, sino precisamente para aquellos que no sabíamos qué sucede dentro del coche de cuadrillas, terminada la corrida, una vez que el matador deja de repartir fotografías y firmar entradas y el mozo de espadas cierra la puerta del vehículo desde dentro y el bullicio se convierte en un silencio mineral, un silencio que alguien rompe con un "De milagro estamos todos vivos" o un "Qué coño os ha pasado esta tarde".

O qué sucede en el hotel, después, cuando los banderilleros se derrumban exhaustos sobre sus camas mientras, en el baño, el mismo mozo cepilla ahora con agua y jabón la sangre pegada a una taleguilla.

Si el lector no tiene el menor interés por el universo de la tauromaquia y, específicamente, por la tramoya y las bambalinas de los cosos taurinos, que ni se acerque a esta magnífica novela en que la vida y la muerte están presentes casi en cada página: ambas no son más que esos destinos posibles para quien arrastra su biografía de plaza en plaza, para quien, por una razón que nadie alcanza muy bien a entender, se planta delante de un animal de quinientos kilos que tiene dos puñales en la frente apuntando a sus arterias y que quiere, desde el instante en que pisa el albero, derribarlo y cornearlo hasta verlo yacer inerte sobre la arena.

El 'backstage' del espectáculo taurino

La íntima y precisa descripción de las enfermerías de las plazas de España solo han podido salir de la pluma de quien conoce bien el backstage de esta cosa a la que llamamos espectáculo pero que, en realidad, es un inexplicable antiguo rito sacrificial que no sabemos cómo ha llegado hasta nuestros días pero que sigue aquí, muy vivo, resistiendo los embates previsibles de los tiempos que corren.

"Para que la vida se volviera más solemne no bastaba con pensar en la muerte sino que debía tenerse delante", apunta la narradora en un momento dado de su historia. García Márquez decía que se notaba mucho cuando un escritor escribía de lo que no sabía o de aquello que no conocía a la perfección. Qué cierto. Pues aquí, al contrario: se nota que la autora solo escribe de aquello que conoce, que ha vivido de cerca, que ha tocado muchas tardes, en lo que se ha sumergido y, tal vez, hasta de lo que ha huido.

Gloria Sánchez-Grande, como periodista y aventurera que es, se ha metido en las catacumbas de este universo y ha emprendido un viaje, no solo literario, que nunca sabe nadie cómo acaba. En tiempos de photoshop, autotuning, realidad aumentada, impresoras 3D y no sé cuántos otros supuestos avances que nos trae el inacabable perfeccionamiento de la tecnología, el toreo, cuando se ejerce sin engaños ni trampas, es de esas pocas cosas verdaderas que quedan a las que pueden aferrarse los hombres para no naufragar en el diluvio de nuestros días.

Cuando un torero hace las cosas como está llamado por la historia a hacerlas, despierta en el corazón de sus espectadores un fogonazo moral que no se parece a ninguna otra cosa. Pero, si algo hemos aprendido leyendo a Gloria, es que el torero de verdad no se viste de luces para su público, ni se juega la vida por unos duros: como el poeta, como el escultor, como el sacerdote, ejerce su oficio porque está llamado a eso desde el principio de los tiempos. A veces, muy a su pesar.

Me atrevo a decir que, si Gloria tenía que escribir una sola novela en su vida, era esta. Sus lectores van a adentrarse de tal manera en sus universos intemporales de guayaberas, banderillas negras, alamares y picarescas que perderán la noción del tiempo. Hasta que no se encuentren, bien empezada la trama, con la primera referencia a unos vasos de plástico abandonados en el tendido, no se darán cuenta de que esta crónica íntima que estaban leyendo estaba sucediendo en nuestros tiempos, y no en otro siglo.

Una rareza literaria

Joaquín Sabina dice en la película Sintiéndolo mucho que le hubiera gustado escribir una novela que fuera un absoluto fracaso de ventas pero un rotundo éxito de crítica. Qué magnífico sueño. No sé si a Gloria le gustará que le deseemos eso mismo, pero que sepa ya que esta novela tiene todos los ingredientes para el fracaso comercial, para acabar siendo vendida como una rareza literaria en las librerías de viejo de Barcelona, para ser fotocopiada clandestinamente por los doctorandos de antropología de la Universidad Panamericana, para ser hurtada por un novillero en una biblioteca taurina en Arequipa, para cualquier cosa menos para satisfacer a esa masa amorfa de lectores de novedades que rebuscan títulos con letras en relieve en las estanterías de los supermercados.

Dice un sastre taurino madrileño que el mayor reto para un torero consiste en soportar la visión del vestido de luces sobre la silla antes de la corrida. Lo cuenta Gloria, la diseñadora de esta historia enorme que se nos presenta a veces como el reality show de unos locos; un ir y venir hemigweyano de toreros antiguos y no tan antiguos, que esconde, entre líneas, una verdadera filosofía de la tauromaquia. El lector participará, gracias al conocimiento enciclopédico del universo taurino de la autora, de la vida íntima de la cuadrilla, de las carreteras, los hoteles, las mujeres de mal vivir, el maldito sorteo y el miedo de quien sale a la arena del coliseo a enfrentarse a la muerte armado tan solo con unos trapos. Ese ritual sagrado entre dos que es el toreo empieza mucho antes de que suenen los clarines y no acaba cuando el sacrificio se ha consumado. Y, para contarlo hacía falta este libro.

Cicatrices, miserias humanas, lotes espantosos, cornadas que duelen al lector, plazas y más plazas. Eso, solo eso, será lo que encuentren aquí quienes no sepan todavía nada de la vida y de la muerte. Los demás hallarán un homenaje sincero a, tal vez, los últimos protagonistas de una liturgia que está siendo devorada por la censura política de nuestros días.

“Solo los amantes infieles portan en su alma secretos de una oscuridad comparable a los de los asesinos”, dice uno de los protagonistas de este relato épico antes de conducir al lector a una ópera italiana, una ciudad inundada y un ceremonial pagano.

Por estar vivos es un brindis después de una corrida peligrosa; es la historia de un punto y aparte en la vida mística de un torero; es el tributo que Gloria Sánchez-Grande debía a los últimos representantes, vivos y muertos, de una estirpe en grave peligro de extinción.

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