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Voluntarios del mundo vigilan la OPE de los cetáceos

Más de un centenar de jóvenes viajan hasta Pelayo para conocer desde tierra la migración de rorcuales y cachalotes gracias a la campaña de conservación que organiza Circe

Una de las voluntarias de Circe introduce las coordenadas de buques y cetáceos que se avistan en el Estrecho.
A. Muñoz / Algeciras

20 de junio 2010 - 01:00

Eva es italiana, Melisa viene de Estados Unidos, Inma es gallega, Raymond, holandés, Leticia ha recalado en Algeciras desde Brasil y Pauline es ya casi campogibraltareña. Todos viven estos días en Pelayo, atraídos por la migración de rorcuales comunes y cachalotes en el Estrecho de Gibraltar, su particular OPE. Un viaje que realizan estos simpáticos habitantes del medio marino en verano y en invierno, que puede seguirse desde tierra y que en esta ocasión ha llamado la atención de más de un centenar de voluntarios de todo el mundo.

Es la tercera vez que el Conservación, Informacion e Investigación de Cetáceos (Circe) organiza su campaña de Conservación de Grandes Cetáceos al Sur de la Península. Una iniciativa que utilizan para recabar datos que corroboren si los buques que también usan el pasillo de 14 kilómetros de separación entre Europa y África respetan la recomendación de reducir su velocidad a 13 nudos en pos de conservar las colonias de mamíferos marinos que viven en la zona, más los que cruzan de manera estacional.

Pauline Gauffier es la coordinadora del proyecto, que cuenta con el apoyo de Caja Mediterráneo y de la Fundación Biodiversidad. "Nuestra jornada de avistamiento comienza a las nueve de la mañana y termina a las cinco de la tarde", explicó la experta, que cada día organiza los grupos de voluntarios que vigilarán el oleaje y los barcos en busca de los soplos de la respiración de los cetáceos desde dos estaciones de seguimiento: una en el Cerro del Tambor y otra cerca del faro de Punta Carnero.

Los seis voluntarios del grupo ocupan sus puestos al llegar bajo los molinos de viento de Pelayo, un lugar privilegiado de la comarca si la niebla del Estrecho lo permite. Prismáticos, teodolito -el aparato típico de los topógrafos- ordenador y papel en mano, miran hacia el Mediterráneo, ya que los cetáceos viajan hacia el Atlántico en esta época del año -en invierno es al revés-. Sólo al ver un pequeño soplo, los voluntarios, bien formados, saben diferenciar si el animal que lo ha producido es un rorcual común o un cachalote. "Los rorcuales suelen producir un soplo muy alto, y el del cachalote se diferencia en que suele tener un ángulo de 45 grados. Además, éste suele enseñar la cola para irse al fondo a comer, a diferencia del rorcual", explicó Pauline.

En cuanto avista a uno de estos animales, el voluntario del teodolito ofrece las coordenadas de su situación geográfica -en español, aunque sea el idioma menos hablado en el grupo- a la persona que lleva el ordenador para crear un punto de gps y poder hacer el seguimiento. En ese momento, Circe dispone de un barco, a cuya tripulación se facilita la longitud y latitud para que siga al animal, le haga fotos y tome muestras. Así, con toda la información recopilada de las otras dos ediciones pueden saber si los rorcuales son ya conocidos y si aumenta o si disminuye la problación migratoria del Estrecho.

"Tenemos a muchos ya conocidos. A uno de ellos le llamamos Juan, lo reconocemos porque tiene una cicatriz muy grande en la cola de algún impacto con algún barco", contó Pauline. Los nombres les surgen en el momento, sin ninguna causa justificada. Al parecer, es fácil diferenciar a estos animales sólo fijándose en la aleta dorsal para los rorcuales y en la caudal, para los cachalotes.

Los voluntarios suelen quedarse sólo unas semanas y no es necesario que tengan formación anterior en la materia. El primer día reciben una charla para formarles de manera teórica, después, entrenan con los instrumentos para lanzarse a escudriñar soplos entre las olas del Estrecho. "Intentamos que todos hablen un mínimo de inglés como lengua común para que el sistema funcione", dijo Pauline.

No todos los días los avistamientos son efectivos. De hecho, el día anterior se suele consultar la predicción meteorológica y se decide si el traslado a las dos estaciones merece la pena, por la niebla que con viento de Levante suele meterse, casi cegando por completo la visión del otro continente. Si la jornada falla, Circe suele aprovechar para enseñar a los voluntarios los distintos puntos turísticos y atractivos que ofrece la comarca, como las ruinas romanas de Baelo Claudia en Tarifa, sus playas, o Castellar. Así, conocen la comarca por dentro y por fuera.

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