ENCICLOPEDIA DE LA LÍNEA | PERSONAJES ILUSTRES, FAMOSOS Y POPULARES (CXXII)

Quino Román

  • El autor recuerda la trayectoria del guitarrista linense, fallecido en 2008

Quino Román, en el homenaje que se le rindió en 2008.

Quino Román, en el homenaje que se le rindió en 2008. / J. M. Quiñones

La Enciclopedia de La Línea recoge en el tomo III las biografías de 329 personajes linenses o muy vinculados a la ciudad. Están representados casi todos los estamentos y profesionales. Contiene historias de literatos, pintores, docentes, sacerdotes, médicos, cantaores, cantantes, bailaores, compositores, músicos y toreros, además de psicológicos, locutores, deportistas y actores.

Quino Román

Guitarrista profesional nacido en La Línea de la Concepción el 21 de noviembre de 1949. Es hijo de Manuel Román Fernández y de Dolores Jiménez Montoya, sobrino de Panseco, padre y sobrino de primo hermano de Antonio Núñez Chocolate. Se caso el 16 de noviembre de 1974 con la Curra.

Su primer maestro fue Andrés Muñoz, un barbero que trabajaba en Gibraltar. Con tres años de estudio se fue a Marbella al tablao de El Platero, donde estuvo dos años. Como allí ganaba muy poco, ciento cincuenta pesetas diarias, se marcho a otro, La Maleni, después al Boquerón y al de la Cañeta. Quino tenía menos de veinte años.

Sobre el año 1968 es contratado en la sala de fiestas Berrenchina actuando con Churrurru, El Córdoba, Antonio Madreles y La Coreana. Mas adelante actuó en la Pagoda Gitana de Marbella que regentaba Roque Montoya Jarrito en los años setenta. Tras la desaparición de La Pagoda (por causa de incendio) se fue en una turné, Tronío Gitano, donde iban Camarón, Pansequito, Manuela Carrasco, Rancapino, El Boqueron y Jarrito, además de los guitarristas Pepe Habichuela, Tomatito y él. Esa experiencia duro algún tiempo recorriendo toda España. De allí volvió a la Costa del Sol contratado en el Tablao de Mariquilla, El Jaleo, y de este a la Taberna Gitana de Málaga.

Tras doce años de idas y venidas de un sitio para otro, cansado de tablaos se marcha a La Línea en 1981. De esos aprendizajes tocándole a mucha gente Quino Román se curtió de una gran experiencia. Le ha tocado a todas las figuras del cante y del baile, entre muchos citaremos a Camarón, Manuela Carrasco, Rancapino, Antonio el Chaqueta, Adela, Pansequito, Turronero, Chano Lobato, Paco Valdepeñas, el Beni, Jose Mercé, El Guito, la Tati, Mario Maya, Paco Laberinto, Concha Vargas, Carmen Mora, David Morales, Madreles, Canela, Juan Delgado, Paqui Lara, El Churri y muchos más. También ha grabado varios discos.

Quino tiene un toque muy singular. Aunque no está adscrito a la escuela del gran Melchor de Marchena, sin embargo en ambas formas de expresarse hay mucho de común pero nada de imitación y muchos menos copia. Quino tiene su propia personalidad. El Quino suena a él, su toque es muy particular, era de los que más pellizcaban, y a veces daba unos silencios que te volvía majareta.

Hace unos años decía Paco Vallecillo de él: "Tiene excelentes ideas propias que traduce en un estilo muy personal con reflejos mechorianos, sabe dejar libre el espacio del cantaor; lo lleva con mimo y reúne, en fin, las mejores cualidades para cuajarse en su profesión".

Y Manuel Martín Martín, al hilo de la celebración del Potaje de Utrera, decía lo siguiente: ''Fue el linense Quino Román, guitarrista gitano de arte total, el que desconcertó a todos los asistentes del XXXVII Potaje Gitano de Utrera, tanto por crear un grato estado de ánimo en la sanroqueña Paqui Lara, cuanto porque sus notas supieron a matita de alhucema quemada".

Quino falleció el 16 de agosto de 2008, a los 58 años de edad. Ya enfermo, el 30 de abril de 2008, recibió un merecido homenaje en un repleto auditorio del Palacio de Congreso y Exposiciones de La Línea, donde Juan José Téllez Rubio nos dejó las siguientes palabras: "Es alto y delgado como el mástil de la guitarra. Tan preciso como ella. Sólo la barba elegante le diferencia del instrumento, ese siamés de madera que se le unió a Joaquín Román Jiménez, a quien su abuela llamaba Quino cuando apenas era un niño crecido en las calles de La Línea y alguien le prestó seis cuerdas para que las tocase sentadito en la escalera, esperando el porvenir y el porvenir nunca llega".

Cuentan que Andrés Muñoz -un madrileño que ejercía como peluquero en Gibraltar- le enseñó a usarla de pequeño. Sus primeros pasos artísticos los dio con unos parientes de su madre, su paso por los tablaos de la Costa del Sol, desde La Pagoda al Jaleo, o su presencia en el Tronío Gitano donde compartió escenario con Rancapino, con su primo Pansequito, o con su cuñado Camarón.

Tiene el coraje de su tocayo, el futbolista y el ingenio del creador de Mafalda. El incomparable Paco Vallecillo le llamaba sobrino y le dio alas, pero se curtió en los festivales de los años 80, desde El Gazpacho de Morón al Potaje de Utrera o La Caracolá de Lebrija. Aquellos años no sólo consolidaron su carrera sino que constituyeron un máster de compás acompañando el cante de Juan Villar, de Turronero, de la Niña de la Puebla o del Perro de Paterna, pero también el baile de Manuela Carrasco, Concha Vargas, Mario Maya, El Güito, La Singla o David Morales.

También, a partir de esa fecha, se convertiría en la escolta imprescindible para la resurrección del cante en el Campo de Gibraltar, en las voces de Canela de San Roque -noches de camisas rotas con Félix Grande en casa de Juan G. Macías-, Juan Delgado, Antonio Madreles y, sobre todo, la espléndida Paqui Lara.

Siendo ya abuelo, cuando el tiempo pasa y nos vamos poniendo serios, se le tributó un reconocimiento en el Palacio de Congresos de su patria chica, para el que sumaron esfuerzos desde el Ayuntamiento linense hasta varias empresas privadas. Onofre López y Antonio de Lara ejercieron como maestros de una ceremonia en cuya organización tuvieron mucho que ver el productor Antonio Benítez o la Sociedad del Cante Grande de Algeciras.

A la cita asistieron la mayoría de los supervivientes de esa larga nómina de cómplices jondos, a quienes se sumaron Miguel Poveda, Aurora Vargas, Chiquetete, Rocío Alcalá, José el de la Tomasa, Felipe Scapachini, Son de Sol, Manuel Gerena, Nano de Jerez, El Ecijano, Paco Peña, Niño Jero, Diego Amaya, Chicuelo, Paco Gimeno, Niño de la Leo, Fran Cortés, la tonadillera Erika Levia o incluso Maíta Vende Cá.

Fue un homenaje benéfico, de aquellos que tanto le gustaban al Beni: a favor de Quino Román y en contra de lo que no se nombra. Pero sobre todo fue un acto de justicia, el aplauso colectivo de uno de esos jornaleros del toque que en su modestia encierran mucho más virtuosismo y talento que cualquiera de esos triunfitos que, flor de un día, pegan el pelotazo pero terminan saliendo por la puerta grande del olvido.

A lo largo de su vida, Quino ha llenado pocos estadios pero ha salido a hombros de muchos más corazones amigos de todos los que se juntaron para rendirle honores. Si el flamenco tiene un reino, él es uno de sus príncipes. Es de este mundo y se llama duende. El Quino, en definitiva para todos los miembros de la Peña Flamenca Cultural Linense, que en algún momento han pasados instantes inolvidables con él, era el prototipo del auténtico linense: generoso, transparente, sencillo y esencialmente humano. Fue un tocaor dueño no sólo de una técnica sólida y de grandes matices, sino también de una intuición musical y de una fortuna expresiva fuera de lo común. Quino fue improvisador, una fuente de música flamenca que cuando lo escuchábamos nos daba escalofríos.

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