Enciclopedia de La Línea

Personajes ilustres, famosos y populares (XLVI)

Carmen Amaya y Antonio El Chaqueta.

Carmen Amaya y Antonio El Chaqueta.

La Enciclopedia de La Línea recoge en el tomo III las biografías de 329 personajes linenses o muy vinculados a la ciudad. Están representados casi todos los estamentos y profesionales. Contiene historias de literatos, pintores, docentes, sacerdotes, médicos, cantaores, cantantes, bailaores, compositores, músicos y toreros, además de psicológicos, locutores, deportistas y actores.

Antonio Fernández de los Santos ‘El Chaqueta’(Cantaor flamenco)

Cantaor nacido en La Línea el 10 de mayo de 1918. Murió en Madrid el 15 de mayo de 1980. Perteneció a familia gitana de larga tradición flamenca, la de los Chaqueta. Era hijo del Mono y de Tomasa La Fideíto, hermano de Tomás, de Salvador y José así como cuñado de Antonio El Flecha.

Tuvo descendencia de Margarita Muñoz Moreno, también de La Línea, con quien se casó el 10 de mayo de 1938: Tomasa, que nació el 11 de enero de 1937 y murió en 1938, y la bailaora María Luisa, nacida el 7 de febrero de 1939 y muerta también muy joven, el 28 de febrero de 1974.

Luisa se casó con el guitarrista Basilio Escámez Muñoz, Basilio de Cádiz. Ambos son los padres de Salva de María, nacido en 1966, guitarrista afincado en Barcelona, y de Nicolasa Escámez Fernández, nacida en 1970.

Ésta es la quinta generación de artistas a partir del abuelo de Antonio El Chaqueta: Antonio Fernández Cortés.

Antonio Fernández despuntó en Madrid, donde se afincó tras sus inicios en la zona

Sin duda, El Chaqueta fue el más grande cantaor de esta comarca. Uno de los más largos de la historia del cante. Era conocedor como pocos de todos los palos del cante. Junto con Pastora, Vallejo y El Gloria, fue el gran dueño del compás. En los comienzos de su carrera utilizó el mismo sobrenombre que su padre, El Mono. Apenas fue conocido fuera de los ambientes de la reunión flamenca, en colmaos, ventas, etc. En el Villa Rosa de Madrid fue fijo durante muchos años. Los buenos aficionados siempre valoraron en alto grado su gran conocimiento del cante, especialmente de estilos a punto de perderse.

En la Antología de Hispavox puso en circulación nuevamente una espléndida versión del cante por romeras casi olvidada. Era el cantaor a quien más admiraba Camarón de la Isla, en algunos de cuyos cantes hay influencias del Chaqueta. De él declaró en una ocasión: “Es y ha sido el más largo de todos los cantaores de flamenco, ha conocido más palos que todos y se ha muerto sin pena ni gloria”.

Si ha existido un artista flamenco nunca valorado en toda su dimensión, ese es Antonio El Chaqueta. Cantaor al que se puede considerar fuente de inspiración de muchos intérpretes que han sido sus coetáneos y de otros que han ido llegando a la profesionalidad y a la fama posteriormente. Entre los que convivieron con él, tenemos a Chano Lobato, que de vez en vez y a lo largo de sus recitales sacaba a relucir los giros chaqueteros por fiestas. Y entre los que siguieron su estela siendo más jóvenes, ningún ejemplo admirativo mejor que el de Camarón. El lamentablemente desaparecido genio de la Isla, lo proclamaba abiertamente: para él, Antonio El Chaqueta era uno de sus más ciertos maestros.

Decenas de artistas quedan influenciados por el arte y buen hacer de El Chaqueta

Después de unos comienzos en la zona del Campo de Gibraltar, donde se le conocía con el mote de El Mono, al igual que su padre, se trasladó a Madrid siendo muy joven y allí empezó a desarrollar su trayectoria profesional, primordialmente en los colmaos, sobre todo en el denominado Villa Rosa, donde allá en los primeros años cuarenta era uno de los artistas más reclamados para las juergas en los cuartos por su calidad y personalidad cantaora en primer término y, también, por su entidad humana, como bien nos cuentan cuantos le trataron. El cabal malagueño Pepe Fernández, nos aseguraba: “Era un gitano de pura raza, leal a carta cabal, respetuoso y atento con todo el mundo, amable y siempre en su semblante había una sonrisa continua que transformaba en gran simpatía, era un hombre que no tenía maldad, dotado de una virtud poco común ya que a veces era tan noble y tan sencillo que parecía casi infantil. No era nada egoísta, para él todo era bueno y jamás le escuché hablar mal de ningún compañero al igual que ningún compañero lo hizo de él, sino todo lo contrario, lo admiraban, era un artista que aparte de sus méritos como cantaor, fue querido por todos los que le conocimos”.

En 1942, Antonio El Chaqueta, ya se le llamaba así por influencia del apodo de su hermanastro Tomás, contrajo matrimonio con Margarita Muñoz, teniendo dos hijos. Y la década de los cincuenta resultó para El Chaqueta auténticamente esplendorosa por diversas razones, entre ellas por su popularidad en los tablaos y en el Circo Price de Madrid, y por su colaboración a instancias del tocaor jerezano Perico del Lunar, en la Antología del Cante Flamenco (Hispavox), donde impresionó dos cantes para la historia, las siguiriyas cabales y las romeras, porque sobre todo las romeras han quedado como cante catón a seguir por todo aquel que quiera cantarlas con todos los dones de la tradición. También en los años cincuenta intervino en tres películas como mentor de Joselito, el niño prodigio del momento, y además grabó sus canciones aflamencadas, obteniendo una fama enorme, pues sonaban en todas las emisoras a petición de los oyentes. La voz inconfundible por inefable de Antonio El Chaqueta se hizo familiar a todos los aficionados, y la gente cantaba con él su versión por bulerías del chachachá Quizás, quizás, quizás, de la canción Tus ojos negros, de los boleros María Dolores y Mira que eres linda junto a la guitarra de Paco Aguilera. Aquello fue lo que hoy se considera un boom discográfico.

Antonio El Chaqueta (segundo por la derecha) junto a varios aficionados. Antonio El Chaqueta (segundo por la derecha) junto a varios aficionados.

Antonio El Chaqueta (segundo por la derecha) junto a varios aficionados.

Pasados los años cincuenta, Antonio El Chaqueta se instaló en Málaga con su nueva compañera, Adela Jiménez Vargas, hija del cantaor jerezano El Pili, con la que tuvo tres hijos, participando en los tablaos de la Costa del Sol y formando parte del grupo de flamencos malagueños dedicados a ganarse los “jurdós” en las reuniones en ventas y fiestas íntimas. De una de esas noches que Antonio El Chaqueta vivía bohemiamente y con la lógica dosis de alcohol, existe una grabación en cinta magnetofónica, en la que desarrolla un repertorio de estilos sumamente interesante y amplio, cantando sin guitarra, solamente acompañándose con el son de los nudillos en la mesa. El contenido de esta grabación lo compone una tanda de cantes en los que deja patente su profunda y ancha cultura estilística desde las tonás a las bulerías, pasando por alegrías, malagueñas, martinetes, livianas, tangos, cantiñas… y también una fiesta con la guitarra de Antonio Arenas, en la que mezcla aires buleaeros gaditanos con canciones por bulerías. Luego, tangos lentos… Y es verdaderamente sugestivo el eco de voz de El Chaqueta cantando sin la preocupación del escenario, en la relajada reunión de amigos.

El Chaqueta está presente en muchos de los actuales cantaores, entre ellos Rancapino, que sigue al pie de la letra y de la música algunas de sus bulerías, así como en sus sobrinos Manuel El Flecha y El Chaquetón, dos importantes cantaores a los que no se les ha hecho la justicia que merecen, hijos de una de sus hijas, María, y del cantaor El Flecha de Cádiz, y que son hoy los representantes más sobresalientes de su descendencia, junto a Chalequito, uno de sus hijos de su segundo matrimonio. A los que hay que sumar un nieto guitarrista, Salva de María, hijo de su hija María Luisa y del tocaor Basilio.

Pero la auténtica descendencia de Antonio El Chaqueta es la influencia que ha ejercido en los cantaores a partir de los años cincuenta. Y es sumamente sorprendente la admiración que por él siguen sintiendo artistas que compartieron sus actuaciones. Juan Habichuela, cada vez que hablamos, me confiesa que a nadie le ha tocado la guitarra más a gusto. Y cuando allá en Málaga no estaban en el mismo tablao, al terminar su trabajo se acercaba a donde cantaba El Chaqueta para escucharle. No lo podía remediar. Y añade siempre: “Era distinto a todos, tanto era su compás, que acompañarle era lo más fácil y más bonito del mundo”. Y como el testimonio del maestro Habichuela, podríamos reseñar muchos otros. En definitiva, El Chaqueta, fue tan maestro de flamencos como creador.

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