Carmen Gil rinde tributo a La Línea desde su mágico universo literario
La escritora ofrece un emotivo discurso por el 142 aniversario del municipio en el que no faltan los recuerdos de su infancia · Ensalza el carácter de los linenses y dibuja su ciudad soñada en el futuro
Mágico, como sus libros y sus personajes. Así fue el discurso que la escritora y profesora linense Carmen Gil ofreció ayer con motivo del 142 aniversario de La Línea en un pleno extraordinario que la Corporación municipal celebró a una hora muy temprana para ser jornada festiva y transcurridos varios días de Velada y Fiestas. El cansancio era visible en la reina juvenil y sus damas y en algún que otro asistente. Autoridades del Campo de Gibraltar y responsables de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en la ciudad acudieron al pleno, así como otras personalidades si bien la sesión no estuvo muy concurrida.
Aunque el discurso le correspondía este año al grupo socialista, la alcaldesa, Gemma Araujo, optó por encomendarle esta responsabilidad a Carmen Gil, que confesó estar acostumbrada a hablar aunque ante otro tipo de público algo más exigente "e implacable", refiriéndose a los niños. La escritora advirtió que no iba a ofrecer un discurso sombrío y cargado de pesimismo sino que quería arrancar una sonrisa con el suyo.
Gil dedicó el discurso a su madre, que aseguró le ha transmitido "el cariño por esta tierra, el orgullo de pertenecer a ella y las ganas de pregonarlo(...). Dicen que nadie es profeta en su tierra. Yo, afortunadamente, no lo siento así. La Línea me ha hecho muchos regalos, como ponerle mi nombre a una de sus bibliotecas. Soy una persona con suerte".
La profesora, que ha sido distinguida por la Junta de Andalucía con la Medalla de Oro al Mérito en la Educación y que reside en Aracena (Huelva), reconoció que La Línea está muy presente en su obra, tanto en dos de sus novelas juveniles como en sus poemarios infantiles y leyó algunos de sus versos. "Aunque una esté escribiendo de un hada que estrena varita y todo lo encanta al revés, de un fantasma al que se le ha encogido la sábana y ahora asusta en minifalda o de un sapo que no quiere convertirse en príncipe por nada del mundo, no puede evitar plasmar en sus escritos aquello en lo que cree y aquello que ama. Yo creo en La Línea. Yo amo a La Línea. ¡Y cuánto se echa de menos cuando se está lejos! Se aprende a mirarla con ojos nuevos, y los posibles defectos se convierten en virtudes", indicó.
El viento, factor determinante en la vida de La Línea, es para la escritora sensación de libertad. "Levante, poniente, viento del moro, sur, levantichón, vendaval, viento del norte, calma chicha… Toda una ciencia que algunos no llegamos a dominar. ¿Os parece frío el mar? Yo, cuando me meto en otras aguas, las encuentro templaduchas y llego a casa con la sensación de no haberme bañado. Y es que no me cabe la menor duda de que los chapuzones aquí tienen propiedades terapéuticas: refrescan el cuerpo… ¡y las ideas!. Pero, sin duda, lo que más se añora de La Línea cuando se vive fuera es la alegría. La alegría que viste el día de fiesta y llena de color el mundo. Esa capacidad del linense de sacarle partido a la vida, de disfrutar de lo que le rodea. La alegría que, sin duda, es la mejor arma para afrontar las adversidades y, en estos tiempos difíciles, conservar la fe en el porvenir".
Entre los signos de identidad de La Línea, Gil destacó también la modernidad: "La Línea ha sido un lugar expuesto a las influencias, tanto del turismo que llegaba a la Costa del Sol, como de los ingleses que vivían en Gibraltar. Esa mezcla de culturas ha proporcionado un carácter receptivo, acorde con el tiempo actual y avanzado en sus costumbres".
En este punto invitó a los asistentes a hacer un viaje al pasado y fue entonces cuando desgranó algunos recuerdos de su infancia: la playa, la librería Villar, el cine Cómico, la plaza de Fariñas, los helados de Monerris, el parque y la frontera cuando acudía a ver a sus tíos "separados por metros de intolerancia, los más largos que he conocido jamás".
La Feria y la magia de la cabalgata también fueron mencionados con cariño y emoción por la autora, que a continuación se refirió al presente de la ciudad, por el que aseguró iba a pasar "de puntillas. Es un presente cuajado de problemas pero también lleno de gente en las terrazas, de bullicio en las calles y de esperanza en los corazones. Un presente en el que La Línea no sólo despunta en cante y baile. No hay campo del saber en el que no nos topemos con un linense destacado" y mencionó al sociólogo Salustiano del Campo y al biólogo José Carlos García Gómez.
El futuro protagonizó la parte final de su alocución, un futuro en el que la escritora ve a La Línea como la ciudad de las bicicletas, con campamentos de inmersión lingüística, una ciudad próspera y turística, con una red de bibliotecas -en este punto reivindicó la reapertura de la que lleva su nombre-. Tras leer unos versos dedicados al mar de La Línea deseó a todos un feliz cumpleaños.
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