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Asociaciones benéficas y de protección (I)

Enciclopedia de La Línea

TOMO X El décimo volumen de la Enciclopedia de La Línea está dedicado a la vida social en la localidad, con un repaso a entidades de todo tipo

Sor Magdalena, directora del Hogar Marillac.
Miguel Del Manzano Prats

11 de marzo 2018 - 08:19

LA ciudad de La Línea ha sido muy prolífica a lo largo de su historia en cuanto a la creación de entidades sociales. Las que se recogen en este apartado se dedican a las benéficas y de protección.

hogar marillac (1992)

Para quien no conozca el Hogar Marillac, les cuento que es una casa de la Compañía Hijas de la Caridad de La Línea, donde un grupo de religiosas realiza desde 1992 una labor encomiable y pionera en su momento por la que han recibido ya a lo largo del tiempo muchos reconocimientos. En esta casa se encargan de cuidar a personas enfermas de sida, muchas de ellas en estado terminal. Hacen que su vida sea más fácil o al menos un poco más difícil de lo que ya es de una manera tan silenciosa que sorprende por su modestia.

Atienden, cuidad y miman a estas personas que en muchas ocasiones han sido abandonadas por la sociedad porque la enfermedad les ha pasado tal factura física y psicológica que se encuentran en un estado muy deteriorado. Las instalaciones de La Línea tienen capacidad para 15 hombres sin recursos.

Pues bien, aunque el trabajo que realizan las monjas en el Hogar Marillac de La Línea, merece ya de por sí, un espacio único, hoy les hablo de otro de sus proyectos, en este caso en Algeciras, donde tienen dos pisos donde conviven enfermos de sida. Su situación no tiene nada que ver con los que se encuentran en la casa de La Línea. Son personas que no se encuentran en una situación grave, que en ocasiones no han desarrollado la enfermedad, o sea que son seropositivos, o que sí la han desarrollado, pero que han recuperado una calidad de vida muy digna, gracias a la medicación y sobre todo a su esfuerzo personal.

Es el que han hecho para conseguir estar mejor y que por tanto, han salido de la casa de La Línea, para vivir en estos dos pisos, donde intentan recuperarse no sólo físicamente sino psicológicamente para poder reinsertarse algún día a la sociedad.

Son dos pisos. Los únicos de estas características y con este objetivo en Andalucía. Separados pero uno junto al otro. En ellos viven ocho hombres (cuatro en cada uno) y han sido distribuidos según su estado y el avance que haya o vayan experimentado. Uno es un piso tutelado las veinticuatro horas del día por una serie de educadores y profesionales que les guían en su camino, donde están los que podríamos decir, se encuentran mejor.

El segundo piso cuenta con una supervisión por parte de los educadores, donde sus inquilinos cuentan con una mayor libertad (que es lo que a veces, a ellos les da más miedo), en el sentido de que salen a la calle a hacer sus compras, sus gestiones, sus visitas al médico, siempre acompañados por uno de estos técnicos que están coordinados por su responsable, José Luis Domínguez. Son educadores, monitores, trabajadores sociales y psicólogos. Cada uno de los inquilinos tiene un tutor que de manera individualizada se encarga de su caso, realiza un seguimiento de cada uno de ellos, para que pueda ir valorando al detalle cuál es su evolución. En el piso llevan una vida normal, como cualquier persona que tenga que encargarse de sus cosas de casa, la compra, la limpieza, y todas aquellas tareas que cada uno llevamos a cuestas con nuestras vidas.

Para ello, se reparten las tareas del hogar y tienen unas normas de convivencia que marcan los educadores y que ellos tienen que encargarse de cumplir para que poco a poco, sean responsables de sus acciones y de su vida. Los educadores les preparan en distintas materias, habilidades sociales, conocimientos básicos a nivel cultural, trabajan en las recaídas que puedan sufrir, porque la gran mayoría han sido drogodependientes y están dentro de programas de metadona que hay que supervisar de manera concienzuda. Por eso, estos hogares compartidos se llaman pisos de autonomía personal, porque ellos consiguen poco a poco ser un poco más independientes de todas aquellas cosas, situaciones, sustancias de las que un día fueron totalmente dependientes y por las que perdieron prácticamente todo.

Para cada uno de ellos, con sus historias particulares y personales, pasar a este piso ha sido y es toda una experiencia vital que a algunos les ha dado vértigo, porque lo que para nosotros son situaciones cotidianas, rutinarias, para ellos es todo un reto personal, porque saben que se preparan para volver a la calle, para vivir de manera independiente, llevando las riendas de su vida.

José Luis Domínguez cuenta y describe algunas de estas experiencias con satisfacción porque aunque se pasan momentos muy malos por la frustración que algunos sufren al no poder hacer algunas cosas, es enormemente edificante, verles avanzar, salir adelante, intentando tener una vida como la nuestra, que se supone que llevamos “vidas normalizadas”, que es como se denominan, aunque todos estemos llenos de defectos, traumas y frustraciones que a veces se nos puedan hacer insoportables.

Para José Luis y sus compañeros, su trabajo es un trabajo más, cosa que cuesta creer porque su jornada laboral está relacionada con la situación emocional de otras, que un día estuvieron completamente desahuciados por la sociedad. Los enfermos de sida siguen sufriendo muchas veces la marginación. Cuenta uno de ellos que cuando va al ambulatorio en chándal y debido a su delgadez, que en ocasiones está causada por la medicación que deben tomar, le tratan de manera diferente a cuando va mejor vestido y con unas gafitas más modernas. Eso es una realidad. A todos nos afecta el aspecto exterior, la indumentaria de una persona y nos regimos por unas escalas de valor muy equivocadas en ocasiones, juzgando a diestro y siniestro a las personas en función de su aspecto o forma de comportarse.

A lo largo del año largo que llevan funcionando estos pisos (en 2013, cuando se publicó la enciclopedia), tan sólo se han producido dos altas voluntarias de las personas que están alojadas. Pero han sido voluntarias y por tanto, los técnicos no pueden hacer nada contra su voluntad. Aún así, dice José Luis que muy pronto, puede que alguno de estos hombres salgan con el visto bueno del equipo de educadores que trabajan con ellos porque su situación haya cambiado, haya avanzado en un camino adecuado, que le permita tener una vida normal, todo lo normal que nos permite José Luis, coordinador Pisos de Autonomía Personal esta sociedad.

Conocer proyectos de estas características produce una tremenda satisfacción. Por ellos, por estas personas que luchan por tener un espacio entre los demás, pasando desapercibidos entre la masa y por los profesionales que se encargan de acompañarles de la mano y a soltársela cuando ven que todo va bien. Es otra manera de ver esta enfermedad, siempre un tema tabú, que parece un asunto de otros, salvo cuando toca de cerca. Este proyecto, estos pisos, son el símbolo de la superación, del esfuerzo, de la constancia de ese esfuerzo. Otra perspectiva de una enfermedad que muchos asocian a drama y a muerte y que dignifica a personas que siguen sufriendo la marginación. Gracias a todos por ser así. Os deseo mucha suerte.

El piso fue cedido por la antigua Empresa Pública de Suelo de Andalucía. “Es un piso tutelado donde estos hombres hacen la compra, cocinan, salen a pasear y comienzan a tener una vida autónoma y normalizada. Eso es lo que pretendemos. Algunos asisten a cursos y otros intentan buscar trabajo para poder tener una vida digna y autónoma”, explicó la directora del Hogar Marillac, Sor Magdalena.

La congregación observó que era necesaria esta iniciativa. “Veíamos que muchos de nuestros usuarios no querían estar en el Hogar Marillac una vez que su estado de salud había mejorado. Al no tener recursos, muchos volvían a la calle, a dejar la medicación y a recaer en la drogadicción. Era un círculo vicioso. Eso es lo que pretendemos evitar con este piso tutelado”, indicó la religiosa.

En cuanto al Hogar Marillac, sigue teniendo capacidad para 15 usuarios y todos deben ser hombres. “Antes era mixto y teníamos algunas plazas reservadas a mujeres pero vimos que apenas había seropositivas que necesitasen este recuso y que teníamos muchos hombres en lista de espera. En cualquier caso, existe otro centro, el de Gerasa, que sí tiene plazas reservadas para mujeres con esta enfermedad”.

La mayoría de los 15 usuarios del Hogar Marillac son de La Línea y del resto de la comarca, aunque las Hermanas de la Caridad tienen concertadas algunas plazas con la Junta de Andalucía, por lo que también hay enfermos de otros puntos de la Comunidad Autónoma.

Afortunadamente, la calidad del enfermo de sida ha cambiado sustancialmente en estos años. “Antes estaban estigmatizados. Nuestro objetivo era ayudar a estas personas a morir dignamente. Eran enfermos terminales. En la actualidad, los avances médicos hacen que hayan pasado a ser enfermos crónicos que con la medicación y determinados hábitos de vida saludable pueden tener una vida normalizada”. El perfil de los usuarios del Hogar Marillac es el de un hombre de entre 40 y 50 años, sin recursos económicos, procedente de una familia desestructurada y politoxicómano. En la inmensa mayoría contrajo el virus por vía parenteral al inyectarse heroína.

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