ricardo garcía cárcel. catedrático de historia moderna en la uab

"La sociedad catalana ha perdido la noción de la realidad"

  • El nacionalismo mitifica el 11 de septiembre de 1714, donde no hubo sólo un bando, ni siquiera en la ciudad sitiada "Sin Europa no hay nada"

-El problema no es antropológico, no hay un presunto carácter catalán confrontado a un presunto carácter español. Es un problema histórico que como tal ha pasado por distintas etapas. Ahora estamos en una conflictiva pero hubo otras que rozaron lo idílico.

-El eje del discurso nacionalista es 1714. La Diada. El sitio. Los héroes. La derrota.

-Fue un conflicto dinástico en el que austracistas y borbónicos se disputaban la sucesión de Carlos II, el último rey Austria. Felipe V frente al archiduque Carlos. Cataluña no fue la única austracista: hubo apoyos en toda la corona de Aragón y también en Castilla. Igual que hubo una Cataluña austracista, la hubo borbónica (los botiflers), y no era ni mucho menos residual. La prueba irrefutable es que en 1705, cuando los austracistas tomaron Barcelona después de haberlo intentado el año anterior, fueron muchísimos los proborbónicos que desalojaron la ciudad. Cuando los borbónicos asediaron Barcelona en 1713, también fueron muchos los barceloneses que prefirieron no resistir. Cataluña y España eran muy plurales en esa época.

-Vamos a la caída de la ciudad.

-Felipe V es el rey demonio para el nacionalismo. Nunca entendió lo que para él fue una traición de los catalanes, que hasta 1704 le habían manifestado lealtad y elogios. Había jurado los fueros de las Cortes y se había casado con su primera mujer en el monasterio de Vilabertrán, en Gerona. Pero en 1704 hubo un viraje radical: los catalanes felipistas optaron por el archiduque Carlos. Ese viraje Felipe V lo consideró delito de lesa traición y explica el resentimiento y la saña con que entró en Barcelona.

-¿Por qué ese viraje?

-Había una razón económica. A principios del siglo XVIII, el lobby de intereses que encabezaba el burgués Sebastiá Dalmau mira al Atlántico, es decir, a Inglaterra y Holanda antes que a Francia, que planteaba un problema de competencia para las mercancías catalanas. La burguesía catalana siempre se ha movido mejor en un marco proteccionista que en uno librecambista. Otra razón era la creencia de que Luis XIV estaba ya en decadencia: los Aliados parecían caballo ganador. Los comportamientos antiforales de Felipe V, que se han invocado también como causa, son una falacia: apenas hay diferencias entre las concesiones que hizo a las Cortes en 1701 comparándolas con las que hizo el archiduque Carlos en 1705-1706.

-1714 ha pasado por varias reformulaciones a la carta.

-Durante la mayor parte del siglo XIX fue el carlismo el que cultivó la imagen épica de la resistencia. La primera gran crónica al respecto la hizo un canónigo llamado Mateo Bruguera. Luego ha habido una reinvención a partir de Prat de la Riba pero sobre todo con la Esquerra del inicio del siglo XX. 1714 se interpreta entonces no a la manera carlista, que daba una visión conservadora de la sociedad barcelonesa, sino vendiendo la imagen de que el monopolio de la modernidad lo encarnaban los resistentes.

-Cuando surge en el siglo XIX, el nacionalismo no tenía tintes políticos.

-En Cataluña, ese nacionalismo original es sobre todo cultural, pero desde la crisis del 98 sí se plantea la conquista de un Estado propio. La historia del siglo XX y de lo que llevamos del XXI han sido los periódicos intentos de conquista o asalto del Estado. Los momentos estelares fueron 1931 y 1934, primero Macià al proclamar la República catalana (rápidamente desarticulada porque fueron a verle tres ministros catalanes y de ahí salió el Estatut republicano), y luego Companys. Ahí hubo una inmediata reacción militar del general Batet, que con par de cañonazos liquidó el movimiento.

-Un argumento habitual reza que más protagonismo catalán en los asuntos de Estado habría suavizado las reivindicaciones.

-Los catalanes trataron dos veces de asumir el monopolio en la gestión del Estado. Una en 1868-1873, con la revolución y la I República, etapa en la que acuñaron el proyecto federal para España y que acabó en un fracaso total. Otra en los años 20 del siglo XX, a través de Cambó, que exigió un intervencionismo directo. La duda es si el modelo catalán ha generado demasiadas suspicacias y si ha habido prevenciones a la hora de fichar a ministros catalanes, aunque haya habido muchos. Quizás sea una asignatura pendiente que el Estado se hubiese abierto a un mayor protagonismo político de los catalanes.

-¿Fue mayor la represión franquista en Cataluña?

-Afectó obviamente a la lengua como ocurrió en todas las comunidades' que tenían una propia. Probablemente en Cataluña hubo menos muertos que en otras regiones. Hubo una Cataluña franquista con una presencia extraordinaria en la sociedad. Es curioso como la televisión autonómica oculta escenas de auténtica devoción, con masas en la calle cuando Franco visitaba Barcelona. Una buena parte de la burguesía catalana se identificó con el dictador. El propio Cambó cofinanció el levantamiento del 18 de julio.

-ERC amaga con una declaración unilateral de independencia si llega al poder. Como en 1931 y 1934.

-Esquerra escenifica mucho. Tiene su clientela, y a ella le van este tipo de gestos. Pero si esos gestos no tienen la cobertura de Europa, no sirven para nada. La UE, ahora más que nunca y después de la experiencia escocesa, está decidida a evitar todos los espasmos secesionistas. La burguesía catalana, por residual que sea respecto a la vieja burguesía liberal, no va a sumarse a una aventura de esta naturaleza.

-¿Es riguroso establecer paralelismos con Escocia?

-Al nacionalismo catalán le ha venido maravillosamente lo de Escocia porque ha cargado de ansiedad la situación política. Pero ni histórica ni políticamente hay conexión. Curiosamente, el no del referéndum escocés, que debía servir para desmotivar al independentismo catalán, no ha generado sino la lectura de que allí al menos ha habido consulta. Ninguna referencia al resultado.

-¿Le ha sorprendido lo de Pujol?

-Me ha sorprendido, aunque a la vez todos intuíamos que había bastantes aspectos poco confesables en su vida. El relato que ha compuesto Pujol en sus memorias es cómo fabricar un santo dentro de una sociedad que hoy está teñida de fe religiosa. Cuando la realidad se contrapone a la fe, el castillo de naipes se derriba. Pujol es ahora un muñeco roto, el problema es no saber qué incidencia tendrá sobre una sociedad que ha perdido completamente el sentido de la realidad.

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