Licenciada en Filología

Elvira Roca Barea: “La razón siempre está en minoría”

Elvira Roca

Elvira Roca / Jesús Hellín (EP)

Elvira Roca Barea es licenciada en Filología Clásica y Filología Hispánica y doctora en Literatura Medieval. Ha enseñado en varias universidades estadounidenses y europeas latín y griego, literatura española e historia del mundo hispano. Autora de numerosos artículos publicados en revistas especializadas y diarios nacionales, la mayor parte de su vida profesional la ha dedicado a alfabetizar adolescentes en la enseñanza pública como profesora de instituto. Su obra Las brujas y el inquisidor (Espasa), en la que desvela la figura de Alonso de Salazar y conduce a un viaje por los entresijos de la brujería en el siglo XVII, ha obtenido el Premio Primavera de Novela.

-'Las brujas y el inquisidor' es su primera novela de ficción. ¿Qué le llevó a elegir este tema?

-No sé exactamente cómo fue el proceso porque fue larguísimo. Hace muchísimo que me había interesado el asunto de Zugarramurdi, de ahí conocí a Alonso de Salazar y me empezó a interesar más el personaje del inquisidor.

-La obra arranca con el episodio de Zugarramurdi, el caso más famoso en España.

-Es el episodio de brujería más conocido de España y también fue muy famoso fuera. Era muy chocante para mí el contraste de lo muy famoso que era el caso de brujería de Zugarramurdi y no el nombre del inquisidor que intervino en ese caso.

-¿Hasta qué punto fueron las "brujas" cabezas de turco o se utilizaron como cortinas de humo en esos momentos convulsos?

-Es complicado de entender. La mayor parte de los brujos y brujas que fueron víctimas de persecución y condenas, incluso ejecutados, fueron víctimas de sus propias comunidades. La mayoría de la gente creía que esto era verdad. La mayor parte de las brujas, en el caso de Zugarramurdi, son denunciadas por sus vecinos y sus familias, incluso ellas se denuncian a sí mismas ante las autoridades. El planteamiento que hacemos hoy es de una serie de personas que eran inocentes, o que a lo mejor realizaban practicas de curanderos, y aparecen fanáticos que las persiguen. Pero no es en absoluto así. Alonso de Salazar salvó a muchas personas de sí mismas, de su propia superstición e ignorancia, porque muchas creían que esto era verdad. El 99% de la gente cree que todo lo que está relacionado con las brujas es cierto.

-La trama desvela la figura histórica de Alonso de Salazar, pero los inquisidores siempre han tenido muy mala fama...

-El arquetipo de inquisidor malvado, fanático, asesino... ha quedado fijado en el imaginario colectivo a partir de la literatura de tal forma que todo inquisidor que aparece en el horizonte automáticamente tiene que responder a ese modelo. Un inquisidor que no responde a ese modelo no puede existir. Y en cierta forma eso ha contribuido a que Alonso de Salazar haya sido completamente ignorado o directamente arrastrado a ese arquetipo. Alonso de Salazar fue descubierto mucho antes, sobre todo por historiadores extranjeros que estudiaron la documentación relacionada con Zugarramurdi. Pero el arquetipo es muy poderoso y el tiempo puede con la realidad. La potencia de ese arquetipo literario ha podido con hombres que fueron grandísimos, en concreto este señor.

"Hoy casi nadie se atreve a decir ciertas cosas en voz alta. Se arriesga a un linchamiento social”

-¿Se pueden extrapolar los estereotipos del siglo XVII a la actualidad? ¿Hasta qué punto siguen vigentes?

-El hecho de que una sociedad comparta fanáticamente unos puntos de vista y se considere con el derecho a arrasar a todo el que no comparte ese punto de vista existió entonces, ahora y en todos los lugares. Siempre ha existido. Por eso en determinadas épocas o contextos el fanatismo empeora y en otras es más suave, pero un hombre como Alonso de Salazar es extraordinario. Alguien que se enfrenta a una situación en la que el 99% de la gente cree algo sin fisuras y, sin embargo, su razón le dice que es mentira y lo sabe porque él establece a prueba crítica las afirmaciones que hacen los testigos en los interrogatorios. Nunca se puede probar nada. Alonso de Salazar se aferra a eso que el ser humano tiene que es más poderoso que todo lo demás, que es la razón, el juicio racional.

-Su novela aborda la racionalidad frente al fanatismo. ¿Qué pesa más hoy?

-La razón está siempre en minoría. Siempre, no es algo particular de este tiempo. El cerebro humano funciona conforme al pensamiento mágico casi siempre, estableciendo falsas relaciones de causa-efecto, sobre todo siguiendo fanáticamente cualquier cosa que sea la creencia de la mayoría para no ser el raro, el que se arriesga a tener una posición que lo pueda convertir en un paria social. Hay épocas en las que está un poco más atenuado. Ahora estamos en una de esas épocas feroces en las que se sigue fanáticamente las creencias mayoritarias y cualquiera que se atreva a ponerlas en duda es linchado.

-¿Hay 'caza de brujas' en la política actual?

-Hay caza de brujas en el sentido de que casi nadie se atreve a discrepar o decir ciertas cosas en voz alta. Se arriesga como mínimo a un linchamiento social.

-¿Son las redes sociales los "dedos acusadores"?

-Es que las redes sociales han servido para algo tan tremendo como el linchamiento impune. Antes, cuando se linchaba a alguien, había que tomarse la molestia de tocarlo, de hacerlo en directo y arriesgarse a la violencia. Pero ahora no, es el colmo. Estás tranquilamente en tu casa, en tu sofá, provocando el linchamiento de un ser humano, acabando con la reputación de cualquiera. Ha sacado lo peor de nosotros.

-¿Es la novela histórica una herramienta para enseñar?

-La novela histórica podría ser una herramienta para enseñar formidable y muchas veces lo es, pero también puede ser una herramienta de desinformación, especialmente en el caso de autores que son magníficos escritores. Por ejemplo, Yo Claudio, de Robert Graves, ha educado en Roma a varias generaciones de europeos. Es un escritor magnífico pero muestra una visión muy parcial y tremendamente viciosa, negativa y terrible de Roma. La novela histórica podría enseñar muchísimo, pero vamos a la historia y normalmente manejamos ese material novelable sin respeto a la información y a veces sin darnos cuenta de hasta qué punto se puede tergiversar la visión de un periodo. Como capacidad para enseñar infinitamente, pero para desinformar también infinita.

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