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Un esperpento llamado Balona (5-3)

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Preocupante La Balona cae goleada en Sevilla víctima de una defensa 'de blandiblú' y enlaza siete meses sin ganar a domicilio Y gracias El filial nervionense indulta a los albinegros en el tramo final, en el que la goleada pudo alcanzar lo grotesco

Joe se lanza al suelo para evitar la entrada en el área de un jugador sevillista.
Rubén Almagro / Sevilla / Enviado Especial

24 de septiembre 2012 - 05:02

Árbitro: Víctor Pérez Peraza, gomero adscirto al colegio tinerfeño. Mal. Todos las dudas las resolvió a favor de la Balona. Concedió un gol a Copi en más que probable fuera de juego y anuló uno al local Rabello sin motivo aparente.

Tarjetas: Amarillas a los locales Atienza (26'), Alberto Moreno (62') y Álex Rubio y a los balonos Mario (38'), Dani Gallardo (40'), Ocaña (57') y Bello (79'). Expulsó del banquillo al utilero sevillista Francisco Javier Arza (76').

Goles (1-0) 1' Jozabed desde la frontal. (1-1) 27' Rubén Cuesta de golpe franco directo. (1-2) 38' Copi en posible fuera de juego. (2-2) 39' Mario en propia puerta. (2-3) 42' Atienza, en espectacular volea. (3-3) 62' Copi, a la salida de un córner. (4-3) 65' Álex Rubio, dentro del área. (5-3) 82' Samu, en acción personal, culmina la goleada.

Incidencias: Encuentro de la quinta jornada de Liga en el grupo IV de la Segunda división B, disputado en la Ciudad Deportiva José Ramón Cisneros de Sevilla ante unos 300 espectadores, de los que un centenar largo había llegado desde La Línea. Calor asfixiante y terreno de juego en magníficas condiciones.

Si Valle Inclán no hubiese creado El Esperpento cualquiera del centenar largo de balonos que acudió ayer a la Ciudad Deportiva José Ramón Cisneros hubiese tenido una oportunidad única de usurparle ese derecho. La centenaria Balompédica desaliñó ayer su historia enseñando sus vergüenzas ante un filial, el del Sevilla, que se compadeció y le perdonó al final una goleada aún mayor, de esas que perdurán en la memoria a lo largo del tiempo. Porque escocer ya escuece suficientemente ésta. O al menos debería.

Los de La Línea -como sostiene este periódico desde hace semanas- son incapaces de tapar las vías de agua de una retaguardia inquieta, poco resuelta y frágil hasta desesperar a su gente. Vulnerable por todos sus flancos. Marcar tres goles fuera de casa y volver de vacío es mucho más que un síntoma. Es la demostración incuestionable de que el equipo necesita mucho más que pasar por chapa y pintura. Siete meses sin ganar fuera tampoco parecen una casualidad.

Rafael Escobar se cubrió de gloria el viernes cuando defendió ante la prensa que la defensa de esta Balona es mejor que la de la campaña precedente. O se engaña, lo cual sería muy preocupante, o trata de hacerlo con el entorno, lo que igual es hasta más grave. La elogiada osadía de los albinegros, ese fútbol vertical y desabrochado que tantos réditos dio, tenía sentido porque el cuarteto de atrás ejercía hasta el pasado mes de junio de muro de contención. Ahora esos espacios que se crean se transforman en autovías huérfanas de obstáculos hacia el marco de un Pagola las más de las veces desguarnecido. Y da la sensación de que desesperado.

Por si eso fuera suficiente, antes de hacer la concesión a la opinión pública de descomponer la dupla que conformaban Alberto Merino e Ismael Chico en el pivote para dotar al equipo de más circulación, el técnico debió valorar que, por añadidura, reducía de forma notable la capacidad defensiva global de su escuadra. Y eso, teniendo en cuenta la escasa capacidad de resistencia de los que quedan detrás, se ha convertido en un gravísimo problema. Una media de dos tantos encajados por partido jugado lo avalan.

Reflexiones al margen, la compostura de la Balona en una Ciudad Deportiva convertida a ratos en un auténtico horno, quedó escenificada en el primer minuto. Nadie se tomó el trabajo de taponar el pelotazo largo de Atienza. Dani Gallardo resbaló, Rabello y Álex Rubio se las ingeniaron para hacérsela llegar a Jozabed, quien marcó sin apenas oposición.

Cuatro después Jony volvió a ganar la espalda a la defensa, pero, aunque pasando algún que otro apuro, la Balona se recompuso un tanto y en el 27' Rubén Cuesta marcó un golazo de golpe franco directo (1-1).

El tanto suponía el arranque del mejor cuarto de hora de los linenses. Mejor dicho, del único cuarto de hora en el que no estuvieron a merced de un filial nervionense voraz, cuyo tecnico, además, había preparado el choque con bisturí.

En el 38' un pase de Rubén Cuesta encontró a Copi en posición mucho más que dudosa y el algecireño, del que hasta entonces no había habido noticias, no perdonó (1-2).

Otro de los marcados defectos de este equipo es su falta de oficio, su incapacidad para frenar un partido. Para echar el freno de mano. No hay siquiera quien se tire al suelo para ganar oxígeno. Ya lo pagó muy caro con la eliminación copera. Y ayer volvió a dejarlo de manifiesto hasta por dos veces. La primera, un minuto después de ponerse por delante. Mario cometió una falta absolutamente innecesaria al verse desbordado y cuando Jozabed la botó tuvo la desgracia de cabecear el esférico hacia su propio marco (2-2).

No contentos con eso, los sevillistas aún voltearon el resultado antes del descanso. Atienza colocó en la misma escuadra el balón, que había estado un rato dando vueltas por el área como un mirón playero.

Tras el descanso Escobar reestructuró su equipo con la entrada de Abraham y Salvi, situando a Ocaña junto a Curro en el medio. La Balompédica tuvo unos minutos de lucidez, de mayor fluidez y después de que el propio Ocaña -que sigue divorciado con el gol- lo intentase dos veces y una más Abraham, fue Bello el que botó un córner para que Copi reestableciese las tablas. Esta vez a tres.

Era el minuto 62. Y la Balona no dejó pasar la oportunidad de poner en evidencia esa bisoñez incomprensible. Sólo tres después Joe le abrió la puerta a Álex Rubio, que soltó un chupinazo al que no supo responder Pagola (4-3).

Ésa fue, posiblemente, la última de las jugadas claves. Desde ese momento la Balona asumió el papel de un boxeador tambaleante que poco menos que reza para que le propinen el golpe necesario para acabar clavando la rodilla.

Pagola lo impidió con un paradón a Jozabed (72'), el árbitro anuló, erróneamente, un tanto de Rabello en el 75'... y en el 82' llegó la sentencia. Una pérdida de balón de Salvi a cuatro metros del área permitió a Samu meterse hasta la mismísima cocina (5-3).

El resto suspuso un sufrimiento innecesario para la parroquia linense, que contemplaba con desesperación como su equipo se paseaba sin rumbo. Álex Rubio, en el 89' indultó el sexto cuando sólo tenía que empujar el esférico.

Está escrito que a veces hay que tocar fondo para poder salir a flote. Ya sucedió dos tres años con una derrota en El Palmar igual que sonrojante que la de ayer, que catapultó al equipo hacia la gloria. Entonces el míster encontró la fórmula. Pero la semana que viene espera el líder y una más tarde, el Melilla. Y esta Balona precisa restañarse. O muy pronto los rivales acabarán por perderle el respeto ganado a maza y martillo durante toda la liga pasada.

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