Y colorín colorado
Real balompédica | granada cf · la crónica
Más de lo mismo La Balompédica se deja empatar en el 92' y firma su sentencia a espera de la confirmación definitiva Ratonería Copi, que es aclamado, adelanta a los de casa en el 66' tras llevarse el balón con la mano Situación Los linenses están a nueve puntos de la promoción y once de la permanencia con doce por jugarse
La Balona se despide de esta puñetera Segunda B. Con la misma extrema crudeza que ha estado regodeándose del equipo de La Línea desde que comenzó esta desapacible temporada. Con esa dolorosa sensación de injusticia que se acrecenta siempre en el tiempo añadido. La Balompédica vio ayer como un tanto del histórico Granada -ése que cada vez que se cruza en su camino le hace la pascua- se constituía en la guillotina que impedía a su fiel hinchada seguir echando mano, al menos una semana más, de sus casi quiméricas cábalas. Nueve puntos cuando quedan por jugarse sólo doce es demasiado incluso para los más optimistas. Ya sólo Baby cree en el milagro.
La afición, irreprochable una vez más, coreaba ilusionada el ¡sí, sí, sí, lo vamos a conseguir! cuando Miguel Montes, como el que pasa por allí, estableció la igualada en el 92'. Era la primera vez que el Granada lanzaba a puerta en toda la segunda mitad.
El Municipal se silenció como sólo se acallan los estadios que tienen conciencia de estar siendo escenario de una tragedia deportiva.
Los incondicionales balonos abandonaron la grada entre lágrimas mientras los visitantes incluso malograban una oportunidad clarísima para haberse llevado el triunfo. A esas alturas, la verdad, casi hubiese dado lo mismo.
El primer tiempo fue infumable, aburridísimo. Con Juli Ferrer borrado por decisión propia del terreno de juego durante toda la mañana y con Baby haciendo probaturas con los costados de la medular, al equipo de casa le pudo la impaciencia, la angustia que produce verse en ese momento en el que hay que ganar o ganar.
Por si las conocidas limitaciones de los albinegros no fueran suficientes, David Miguélez tuvo que ser reemplazado por culpa de unas molestias en la rodilla al poco de comenzar la contienda y los de casa se quedaron huérfanos de algo que se pareciese al criterio. Más que avanzar con el balón, lo acarreaban.
La Balompédica llegó alguna vez al área, pero ocasiones, lo que se dice ocasiones, no fue capaz de crear una.
Los visitantes tampoco estuvieron para tirar cohetes. Pero tres faltas presuntamente peligrosas lanzadas por los albinegros se convertían como por arte de birlibirloque (incapacidad de los locales para situarse como Dios manda) en contragolpe visitante. En uno de ellos (30') Vicente se plantó en el área con todo a favor, pero le pegó con su pierna mala y el esférico no encontró portería.
La segunda mitad fue otra historia. La entrada de Coco, tan acostumbrado a reivindicarse en las últimas jornadas de cada temporada, dio viveza al juego.
No es que fuera un fútbol exquisito, pero al menos sí que quedó la impronta de un once que se juega la vida, que pretende ganar por lo civil o por lo militar. En el 62' Manrique avisó pero fue incapaz de definir. En el 63' lo intentó Carlos Guerra desde el borde del área, pero Félix Campo metió bien los puños. Y en el 66' Copi hizo una ratonería que no vio el árbitro, se llevó el balón con la mano, completó la faena con una perfecta vaselina y puso por delante a los de casa entre las justificadas protestas de los visitantes.
De ahí al final y a pesar de la inmediata respuesta de Braojos, que efectuó dos cambios, la Balompédica llevó siempre el peso del juego. Intentó cosas, pero, como había sucedido en el primer periodo, alguna rebullasca, alguna decisión más que discutible del auxiliar del árbitro y poco, muy poco más. De donde no hay no se puede sacar.
Y en el 92', el desastre. Alberto hizo una falta que no debería haber hecho. Nadie retrasó la puesta del balón en juego con algo tan esencial como ponerse delante, González se confió pensando que el esférico saldría por la línea de fondo, pero Lucena llegó un segundo antes y centró hacia atrás para que Montes igualase la contienda. Era el final. El silencio se hizo infinito.
La Balona agachó la cabeza como un animal que va directo al desolladero y el Granada aún tuvo tiempo de dejar solo a Fonseca, que le pegó muy fuerte, pero David Pérez replicó con éxito.
Después del final ni un reproche. Alguna lágrima y la sensación de que ya no hay nada más. Nueve puntos de la promoción y once de la permanencia con doce por jugarse. Demasiado.
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