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El Europa se queda sin la magia del Nou Sardenya: el Algeciras visitará Can Dragó

Algeciras CF | Primera Federación

La Audiencia Nacional rechaza ampliar la moratoria y el equipo revelación del grupo tendrá que abandonar su campo talismán a partir del 15 de enero

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El estadio Nou Sardenya, la casa del Europa. / CE EUROPA

El Algeciras CF no visitará el Nou Sardenya esta temporada, salvo giro inesperado. Los albirrojos, que visitarán al Europa en marzo de 2026, jugarán en Can Dragó, la casa del exilio forzoso del equipo revelación del grupo II de la Primera Federación. El Club Esportiu Europa ya sabe que no podrá seguir en su campo en el nuevo año tras la negativa de la Audiencia Nacional a ampliar la moratoria solicitada por el club para acabar la presente andadura en las instalaciones del barrio de Gràcia, de césped artificial, un feudo que los escapulados han mantenido invicto en su debut en la categoría. Ahora, tendrá que llevarse esa magia a las pistas de Can Dragó.

El Europa todavía digiere el duro revés que amenaza con trastocar buena parte de su histórica temporada en la Primera RFEF y reabre el debate sobre la normativa federativa que obliga a los clubes a competir en campos de césped natural. La Audiencia Nacional ha rechazado la solicitud de medidas cautelares presentada por el club para mantener el uso de su emblemático estadio, el Nou Sardenya, invalidando así su pretensión de seguir jugando allí más allá del 15 de enero de 2026. A partir de esa fecha, la entidad graciense se verá obligada a disputar sus partidos como local en el recinto de Can Dragó, en el distrito de Nou Barris de Barcelona, por no cumplir el requisito de superficie que exige la Real Federación Española de Fútbol.

El conflicto arrancó tras el ascenso del CE Europa a Primera RFEF como campeón del grupo III de Segunda RFEF en la temporada 2024-25, un éxito deportivo que puso de manifiesto al mismo tiempo una debilidad estructural: el césped artificial del Nou Sardenya, célebre por su historia centenaria y su relación con la identidad del barrio de Gràcia. El campo, con capacidad para alrededor de 4.000 espectadores, ha sido durante décadas el hogar del club barcelonés y es considerado parte del patrimonio futbolístico catalán. Sin embargo, la normativa vigente de la RFEF obliga a que todos los clubes de Primera RFEF disputen sus encuentros en superficies de césped natural, entre otros requisitos., El club solicitó primero una moratoria y luego una ampliación del plazo para poder adaptar el Nou Sardenya, argumentando que el cambio sería inviable por las limitaciones físicas del estadio y por el impacto que tendría en su modelo deportivo y social.

Ante la negativa de la RFEF a conceder plazos más amplios -solo permitió seis meses tras el ascenso-, el Europa decidió recurrir primero al Consejo Superior de Deportes (CSD) y después a la Audiencia Nacional, solicitando medidas cautelares que frenaran la aplicación de la normativa mientras se resolviera el fondo del recurso. La Sala de lo Contencioso-Administrativo, no obstante, consideró que no había base para suspender la entrada en vigor de la exigencia del césped natural, rechazando así la cautelarísima que hubiera permitido al club disputar el resto de la temporada en su estadio tradicional.

La resolución judicial, que prioriza la aplicación inmediata del reglamento federativo, ha provocado una respuesta contraria en el seno del Europa. En su comunicación oficial, la entidad ha adelantado que seguirá “agotando todas las vías posibles en defensa de sus derechos” y sigue defendiendo que el césped artificial del Nou Sardenya es “seguro” y apto para la competición. El club sostiene que la exigencia impuesta por la RFEF no se basa en criterios deportivos claros y que genera un agravio comparativo hacia equipos con menos recursos.

Las pistas de Can Dragó, antes de las obras. / David Zorrakino

En paralelo al proceso judicial, el Europa ya ha trabajado durante varios meses con el Ajuntament de Barcelona para preparar un estadio alternativo: Can Dragó, un recinto con césped natural que habitualmente se utiliza para actividades de atletismo y que ha sido adaptado para cumplir con los requisitos federativos. La adecuación del campo ha requerido inversión y trabajo técnico, y ahora será el escenario donde el Europa jugará, al menos de manera provisional, sus partidos a partir de enero.

La decisión ha generado reacciones encontradas entre la afición y la comunidad futbolística. Para muchos seguidores, abandonar el Nou Sardenya supone perder una parte esencial de la identidad del club, que ha construido su historia en ese campo desde mediados del siglo XX. La afición entiende que jugar fuera de Gràcia, en otro barrio de Barcelona, podría afectar tanto el rendimiento deportivo como el vínculo histórico entre el equipo y su masa social.

El impacto no es puramente simbólico. Además de la nostalgia y la importancia patrimonial, el traslado implica desafíos logísticos para socios y aficionados que tendrán que desplazarse regularmente a un estadio alternativo. También plantea interrogantes sobre la viabilidad competitiva del club, que ha hecho del Nou Sardenya un auténtico fortín en las últimas temporadas, donde ha desarrollado una notable racha de imbatibilidad como local en la Primera RFEF.

Desde el punto de vista institucional, la situación plantea un debate más amplio sobre las normativas federativas en el fútbol español y su adaptación a las realidades de clubes de menor estructura económica. Mientras la RFEF defiende la estandarización de requisitos técnicos para potenciar la calidad de la competición, clubes como el Europa consideran que estas exigencias deberían ser más flexibles para no poner en riesgo la subsistencia de equipos con arraigo local y sin capacidad para acometer inversiones millonarias en infraestructuras.

A medida que se acerca la fecha límite del traslado, el CE Europa continúa sus trámites judiciales y administrativos para intentar revertir la situación y, en último término, poder defender en los tribunales lo que considera un derecho a jugar en su casa. Sin embargo, el calendario avanza y, salvo un giro inesperado en los próximos días, Can Dragó se perfila como su nuevo hogar temporal, con la esperanza de que la polémica sobre el césped -y sobre la supervivencia del fútbol modesto en la élite deportiva española- aún tenga más capítulos por escribir.

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