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Opinión: Canasta de tres

El Trasmallo

Rubén J. Almagro

09 de junio 2016 - 01:00

ESTA profesión de contar cosas, que aunque no lo sepamos nos convierte en auténticos privilegiados, tiene la cortesía de permitir que conozcamos a más gente de la que seguramente merecemos. Algunos de los que te echas a la cara, realmente mezquinos y rastreros. Otros, con la capacidad de marcarte para siempre. Ayer decidió irse uno de estos últimos: Quino Salvo. Y digo que lo decidió porque, conociendo el carácter voraz y la eterna condición ganadora del exentrenador del CB Los Barrios, no se hubiese rendido si no fuera porque él ya entendió que no merecía la pena seguir peleando. Todos los obituarios afirman que ese grandullón apasionado del baloncesto ha muerto, pero no se dejen engañar. Quino se ha ido al Cielo con una canasta enorme para empezar a entrenar a angelitos a los que pedirá "intensidad, hostia intensidad". No entendía el básket sin pasión, porque no entendía la vida sin pasión. Hay muchas formas de ser grandes. Y Quino las tenía todas.

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