¡Ay omá, qué rico!
play off de ascenso a acb · LA crónica
El Villa, con una exhibición defensiva pulveriza al Breo y se clasifica por la vía rápida para la final a cuatro de Fuenlabrada · Dos mil enfervorecidas almas llevan en volandas a los de Moncho Fernández
La historia, que siempre encuentra un sitio para los héroes, abrió anoche de par en par las puertas del olimpo del baloncesto al Villa de Los Barrios, seguramente porque a lo largo de la temporada todos y cada uno de sus integrantes operaron como valientes entre los valientes. Un equipo osado como pocos, inasequible al desaliento, inabarcable, sentenció por la vía del K.O. la eliminatoria con el todopoderoso Breo y se ganó como sólo lo pueden hacer los muy grandes una plaza en la final a cuatro de Fuenlabrada. ¿Cómo? Resulta difícil de entender, y, por añadidura, casi imposible de explicar.
El Villa, o mejor dicho, Los Barrios, hizo anoche historia. Es verdad que los que habitan en el vestuario del Samuel Aguilar dieron ante un equipo presumiblemente superior no sólo una lección de cómo optimizar los recursos, ni siquiera de cómo se afronta sin mirar atrás un partido sin segundas oportunidades. Encarnaron a un grupo capaz de lograr un triunfo con tintes mágicos, una victoria indescifrable. Aquello de los secretos del corazon que un día acuñó Montxo Armendáriz. Pero no sólo fueron ellos. Dos mil almas entregadas a la causa desde mucho antes de que el balón saliese de las manos de Afonso Castillo catapultaron a los gualdiverdes a la victoria más grande jamás lograda en ese parquet hasta completar una noche fascinante que marca un antes y un después. Lo que tuvieron que sufrir los que están deseando enterrar todo esto.
Para que nada faltase Afonso Castillo, cuya designación había levantado ampollas, completó un arbitraje casi perfecto. Al César lo que es del César.
El partido fue lo que Boluda hubiese definido como un chorreo. El Villa salió lanzado. Más metido. Con un plus. Con ese añadido que diferencia a los ganadores de los que no lo son ni aspiran a serlo. Con ese hambre de satisfacciones que ha diferenciado desde el martes a un equipo humilde agrandado por su fe en que podía romper los pronósticos de otro paulatinamente empequeñecido por su incapacidad para resolver el enredo que le presentaba el enemigo. La trampa en la que se quedaron enredados los sueños lucenses.
Los Barrios ganó desde la defensa. Desde una defensa no ya numántica, sino hercúlea. Una defensa milimetrada en ese bendito laboratorio en el que operan Moncho Fernández, Hugo López y Gonzalo Menéndez y ejecutada con disciplina militar por una decena de corsarios que no se contentaron con esperar al enemigo en las trincheras, sino que se fueron al abordaje y lo maniataron.
Al final del primer cuarto el Breo perdía de siete y ya siempre fue a remolque. Fue un trabajo de todos. Guillén ponía la calidad y Chagoyen e Iturbe (¡vaya partido el suyo!) equilibraban a las bravas el juego interior. Alba acabó por crucificar a Betinho, Schaereder vuelve a sentirse anotador, Eric Sánchez se ha desprendido de los grilletes que le maniataron en algún momento de la Liga. Y así, del primero al último.
El Villa de Los Barrios se mantuvo siempre por delante en un partido, todo hay que decirlo, grande hasta decir basta, porque el rival nunca se rindió. Un duelo de esos que por si solo justifica que exista el play-off. Solo que Valdeolmillos y los suyos no fueron capaces de encontrar la grieta y a cinco minutos del final sólo quedó la fiesta. "Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid" cantaba el Infierno. Y se van, a fe que se van. Dos partidos separan al Villa de la ACB. Y no es un sueño, aunque pueda precerlo.
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