Aisha | Crítica

Intimidad y exilio

Letitia Wright y Josh O'Connor en una imagen del filme.

Letitia Wright y Josh O'Connor en una imagen del filme.

Desde Irlanda, Aisha nos trae una nueva historia de inmigración y resiliencia protagonizada por una mujer nigeriana que pasa de centro de acogida en centro de acogida mientras solicita el asilo definitivo que le permita regularizar su situación en el país.

La directora y también guionista Frank Berry despliega su relato siempre cerca de su protagonista, interpretada por una estupenda Letitia Wright (Black Panther, Small Axe), buscando esa empatía necesaria con su odisea, su soledad y sus raíces y revelando poco a poco las terribles circunstancias que provocaron su exilio forzoso. A tal efecto, su guion adolece de ese retrato algo burdo de los funcionarios y la burocracia que la acorralan en un callejón sin salida, licencia dramática que se compensa empero con el tono de esa otra relación con un joven vigilante y ex-convicto (Josh O’Connor, tal vez lo recuerden como el joven Príncipe Carlos en The Crown) con el que nuestra protagonista inicia una relación de amistad en el reconocimiento recíproco de la fragilidad y el sufrimiento.

Servido así el trayecto emocional en una constante carrera de obstáculos de centro a centro y de revelación en revelación, Aisha se muestra al menos más delicada y contenida en esa relación que responde a unas dinámicas afectivas más complejas e íntimas de lo que el resto de elementos describen en su proceso.