Pensiones: el castillo de naipes más caro de Europa
Tribuna de opinión
El sistema "de reparto" de las pensiones en España se piramidaliza porque no se basa en realidades tangibles, sino en intangibles
La estructura actual colapsará cuando la deuda pública alcance un límite que todavía no sabemos dónde está
Las pensiones en España tienen una estructura de base piramidal, aunque técnicamente se denomine "de reparto" (en España existe el diccionario de los políticos que enseñan en el BOE y el de la RAE). Lo que pagan los que entran sirve para pagar a los que salen, siendo la garantía "la probabilidad o promesa" de que los nuevos, con sus aportaciones, pagarán a los que salen.
El sistema "de reparto" de las pensiones en España se piramidaliza porque no se basa en realidades tangibles, sino en intangibles. Se derrumba como un castillo de naipes cuando los que se van quieren cobrar y los que entran no han aportado lo suficiente. Mientras sean más los que entran que los que salen, o los que se quieren ir no lo hagan de golpe, el sistema funciona. El problema aparece cuando los que se van quieren cobrar y las aportaciones de los que entran no alcanzan.
Las pensiones son muy golosas para aplicar este sistema por dos razones: porque siempre habrá gente que entre (nuevos cotizantes que empiezan a trabajar) y porque la salida está fuertemente regulada.
Como la clase política entiende la economía como un recurso extractivo, y no como un recurso sostenible, jamás se preocupó de invertir en activos financieros conservadores que ofrecieran una rentabilidad mínima, pero protegieran el capital. Los países serios dotan al sistema de fondos soberanos para proteger el capital y hasta caen primeros ministros por ponerlos en riesgo (Reino Unido, Liz Truss, no hace mucho).
En lugar de eso, se ha metido el sistema de pensiones en los Presupuestos Generales del Estado. Se cobran impuestos, se pagan pensiones y, si el resultado es deficitario, se compensa con deuda pública.
Pero la deuda pública, a pesar de que la izquierda progre cree que hay una máquina escondida que puede fabricar billetes sin parar, tiene un límite, aunque no sepamos aún dónde está. El sistema de pensiones colapsará cuando se alcance ese límite. Es decir, cuando la prima de riesgo suba lo suficiente como para que los mercados dejen de prestar dinero. Como el capital que pagaron quienes se han jubilado no se ha protegido, y sus aportaciones han desaparecido, no habrá pensiones. Así de sencillo. O las habrá en niveles paupérrimos y mínimos. Y entonces nos dirán que el poco dinero que queda es para atender necesidades corrientes y que de los viejos se haga cargo la familia, que ha dejado de ser la reserva espiritual para convertirse en la solución a la incompetencia de nuestros políticos.
El problema de la economía española es su arquitectura estructural
Para eso pagamos generosos impuestos, entre otras cosas. Pero eso a nuestra clase política le da igual. Sus negocios están en Venezuela, Bolivia y Marruecos, y luego se quejan de que Trump no les llama para las mesas importantes.
El asunto pinta mal. En Francia la prima de riesgo se está elevando a niveles peligrosos, y el límite de la deuda está en tres variables: la confianza en la economía-país, lo que esa confianza traslada a la prima de riesgo, y la capacidad de recuperación, en términos de tiempo y realidad, que esa economía necesita para levantarse.
Bajemos a la realidad española con estas magnitudes: deuda pública 110% del PIB, turismo a la fuga por el cambio climático, agricultura obsoleta con mentalidad de tractor para pasear en las fiestas del pueblo, estructura empresarial donde el 98% de las empresas son pymes y microempresas, valor añadido paupérrimo para las dimensiones del país, mentalidad empresarial obsoleta, productividad pobre, déficit público 2,8%.
El problema de la economía española es su arquitectura estructural. Como si el motor fuera estupendo, pero el coche no llevara amortiguadores y las ruedas se desinflaran con frecuencia. Dependemos siempre de la carretera que no hemos hecho nosotros.
El futuro es negro. Las burbujas inmobiliarias en España son la antesala de una crisis importante, porque el dinero se refugia en el ladrillo en un país sin industria ni innovación, donde no hay alternativas de inversión. Nos compran los chinos. Eso está muy bien, pero el beneficio será amarillo y el balneario que nos ha asegurado siempre un buen motor peligra por achicharramiento tórrido.
O inventamos la pólvora, cuya patente es china, o estamos regular tirando a mal.
No es país para viejos. Será un país para chinos, si no empezamos desde el principio: poner a la clase política en su sitio y empezar a pensar y actuar de otra manera.
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