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Israel, Hamás y Palestina: una relación medieval

Tribuna de opinión

El autor defiende que la masacre que sufren los gazatíes se explica porque Israel ha traspasado el límite de su propia respuesta

Una niña se asoma tras una tienda improvisada en el puerto en la Ciudad de Gaza. / Ahmad Awad (EFE)

- Director Académico Posgrado Desarrollo Directivo. BSM, Universidad Pompeu Fabra

18 de agosto 2025 - 04:00

Cuando el 7 de octubre de 2023 Hamás perpetró la matanza de casi 2.000 israelíes, sabía las consecuencias: poner delante de la sociedad israelí el peor de los fantasmas que más teme, torpedear el acercamiento de Arabia Saudí a Israel, implicar a Irán de manera directa y provocar una reacción internacional de condena a Israel. De estos cuatro objetivos, el único alcanzado ha sido someter a la sociedad israelí a un sufrimiento desgarrador que no hay venganza capaz de compensar. Irán ha demostrado ser un juguete roto, que no ha supuesto el mayor obstáculo, y Arabia Saudí esperará a que la tormenta amaine, a medida que la presión occidental se vaya diluyendo, para acercarse a Israel.

Los grandes perdedores a corto plazo de la masacre de octubre han sido la sociedad israelí y, en mucha mayor medida, los habitantes de Gaza, atrapados entre el odio de Israel y la condición de moneda de cambio para Hamás.

A menudo miramos el mundo de manera que consideramos que los actores que modelan la realidad tienen el poder de estar en posesión de certezas que se evidencian sin sentido. Si analizamos la arquitectura del Estado y de la inteligencia israelí con la de Hamás, no hay recorrido comparativo posible. Mientras Hamás es un grupo terrorista, Israel es un Estado poderosísimo. Quiero decir que, probablemente, la previsión de acontecimientos futura que tuvo Hamás pudo acertar en la reacción hebrea, pero no en el contexto exterior, incluido Occidente y, por supuesto, el fallido Irán, que se ha contrastado como un actor inoperante en la geopolítica de Oriente Medio en las próximas décadas.

La masacre que sufren los gazatíes se explica porque Israel ha traspasado el límite de su propia respuesta, tan existencial como legítima, si entendemos como legítima la forma en que percibe la amenaza real a su existencia -cuestión que, en el Occidente europeo, rara vez comprendemos-: a toda agresión exterior respondió siempre con más anexión de territorio y su correspondiente cuota de muertos. Partiendo de esta premisa que nos enseña la historia, la mayor matanza de israelíes sufrida por el Estado hebreo ha tenido una respuesta tan desatada como repugnante, donde lo que está en juego es la supervivencia del Estado hebreo. Y, aunque es inaceptable desde el punto de vista moral, es comprensible, porque lo que está en juego es la existencia del Estado hebreo. A ojos de un occidental, la realidad es tan repugnante como inaceptable, pero un israelí, en mitad de Tel Aviv, lo ve con otros ojos, aunque dudo que se muestre insensible ante esta barbarie medieval. Un terrorista de Hamás lo ve desde una perspectiva que no nos acercamos siquiera a comprender.

Israel no está acostumbrado a librar enfrentamientos largos, y la historia nos enseña que no se apartará de lo que ha sido su constante, simplemente porque nunca ha sucedido. La comunidad internacional no pinta nada desde hace demasiado tiempo. Tampoco las sensibilidades individuales. Nos hemos acostumbrado a deglutir el horror y olvidar al instante, porque la náusea sería insoportable. El mundo debe prepararse para algo verdaderamente terrible. Israel parece estar dispuesto a redibujar Gaza como un territorio de control extremo, más allá del límite de lo soportable, más cerca de una distopía militarizada que de una zona civil.

La desaparición de Hamás es solo cuestión de tiempo. Palestina es un Estado fallido. El tiempo va construyendo la historia, y se acaba convirtiendo en el disolvente de tanto horror y tanta náusea. Pero no será suficiente, porque se trata de un exterminio medieval que el mundo no olvidará. Es anacrónico. Fuera de este tiempo.

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