Vámonos a hacer pascuas
Berta la Gorda
Cuentos del Natal
Navidad
Con su máscara parecía un topo que se moviera entrando y saliendo de la tierra; el gas se rozaba espeso entre los restos de las batallas, de la guerra continuada que durante años había reventado lo reventado en las trincheras. Huesos y largos trozos de hierro podridos se fundían entre maderas y sacos de arpillera rotos. El hombre enmascarado arrastraba su cuerpo y avanzaba asomando su leve cabecita, como un ratoncillo fruto del parto de un monte, para ver las evoluciones del enemigo eterno que siempre estaba detrás del humo.
La tierra tembló. Qué faltaba más para el fin de los tiempos. Se adivinaba el desplazamiento de algo extremadamente pesado, a pesar de la distancia considerable. Cesó. Ocurrió un silencio profundo, un vagido tremendo de metal hueco y, de repente, una pequeña explosión como de risa... y empezaron a caer papelitos del cielo... Cogió uno, en correcto francés decía: “Berta la Gorda te desea Feliz Navidad”.
Esbozó una sonrisa, sólo pensar en la gordura de aquella señora le hizo atisbar los placeres de la buena nueva deseada en la octavilla, qué humor el teutón. Miró a su alrededor pero no había nadie para compartir la dicha. ¡Navidad! Entonces sonó el estruendo, una detonación como si el mundo se hubiera roto y el aire se rasgara con el sonido y la velocidad ferroviaria de un obús gigante que llegaba como una luna descolgada de su orbe; no quedó rastro.
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