Antonio Meulener, militar e inventor algecireño (1861-1912) (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
A finales del siglo XIX y en la primera década del XX surgió una mente privilegiada, un militar nacido en Algeciras en el año 1861, que iba a aportar nuevas y decisivas invenciones
Entre sus valiosas aportaciones destaca una máquina criptográfica con claves imposibles de descifrar por los enemigos

Algeciras/Antonio Meulener Verdeguer nació en Algeciras el 16 de abril del año 1861. Fue bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Palma cuatro días más tarde, recibiendo los nombres de Antonio, Plácido y Luis Toribio del Sagrado Corazón de Jesús. Era hijo de un carabinero nacido en Barcelona, Antonio Meulener Casano, descendiente de una familia belga que había sido destinado en la Comandancia de Carabineros del Reino del Campo de Gibraltar en el año 1858. Su padre llegó a Algeciras acompañado de su joven esposa, Marcelina Verdeguer Nacarino, natural de Badajoz.
Después de cursar las enseñanzas primaria y secundaria en su ciudad natal, a los dieciséis años ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, aunque su progenitor hubiera deseado que fuera admitido en el prestigioso Real Colegio de Artillería de Segovia. En 1880 acabó su preparación militar básica obteniendo, a los diecinueve años, el grado de alférez con el número uno de su promoción.
Acabados sus estudios, y con los galones de alférez, pasó por diversos cuarteles en Ávila, Madrid, Vitoria y Getafe. Sin embargo, los destinos a los que fue enviado por sus superiores en esos años no satisfacían su verdadera vocación, que era la investigación, en especial en los temas relacionados con la criptografía (en los que había demostrado su valía y su capacidad creativa en el tiempo que pasó en la Academia de Toledo), la balística, la armamentística y el estudio de los explosivos y sus efectos. También influyó en esos cambios de destino su delicada salud, que le obligaba a solicitar frecuentes períodos de baja o el pase a la situación militar de reemplazo, pues no conseguía hallar el ambiente adecuado para dedicarse a los asuntos que, al margen de cumplir las órdenes de sus mandos en los cuarteles, a él en verdad le interesaban. De la breve biografía de Meulener publicada por la Real Academia de la Historia, se deduce que el alférez, y luego teniente Meulener, no se adaptaba a la vida cuartelera, pues esa dedicación lo alejaba de su verdadera vocación que era la investigación y producir invenciones para el Ejército Español.
En el año 1883 y, luego, en 1885, fue destinado al Regimiento de Infantería Extremadura n.º 15, con sede en el Cuartel de “El Calvario”, ubicado en la ciudad en la que había nacido y residían sus padres, donde pudo gozar de cierto sosiego durante algún tiempo, en el que se dedicó a sus investigaciones. En el año 1891, el general José Gamir Maladén, Comandante General del Campo de Gibraltar, lo reclamó para que fuera su ayudante de campo y secretario personal. Su eficacia en ese puesto de carácter administrativo le obligó a mantenerse alejado de sus estudios sobre balística, novedosos explosivos y criptografía durante más de un lustro, primero como ayudante de campo del citado general Gamir Maladén en Algeciras y, luego, en Palma de Mallorca y Vitoria cuando este prestigioso militar fue destinado sucesivamente como Capitán General de las Islas Baleares y de las Provincias Vascongadas y, años más tarde, como ayudante de campo del teniente general Julio Seriñá Raimundo, Capitán General de Aragón, y del director general de la Escuela Superior de Guerra. Hasta que en el año 1902 pasó a ser ayudante de campo del Capitán General de Andalucía, Agustín Luque Coca y su vida militar adquirió un nuevo y decisivo giro.
En ese año, Meulener era ya famoso en los ámbitos militares y periodísticos, pues había inventado y patentado, en 1885, el famoso “Bastón Meulener” para facilitar el levantamiento de mapas en los frentes de guerra por los cartógrafos militares y, en 1901, lo que la prensa de la época llamó “Torpedo Meulener” o “cohete de guerra”, el primer misil balístico de la historia (aunque se haya atribuido ese invento al alemán Wernher von Braun). Luque Coca lo tuvo como ayudante de campo en su Capitanía General de Andalucía en el cuartel sevillano de La Gavidia y, luego, se lo llevó a Madrid como jefe de servicio cuando fue nombrado ministro de la Guerra en 1905.
Agustín Luque Coca comprendió la enorme relevancia que, como inventor, poseía Antonio Meulener, convirtiéndose en su mentor y amigo y poniendo todo su interés en favorecer sus últimas y decisivas investigaciones. Logró que el Estado Mayor lo destinara en comisión de servicios a la Fábrica de Armas de Toledo, donde ya había estado trabajando con anterioridad el oficial algecireño, y en la que recaló en 1906 por última vez para culminar la creación de su postrer y más decisivo invento, cuando ya la tuberculosis que padecía se hallaba en su fase final: el devastador explosivo que llamó “Tóspiro”, la bomba precursora de las destructivas bombas termobáricas o de vacío que fueron reinventadas, sesenta años después, por la Unión Soviética.
La probó en los montes de Toledo en el mes de junio de 1912, falleciendo, según su compañero y amigo, luego teniente general Luis Bermúdez de Castro, de los gases venenosos que respiró cuando pudieron acceder al lugar de la deflagración para comprobar los efectos producidos por la explosión. Esos gases debieron, sin duda, afectar su delicada salud y acelerar el proceso tuberculoso que padecía. El comandante Antonio Meulener Verdeguer falleció en Algeciras el 17 de agosto de ese año 1912, recibiendo sepultura en el cementerio de la ciudad en la que había nacido cincuenta y un años antes.
El Bastón Meulener
El 15 de septiembre del año 1885, el teniente Antonio Meulener Verdeguer presentó en el Instituto de Estudios Geográficos y Estadísticos del Ejército, dependiente del Ministerio de la Guerra, el invento que la prensa de la época denominó “Bastón Meulener”, que consistía en una especie de bastón hecho con tablas y lona, portando a su alrededor una brújula, un goniómetro, un heliógrafo y un barómetro. Y, en su interior, un termómetro, un telémetro, una linterna, unos anteojos, un podómetro, un banderín de señales, magnesio para poder hacer señales durante la noche y un trípode de varillas de hierro para montar y fijar el aparato al suelo.
Con este artilugio, transportado por un solo hombre (cuando antes se necesitaban tres o cuatro soldados), se podían hacer levantamientos topográficos de urgencia con gran exactitud y rapidez. Fue patentado, aceptado por el Ministerio de la Guerra e incorporado a las unidades de cartografía y topografía de los diversos regimientos españoles en noviembre de 1885. El nombre de “Bastón Meulener” se lo dio la prensa de la época, pero también aparece en la “Gaceta de Madrid”, en su número 109, de fecha 19 de abril de 1887, página 166, en el apartado de “Patentes”.
A partir del día en que el Ministerio de Fomento aceptó y expidió la patente del “Bastón Meulener” y comenzó a extenderse su uso en las unidades de Cartografía y Topografía de los regimientos, no sólo en territorio español, sino también entre las tropas destinadas en África y en ultramar, en la isla en Cuba y en Filipinas, la fama y el prestigio del teniente Antonio Meulener se propagó por los cuarteles de infantería aunque el militar algecireño, dando muestra de su modestia y timidez, de la que, a pesar de su popularidad, nunca se pudo desprender, seguía ejerciendo de teniente-ayudante del profesor de Armamento y Balística de la Academia General Militar, el capitán Juan José Ostenero Velasco.
Una máquina criptográfica con claves infalibles
Fue inventada por Meulener seis años antes de que fuera patentada la famosa máquina “Enigma” por la empresa alemana “Scherbius y Ritter”.
Este invento había comenzado a diseñarlo estando destinado en el Regimiento de Infantería Extremadura nº 15, en Algeciras, a cargo del coronel José Ramos Chapado, inteligente personaje que le permitía disponer de una “habitación laboratorio” con libros y útiles de cálculo y dibujo en el cuartel. En ese improvisado laboratorio pasaba las horas dedicado a sus investigaciones. Uno de los proyectos en el que trabajaba desde hacía meses, era el diseño de una regla criptográfica que permitiera enviar y recibir mensajes clasificados con unas claves imposibles de descifrar por un posible enemigo. Pero aún no había sido capaz de dar con esa clave segura que tan obsesivamente buscaba. Ese proyecto ya lo había presentado, ocho años antes, al profesor de Criptografía de la Academia de Toledo, sin que hubiera tenido noticias del mismo. Por fin, en el año 1894 creó la máquina definitiva que consistía en una caja que contenía un conjunto de ruedas dentadas que llevaban inscritas una serie de letras y números, lo que permitía que, mediante un giro del mecanismo, se generara una clave para aplicar un mensaje de manera que, al enviarlo, dicha clave variaba automáticamente haciendo prácticamente imposible que dicho mensaje y los posteriores pudieran ser descifrados por quien no poseyera otra máquina semejante.
En mayo de 1908, el Ministerio de la Guerra otorgó al, por entonces, comandante Antonio Meulener Verdeguer, la “Cruz Blanca al Mérito Militar” como premio y recompensa por la regla criptográfica que había inventado en el año 1894 y que estaba siendo utilizada por el ejército español con contrastada fiabilidad y eficacia, según refiere la prensa de la época.
Artículo publicado en el número 61 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños. Octubre de 2024.
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