Una aproximación al yacimiento romano-republicano del Monte de la Torre (y II)

Estudio de los materiales

Como ya hemos mencionado, los trabajos previos habían identificado una serie de producciones que apuntaban a los ss. IV-I a.C.: vajilla pintada púnico-turdetana, “campanienses”, sigilatas o comunes. Mientras que, en las recientes prospecciones, se ha podido corroborar la abundante presencia de cerámicas comunes y tegulae, junto con otras producciones minoritarias de época republicana, sin haberse documentado nada claramente anterior al s. II a.C. En este aspecto, también resulta relevante la escasez de materiales de cronologías posteriores que puedan vincularse a la torre castellana, así como de restos más antiguos que puedan relacionarse con un horizonte púnico-turdetano.

Estos restos cerámicos se hallan, en la mayoría de los casos, en concentraciones de material muy fragmentado y rodado repartidos por todo el yacimiento. Casi la totalidad de ellos se identifican con producciones de cerámica común o de cocina, aunque un pequeño conjunto de piezas diagnosticables nos ha permitido realizar una propuesta cronológica de ocupación situada entre los ss. II-I a.C., lo que no tiene por qué descartar la existencia de fases anteriores y posteriores.

En cuanto a las ánforas, contamos con el borde de una producción tardopúnica de la serie 7 de Ramon, quizás del tipo 7.4.3.1, un modelo bien conocido en el Mediterráneo occidental durante la primera mitad del s. II a.C. y típico de Cartago; sin embargo, la presencia de desgrasantes metamórficos no excluye una relación con producciones malagueñas, mal seriadas aún.

También contamos con un ánfora de tipo itálico bien conocida en los contextos de finales del s. II e inicios del I a.C. en Baelo Claudia; esta parece vincularse con la familia de las ánforas Dr. 21/22, sin la moldura característica de esta forma, pero con una acanaladura marcada al exterior. Se trata de un tipo del que ya se ha manifestado su singularidad y conexión con Baelo en época tardorrepublicana, pero que no se encuentra aún bien caracterizado.

Completa el repertorio anfórico un borde afín al tipo Campamento Numantino o T-9.1.1.1 de Ramon del s. II y quizás de inicios del I a.C.; y un pivote macizo de un ánfora afín a las Dr. 1, también documentado en los niveles antiguos de Baelo Claudia y cuya producción está atestiguada junto con la Dr. 21/22 en la cercana figlinae de El Rinconcillo durante el s. I a.C., aunque en este caso el área de producción es indeterminada.

No ha podido localizarse ninguna pieza de vajilla de mesa tipo barniz negro o sigilata, ni tampoco producciones indígenas o modelos pintados púnico-turdetanos. Sí se han documentado multitud de formas de cerámica común, e incluso alguna producción de cerámica a mano, muy fragmentadas y de difícil estudio tipo-morfológico. Contamos con formas muy variadas de cocina y almacenamiento, pero, en general, en un estado de conservación muy deficiente. Algunos de los ejemplares más significativos serían la base de una pátera inspirada en las series de barniz negro; o un pequeño cuenco de borde reentrante y ennegrecido que posiblemente ha sido usado como lucerna y que podría recordarnos a los cuencos-lucerna púnico-turdetanos.

Resulta de interés la abundante presencia de un tipo de difícil clasificación, debido a su conservación, perteneciente a una jarra o una urna, con el labio ligeramente exvasado de sección triangular más o menos desarrollado y una leve inflexión interna, posiblemente para el apoyo de una tapadera. Este modelo nos recuerda, con cierta cautela, a diversas formas documentadas en el ámbito del Círculo del Estrecho, en cronologías púnico-turdetanas y republicanas-augústeas. Este parece obedecer a un gusto de tradición local-regional, por lo que la variedad es amplia y cuenta con una evolución morfológica que es aún desconocida. La fragmentación de las piezas impide la mayoría de las veces su clasificación, aunque en ningún caso se han documentado esta vez restos de decoración pintada.

Para finalizar, se han inventariado diversas formas de cerámica común y de cocina, como un cuenco, varias ollas de borde vuelto, una cazuela, una tapadera y un doliolum.

Completan el registro algunos materiales constructivos como las tegulae y los ladrillos de diversos tamaños y facturas, por lo que resulta complejo diferenciar aquellos de cronología antigua de los de las fases posteriores. Sin embargo, destaca la presencia de un ladrillo con digitación circular, de 8,6 cm de ancho, 3,3 de grosor y 9,5 cm de longitud conservada, que podría encajar con modelos republicanos. También hemos contabilizado algunas piezas completas que resultan de gran importancia para verificar la existencia de actividades artesanales y el papel de control del asentamiento.

Por un lado, dos pondera prismáticos -localizados muy próximos entre sí, en el lado noroeste-, uno de cuerpo rectangular y el otro trapezoidal o de pirámide truncada que habitualmente se relacionan con la actividad textil y que se hallan con similar forma en yacimientos gaditanos tardorrepublicanos y augusteos.

Por otro, un glans o proyectil de honda de cerámica localizado en la zona más alta del cerro, en su extremo oriental. Éste tiene forma bicónica con el centro del cuerpo ligeramente marcado y apuntado; se trata de un objeto poco usual, pues normalmente se realizaban en plomo, un material más fácil y rápido de fabricar y con mayor capacidad de penetración. La honda era un arma muy de moda entre los ss. III y, sobre todo, II-I a.C. en la Península, en el contexto de la conquista romana de Iberia. En este sentido, la presencia de armamento y la perduración histórica como oteadero y puesto de observación materializado en la torre castellana, podrían sustentar la idea de un punto de control con carácter militar dependiente de Carteia previamente a la pacificación augústea.

Conclusiones

En definitiva, se presentan las estructuras y el material superficial localizado en las prospecciones del Monte de la Torre de los años 2018 y 2019. La ubicación y disposición de las estructuras, túmulos y sillares parece apuntar a un enclave fortificado en altura del tipo oppidum, que habrá que corroborar en futuras intervenciones. El registro cerámico solo ha permitido verificar la existencia de una fase relacionada con una ocupación romano-republicana de los ss. II-I a.C. a la que pertenece, también con gran probabilidad, el camino empedrado de acceso, a juzgar por el material cerámico en superficie descubierto.

En cuanto a la funcionalidad del enclave, los indicios ya conocidos de molinos de piedra, junto con los pondera documentados en esta ocasión y el repertorio cerámico recuperado en las diversas campañas de prospección indican la importancia de las tareas artesanales.

Todo parece indicar que esta economía estaría sustentada, posiblemente, en una base agropecuaria, lo que explica también su posición con respecto al fértil valle del río Palmones, emplazamiento que caracteriza a enclaves de otros períodos como Ringo Rango, situado en la orilla contraria. También parecen quedar claras las funciones del cerro como puesto militar de control, como vemos en fases posteriores con la torre castellana; en este aspecto, es interesante destacar el descubrimiento del proyectil de honda, arma muy común en los siglos más convulsos previos a la pacificación hispana.

Artículo publicado en el número 55 de Almoraima, Revista de Estudios Campogibraltareños (octubre de 2021).