Real Balompédica - Racing de Ferrol | La Crónica

Punto ¿fatídico? (2-1)

  • La Balona derrota al Racing de Ferrol con dos goles de penalti y el sello de Escobar

  • Los albinegros imponen su normas y dinamitan el juego de un rival muy cualificado

  • Con el 2-1 los de casa completan una exhibición de fútbol solidario, sin balón

El balono Alberto Varo, en una estética estirada

El balono Alberto Varo, en una estética estirada / Erasmo Fenoy

Punto fatídico lo llaman. Fatídico según para quien. La Real Balompédica sumó ante el Racing de Ferrol su tercera victoria en cuatro jornadas. Un triunfo muy festejado porque supone que sigue haciendo camino, por mucho que la caprichosa matemática la mantenga en los puestos de descenso. Y porque además evita que vuelvan a aparecer los fantasmas tras la derrota de Linares, porque no es precisamente un secreto que el sentimiento futbolero tiene espíritu pendular. Un éxito consumado con dos penaltis al comienzo de cada tiempo y con un trabajo abnegado de un equipo que ha hecho suya la idea de su técnico. Un bloque que supo llevar el partido donde quería, por mucho que el conjunto gallego acredite mayor posesión. Como si eso fuese garantía de algo. A la vista está.

La Balona sigue su particular cronoescalada al más puro estilo Rafa Escobar, que le dio a su casi paisano Parralo un repaso táctico de mucho cuidado, por mucho que el técnico forastero quisiese mirar para otro lado en la rueda de prensa posterior al choque.

La radical transformación que ha experimentado el equipo de La Línea desde la llegada del técnico cordobés -que provoca un cambio en la dinámica de los resultados- lleva su sello. Y, excepto en Linares, también cuenta con esa mijita de fortuna que necesitan los que están abajo para salir del boquete. Que cada día se antoja menos boquete. Por eso no había que dramatizar lo de Linarejos.

Escobar, que había preparado muy bien el partido, puso las normas y el Racing de Ferrol jugó como quiso la Balona, de principio a fin. El objetivo de los de casa era dinamitar el fútbol de un equipo con muchísimos argumentos, porque no es momento de exquisiteces sino de marcadores. Y fue exactamente eso lo que pasó. Por eso ganó el que ganó. Por eso y porque esta vez esos dos o tres detalles puntuales que determinan el éxito en el 90% de los partidos de esta categoría cayeron del lado local. Pero es que es precisamente a eso a lo que juega este equipo, otra vez travestido (en esta ocasión en celeste) por mor de no se sabe muy bien qué coincidencia en los ojos de los que miran por televisión.

El partido no pudo empezar mejor. El Racing quería el balón y los linenses se lo entregaron. Y a la primera, zasca. A David Castro se le fue la mano en ese marcar la línea roja con Nacho Heras y penalti. Alguna ventaja debía tener jugar con un auténtico nueve. Dicho sea de paso, con un nueve que, sin generar ocasiones, hizo un partido muy digno, que no era precisamente fácil con todo lo que está cayendo sobre quienes habitan en ese puesto. A Toni García no le tembló el pulso y acertó desde los once metros.

La Balona ya tenía el partido donde quería. Y el Racing, justo donde pretendía que no estuviese, porque ya había advertido su vestuario que le daba pánico verse por detrás. A partir de ese momento un quiero y no puedo de los visitantes. Bueno, o, para ser exactos, un casi no puedo. Porque encontraron la vía de agua. Connor Ruane era incapaz de frenar a David de Vicente -menudo pelotero- y su equipo le encontraba una y otra vez a sabiendas de que era la mejor opción para revertir la situación.

El banda avisó en el 32', pero su centro a un metro de la línea de gol para que Manu Justo solo tuviese que empujarla lo abortó Fran Morante in extremis. Tres después Fran Manzanara, con un golpeo exquisito, le entregó el balón a la espalda de Connor y en esta ocasión, ya con ventaja y de cara al marco, el intento de Alberto Varo de hacerse grande quedó en nada. 1-1 y vuelta a empezar.

La segunda mitad comenzó como la primera. Nada más arrancar Manzanara salió al paso de Álex Guti, se desentendió del balón y lo empujó. Penalti, tan infantil como indiscutible. Esta vez la responsabilidad fue para Antonio Romero, que tomó el balón con la certeza en la mirada de quien está seguro de marcar y acertó con el marco.

A partir de ahí, una exhibición de lo que supone manejar un partido sin tener el balón. Que es una forma tan legítima como otra cualquiera de jugar a esto. Un acierto rotundo desde el banquillo y en el césped. La solidaridad de los que estaban dentro y el manejo de los tiempos (y de los cambios) de Rafa Escobar se constituyeron en una línea casi infranqueable para un equipo con un presupuesto que dobla a los de casa. Que si en estos momentos hay que enfangar un partido, se enfanga y no pasa nada. Si hubiese sabido hacerlo antes, en aquellas primeras jornadas en las que no le ganaba a nadie, la Balona no estaría donde está.

Dos de esas cosas que los entrenadores suelen llamar detalles ayudaron esta vez a los de casa. En el 69' el árbitro indultó, con muy pocos argumentos, la expulsión a Loren, que se había ganado al cortar un ataque con la mano la segunda amarilla. Y en el 78' entre Alberto Varo y el larguero se aliaron para sacar un disparo de Álex López que llevaba marchamo de gol. Es lo bueno de tener un portero con galones.

Ni el añadido se hizo interminable. La Balona suma nueve de los últimos doce y además, con el beneplácito y el júbilo de una grada que ha entendido perfectamente cuál es el libro de ruta. Es lo que tiene ser un club centenario y tener una hinchada tan añeja y que sabe tanto de este negocio.

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