Real Balompédica - CF Fuenlabrada | La Crónica

Un castillo inexpugnable (2-1)

  • La Balona repite remontada en casa y derrota con toda justicia al Fuenlabrada

  • Álex Guti y el 'auto-reivindicado' Alhassan Koroma voltean el marcador

  • Tras cuatro triunfos seguido como local, los linenses se alejan del descenso

Jugadores de la Balona festejan el 2-1, obra de Alhassan Koroma

Jugadores de la Balona festejan el 2-1, obra de Alhassan Koroma / Erasmo Fenoy

Esta Balona de Rafa Escobar es un equipo de tipos comprometidos. De gente que quiere salvarse por encima de la campana gorda. De futbolistas que son conscientes de que lo más probable es que le toque sufrir en algún momento, pero que se las ingenian para digerir esas situaciones y voltearlas. Como sucedió en su último partido finalizado en casa (ante el Ceuta), los de La Línea tuvieron que remontar una desventaja y lo hicieron por convencimiento, por fútbol, por decisiones certeras de su entrenador y por eso que ahora se llama intangibles y que antes se escribía en términos de genitales que el buenismo al uso no permite utilizar. Para que nada faltase los linenses ajusticiaron con todo merecimiento a todo un Fuenlabrada  con un gol de Alhassan Koroma. El mismo que unos pocos días antes se reivindicó como arma letal para lo que resta de temporada.

Cuatro de cuatro. Ya no puede ser una casualidad. Desde la llegada de Rafa Escobar al cargo la Balompédica ha hecho de su estadio un fortín inexpugnable. La comunión con su hinchada -que no deserta ni en las condiciones más adversas- le ayuda a continuar una escalada por la clasificación que cada día resulta más tranquilizadora. Esta vez le tocó al Fuenlabrada, que por mucho que ande deambulando por la competición no deja de ser un recién descendido, convenientemente dopado en el apartado económico. Un equipo que lo fía todo al método y que deja escaso margen al talento. Una fórmula que suele funcionar en esta categoría y que, por lo que sea, no le está dando a los kirikos.

El conjunto de Mere empezó mejor. Los quince primeros minutos fueron de los visitantes. El Fuenla tenía el balón pero sin sembrar angustias, sin pisar área. Poco a poco la Balompédica (que jugaba sin nueve) se fue desperezando, abandonando esa sensación de aparente complejo con la que había saltado al campo. Y suya fue la primera oportunidad. En el 13' tras una buena acción por la derecha Joao Pedro (activísimo) se la puso a Yassin Fekir, pero el disparo del franco-argelino se marchó alto.

Llegó el 26' y los mismos protagonistas. Joao Pedro robó y mandó a Fekir, que soltó un disparo preñado de mala leche abajo, pero Dani Hernández estuvo certerísimo e interceptó.

El Fuenla se había diluido. Atrapado por la verticalidad y las ganas de una Balona de esas que gustan a su gente, que lo pone todo, que no se deja nada para más tarde. El bagaje ofensivo de los madrileños antes de volver al vestidor se redujo a dos disparos lejanos en aparente homenaje a Pelé que nunca pusieron en peligro la puerta de Alberto Varo.

Los de casa tuvieron una última opción en un golpe franco en el que a Omar Perdomo se le movió la morilla. El empate con el que finalizó la primera mitad era mucho mejor noticia para los visitantes que para los de casa. Pero mucho.

La segunda perte también comenzó con los madrileños más despiertos. Es verdad que en el 51' uno de los geniales pases de Omar Perdomo (ofreció toda una tesis durante la mañana) permitió a Joao Pedro plantarse solo delante de la precipitada salida del cancerbero venezolano del Fuenlabra, pero el brasileño golpeó el balón exactamente al revés de como debería haberlo hecho. Tanto que se marchó fuera de banda.

En el 56' en un saque de banda (¡hay que estar más atantos!) el balón le llegó a Enzo Zidane, que mientras Loren y Borja López se limitaban a mirarle parió un centro al área que Diego García remató no se sabe muy bien como, pero que le salió perfecto para convertirse en el 0-1.

Cualquiera diría que a la Balona le sentó bien verse por detrás en el marcador. Pareció pensar de perdidos al río y lo puso todo en las calderas. Apenas había pasado un ratito cuando Álex Guti, rodeado de adversarios, hizo de la jugada una cuestión de honor. El de Algeciras se fue, a veces a trompicones, de todo el que le salió al paso y mandó justito para que el cuero, tras tocar en el poste, se fuese la red. Solo con la forma de celebrarlo se palpaba que los de dentro estaban deseando ir a por más.

Escobar, que los tenías preparados, introdujo los cambios. No se dejó coaccionar por el gol del empate. Algunas de esas sustituciones son de las que cuando salgan mal -que un día pasará- los de siempre dirán que a veces hay que saber empatar si no se puede ganar. Pero el míster no entiende de medias tintas y se fue a por los tres puntos, que a la vista de como queda la clasificación valen casi por cuatro. Y el fútbol tiene a bien muchas veces premiar a los valientes.

En el 76' llegó esa compensación. Otro pase de cátedra de Omar Perdomo puso a Alhassan Koroma en el borde del área y a la espalda de los dos centrales. El sierraleonés controló con el muslo e hizo el 2-1. Había dicho que quería quedarse para ayudar. Y a la primera que pudo, lo demostró.

El último cuarto de hora fue una lección de cómo matar un partido. Apenas una concesión al rival en un cabezazo a balón parado. Nada o casi nada.

 El el pitido final provocó otra explosión de júbilo de una hinchada que no se termina de creer lo que está viendo. Su equipo, amorfo en los dos primeros meses de competición, no solo gana, sino que lo hace como a su gente le gusta. Al más puro estilo Balona. Ahora aparece en el horizonte un partido para disfrutarlo, en un recinto extraordinario como el Nuevo Arcángel. Para disfrutarlo los albinegros, porque el Córdoba debería estar preocupado. Si algo pueden dar ya por hecho es que esta Balona no va a regalar nada.

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