Córdoba CF - Real Balompédica | La crónica

La Balona atisba la tierra prometida (1-2)

  • La linenses logran un triunfo de prestigio en un escenario que se le resistía

  • La Balompédica es colíder y aumenta su renta hasta los cuatro puntos

  • Exhibición de Koroma, autor de los dos goles, al que se rinde el público de casa

  • Los albinegros dan una lección de orden e implicación tras remontar el tanto blanquiverde

Din se aúpa sobre Koroma, que se dirige a Calderón para dedicarle uno de sus tantos

Din se aúpa sobre Koroma, que se dirige a Calderón para dedicarle uno de sus tantos / Miguel Ángel Salas

La Balona logró en Córdoba un triunfo de muchos quilates (1-2). De los grandes. En un escenario colosal al que nunca había podido someter. Pero tan relevante es la victoria por todo lo que la rodea, como por su trascendencia. La Balompédica es ya colíder del grupo IV-D de esta Segunda B que da ya sus últimos coletazos y tiene cuatro puntos de ventaja sobre el tercero, que es precisamente su última víctima. Un colchón no definitivo, pero nada desdeñable cuando solo restan cuatro jornadas para determinar quiénes ascienden a la Liga Pro. Igual no es ni una anécdota que estos tres puntos los conquistase con la camiseta que lleva los colores de La Línea, a la que abandera.

La victoria en el Nuevo Arcángel tiene nombre y apellidos. Bien es cierto que un futbolista solo no gana un partido, pero la exhibición de Alhassan Koroma a la sombra de Mezquita, sobre todo en la segunda mitad, es de esas que no se borran fácilmente de la memoria. Tanto que el público local acabó rendido al sierraleonés, le perdonó que hubiese anotado los dos goles que ajusticiaban a los blanquiverdes y premió con aplausos algunas de sus últimas acciones. Y es que en ese estadio se sabe mucho de esto.

El fútbol, el bendito fútbol, malentiende alcurnias. La Balona protagonizó una gesta ante un Córdoba que hace apenas siete años se paseaba por Primera división. El equipo de La Línea, que acudía con importantes bajas, logró una de esas victorias que marcan una temporada. Enlazó, por cierto, su tercer triunfo consecutivo. Tantos como partidos han seguido al Clásico, al término del cual muchos proponían un aquelarre sangriento.

El encuentro deja en lo más alto a Alhassan Koroma, para el que los blanquiverdes no supieron nunca encontrar el antídoto. Pero también pone en valor a su técnico, que hizo una apuesta arriesgada con la titularidad de Din Alomerovic, que se sobrepuso a la lesión durante el calentamiento de Pito Camacho y que atinó a tocar las teclas para que su equipo consumase una remontada que no es que sea definitiva, porque de momento es mejor sujetar las campanas, pero que le da mucho, muchísimo oxígeno para lo que resta de competición. Que es que parece que cuando esta Balona pierde toda la culpa es de Antonio Calderón y cuando gana, es que el hombre pasaba por allí porque no tenía nada mejor que hacer. Y lo más probable es que no sea ni lo uno ni lo otro.

El Córdoba-Balona fue intenso, táctico, un magnífico partido de Segunda B, que tuvo un arranque fulgurante. A los siete minutos ya tuvo Becerra que frenar el primer intento de Koroma y tres después Nacho Miras replicó a un disparo de Jesús Álvaro a quemarropa.

Pasado el primer calentón unos y otros se asentaron. Y aunque en el 14’ un resbalón del meta balono tras una falta botada por Javi Flores provocó el sobresalto en el banquillo forastero, lo cierto es que la Balompédica se defendía con mucho orden. Eso sí, le costaba encontrar a Koroma, porque el Córdoba llegó a ordenar ayudas defensivas para frenarle, y el caudal ofensivo se secó.

Parecía que el primer tiempo era combate nulo hasta que llegó el 44’. El costado derecho de la Balona se echó un sueñecito y permitió a Jesús Álvaro centrar con excesiva facilidad. Sidibé le ganó la acción a Carrasco y tocó hacia atrás para que Willy Ledesma rematase de chilena y el balón, tras pegar en Mikel Fernández, se fuese al marco.  Era el puñetero gol psicológico, ese del que tanto se habla. Justo antes del descanso.

De hecho la Balona volvió al césped una mijita desorientada, pero pronto fue ganándole el sitio al rival. Mucho tuvo que ver que Alhassan Koroma pasase a jugar por dentro. El de Sierra Leona empezó a sentirse a gusto y no hacía más que pedir la pelota, como un chiquillo reclama un caramelo.

A los 60 una presión que inició él mismo provocó una pérdida de Xavi Molina al borde del área y Koroma le pegó desde la frontal con muy mala uva, abajo, donde cuenta la leyenda que se asoman los topos. Becerra no pudo llegar (1-1).

El empate dejó tambaleándose a los cordobesistas y apenas cuatro minutos después otra vez Koroma, otra vez al borde del área y su lanzamiento, que rozó en Farrando… otra vez al fondo de la red. Era el 1-2. Lo mismo no es una casualidad que en ambos goles el futbolista se fuese a abrazar a su entrenador. Pero solo eso, lo mismo.

Lo que quedaba de partido (incluidos nada menos que siete minutos de prolongación) fueron una lección de orden, disciplina e implicación por parte de una Balona que ya no quería dejar escapar lo que tenía en las alforjas. El Córdoba lo intentó, pero más con casta que con recursos. Tanto es así que lo más parecido al peligro fue un remate de Xavi Molina tras un córner que se marchó fuera (83’).

Por el contrario, la Balona sí que pudo redondear la tarde. Primero cuando Carrasco descerrajó un disparo tras un córner y se topó con Becerra (79’). Y en el 95’ cuando Koroma encaró solo en área rival. Tenía a Nacho Huertas a un costado, pero quiso poner la guinda a la tarde en la que definitivamente, se hizo mayor. De haber acertado con el descabello, era para que sus compañeros le hubiesen sacado a hombros. Pero se hartó de balón y acabó tirando al muñeco. No todo lo podía hacer bien. Hubiese sido un abuso.

El pitido final fue acompañado por una de esas explosiones de júbilo en el campo que solo se producen cuando las victorias no solo suponen tres puntos. Una explosión que tuvo como eco el de miles de gritos de rabia contenida, de alegría desbordante desde La Línea. No todo está hecho. Pero si es verdad que ahora todo parece más bonito. Mucho más bonito.

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