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Sobre la cesión de los habilitados nacionales a las comunidades autónomas
Algeciras/A eso de las siete de la mañana, cuando aún no se había ido el fresco y los contenedores seguían con su habitual halo de orín casi estival, un vecino de La Bajadilla —digamos que Juan, aunque pudo ser cualquiera— se asomó a la calle San Luis y se frotó los ojos: el barrendero. No uno imaginario, no una leyenda urbana. Uno de verdad, con escoba, recogedor y hasta camión del agua. Baldeando. También en Teruel, Gerona, Huesca. No era el Juicio Final, pero casi.
La respuesta vino poco después: Hugo Silva, chaqueta azul marino, engominado, olor a limpio, gafas de sol, paso firme y mirada de tipo duro, rodeado de técnicos, cámaras, figurantes, cables y ese zumbido peculiar de las producciones de alto voltaje. Era el rodaje de Marbella, la serie de Movistar Plus+ sobre los entresijos del narcotráfico en el sur de España. Y Algeciras, para pesar de muchos, tiene reservado un papel protagonista.
Este martes, el escenario escogido ha sido la parte alta de La Bajadilla, ese antiguo barrio obrero que la estadística aún insiste en definir como el más poblado de la ciudad —casi 20.000 vecinos—, aunque algunos de ellos ya vivan, socialmente, en otro planeta. No-go zone le dicen ahora a los lugares donde el Estado va con miedo y el trapicheo con descaro. O como decía Juan, el vecino: “Aquí no llega ni el basurero, imagínate la policía”.
Las cámaras han recorrido durante la mañana las escaleras y recovecos de las calles San Luis, Huesca, Teruel y Gerona. Zonas empinadas, sucias, con callejones sin salida, y donde no hace falta construir decorado: la realidad ya tiene la pátina exacta de una distopía de extrarradio. Precisamente en estas calles se han producido en los últimos dos años tiroteos, incendios y disputas entre clanes ligados al narco. En este contexto, la llegada de un equipo de rodaje es tan extraña como la de los servicios de limpieza.
La polémica, como es costumbre, llegó antes que las cámaras. La víspera, el alcalde de La Línea de la Concepción, Juan Franco, tuvo que salir al paso de los rumores: “Quiero dejar claro que el Ayuntamiento de La Línea no ha dado ningún tipo de autorización para grabar en nuestra ciudad. Ni reuniones, ni permisos. Nada”, sentenció. El motivo: considera que la serie “no contribuye para nada a mejorar la imagen del municipio”.
Y es que Marbella no es precisamente un producto amable. La serie, que ya ha rodado en la desembocadura del río Palmones (Los Barrios), y la ensenada de Getares, recrea con brutal crudeza algunos de los episodios más recientes y dolorosos de la lucha contra el narcotráfico. Entre ellos, el asesinato de dos guardias civiles en el puerto de Barbate en febrero de 2024.
El viernes anterior, como adelantó Europa Sur, el equipo transformó la antigua ballenera de Algeciras en el escenario del crimen. Lo hizo de noche, con luces y narcolanchas, a pesar de que la Autoridad Portuaria (APBA) denegó el permiso de rodaje en el agua por motivos de seguridad. Tampoco Barbate aceptó acoger el proyecto. Las autoridades locales lo consideraron una falta de respeto a la memoria de las víctimas y al dolor de sus familias.
Pero Marbella avanza. Calles arriba, cámaras en ristre, entre el morbo, la crítica y esa sensación incómoda de estar documentando una herida aún abierta. Mientras tanto, Juan —o quien fuera— sigue asomado a su azotea, viendo pasar a Hugo Silva, al técnico del foco y al señor del megáfono. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, su calle brilla un poco. Aunque sea con luz prestada.
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