La última 'tardebuena' en Algeciras con purpurina y brillibrilli para alegrar el 24 de diciembre

Con la reciente prohibición por parte de la Comisión Europea de vender productos que contienen purpurina, la celebración de la 'tardebuena' en Algeciras perderá buena parte de su encanto. Este año todavía el brilli brilli ha protagonizado en gran medida la indumentaria y el maquillaje de las cientos de criaturas que se han tirado a la calle para festejar el 24 de diciembre, además de los gorritos rojos de Papa Noel, las diademas con cuernos de reno y las panderetas baratas.

Dice la Unión Europea, tan insensible ante la alegría popular, que los microplásticos que se emplean en la purpurina se han convertido en un problema medioambiental que afecta a ecosistemas y cadenas alimentarias, de ahí la prohibición de distribuir productos que incluyan estas diminutas esferas centelleantes.

Ajenos a la legislación comunitaria, el espíritu de la Navidad ha vuelto a tomar el centro de Algeciras este domingo durante una tradición que, año tras año, anima las horas previas a la cena de Nochebuena y que se ha exportado a otros municipios del Campo de Gibraltar. A partir de la una del mediodía, los bares estaban abarrotados y las únicas mesas libres tenían el cartel de "reservado". Grupos de amigos y familiares, niños y adultos, se abrazaban bajo los sones de las primeras zambombas.

Los abrigos y chaquetas colgaban de los respaldos de los asientos en una Navidad primaveral que dejaba espaldas y piernas al aire, libres bajo el cálido sol invernal mientras el Ministerio de Sanidad notifica un aumento del 37% en la incidencia de enfermedades respiratorias en una semana, sobre todo de gripe.

Los más jóvenes salían eufóricos de los supermercados con bolsas de plástico donde se distinguían los avíos del botellón que comenzaba a formarse en el Llano Amarillo, uno de los puntos neurálgicos de la celebración, además de la Plaza Alta, calle Convento, los alrededores de La tasca del violinista, ubicada en la antigua casa de Regino Martínez, en la calle Trafalgar y la plaza Neda.

Al filo de las dos de la tarde, contaba Máximo, propietario del Mesón La Perseverancia, en la galería Regina, que el 2023 está siendo mejor que el 2022 para los hosteleros algecireños. "Si tuviera tres restaurantes, los habría llenado este 24 de diciembre, pero hay que tener los pies en el suelo y mantener un buen servicio", aseguraba a las puertas de su negocio que, en estos días, ha duplicado la plantilla. "Los algecireños tienen por costumbre salir en Navidad y, en cambio, el 31 lo pasan con la familia", añadía este propietario.

Tras la comida, el personal se dividirá entre el botellón puro y duro del Llano o alguna de las zambombas que se organizan a la puerta de los bares, como la del Limbo, en la calle Coronel Ceballos. Sobre las siete, eso sí, tocará recogerse para que los efectivos de Limpieza hagan su labor, tan necesaria. Ande, ande, ande que es la Nochebuena. El año que viene, sin purpurina, Dios dirá.