historias de algeciras

La medicina (LXV)

  • El siglo comenzó con la necesidad de provisión de plazas de médicos titulares en la ciudad

  • No menos problemas tenía el servicio de lactancia

Nuestra ciudad había puesto los pies en el nuevo siglo arrastrando no pocos problemas -como la mayoría de los municipios españoles- pero sin falta de ilusión. Un informe realizado con sobrada generosidad sobre la urbe algecireña que dejaba atrás el siglo XIX expresaba: "Algeciras es una ciudad de España que debe contarse entre las bien administradas […] el Ayuntamiento de Algeciras -prosigue el texto de la documentación- satisface anualmente por alumbrado público y por obras de mejoras y embellecimiento de las calles, con cantidades más considerables que muchas capitales de provincias de tercer orden […] invierte miles de pesetas en los servicios de Beneficencia; en época de epidemia o de miseria atiende a los enfermos con mano pródiga […], siempre tienen ocupados a numerosos braceros en las obras públicas...".

No obstante, se producen las obligadas bajas de vecinos que se recogió en la pasada entrega, dejando el siempre corto gasto municipal para los casos más perentorios. La aplicación de aquel obligado recorte socio-sanitario, en modo alguno podía impedir que por la ventanilla de registro del Ayuntamiento siguieran las familias necesitadas presentando con la mayor esperanza posible sus instancias, como así lo hicieron, entre otros: "Antonio Ortiz Montoya, casado, con domicilio en calle López, 4; José González Rodríguez, casado, marinero de profesión con domicilio en el Patio del Cristo; Manuel Estero García de oficio pescador, casado, con domicilio en calle Munición número 50; Adolfo Durán, casado y padres de un hijo, con domicilio en calle Soledad, 12; Ramona Herrera, de esta vecindad, viuda, 82 años, carece de recurso alguno y vive en la calle Tarifa, 10; Encarnación Deudero, con domicilio en Plaza de Los Caballos, que habiendo quedado huérfana con sus hermanos y sin recursos, necesita la inclusión en el padrón de Beneficencia; Pedro Rodríguez, casado, marinero, con domicilio en calle Soledad número 19; y por último, Antonio Duarte Olea, casado, marinero, con habitación en calle Catalanes s/n".

El siglo había comenzado con la necesidad de provisión de plazas de médicos titulares en nuestra ciudad: "En contestación a la comunicación de VS, de fecha 19 debo manifestarle que no estando aún constituida la Junta de Gobierno y Patronato del Cuerpo de Médicos titulares, procede remita, desde luego, esa Alcaldía á este Gobierno los edictos, para la provisión de las plazas de médicos titulares de esa Ciudad. Dios g. m. años. Cádiz 22 de Septiembre de 1903. Fdº. F. de Ferrer y Almunia. Al Sr. Alcalde de Algeciras". Siendo la respuesta municipal: "Convocada para el día de mañana la Junta Municipal en cumplimiento con lo dispuesto por el Artº 11 del Reglamento de 14 de Junio de 1891, con objeto de tratar las vacantes de las plazas de médicos titulares, tan pronto aquella se reúna y tome acuerdo remitiré a Vd los oportunos edictos para su publicación en el Boletín Oficial de esta provincia y gaceta de Madrid. Lo que tengo el honor de manifestar a Vd en su atento escrito del 22 del actual". Ante una más que posible negligencia administrativa el órgano provincial responde: "Visto los antecedentes relativos á la comunicación […], y resultando que los contratos celebrados entre ese Ayuntamiento y los médicos titulares expiraron en 1898, por cuya causa y al no haber sido prorrogados en esa fecha dejará de ser legal el acuerdo que se adopte ahora para la expresada prolongación, puesto que no cabe prorrogar contrato finalizado hace 5 años, he acordado manifestar a esa Alcaldía el deber que está en remitir los edictos para la provisión por concurso de dichas plazas. Dios. g. Sr. Alcalde de Algeciras". Siendo los médicos afectados José Gómez Brignardely, Juan Pérez Santos y Laureano Cumbre, a los cuales la Alcaldía les envió el siguiente escrito: "El Ayuntamiento que accidentalmente presido en sesión de ayer, cumpliendo con lo dispuesto por el Sr. Gobernador de esta provincia, ha acordado declarar vacante las tres plazas de médicos titulares de esta Ciudad, y proceder a convocar por concurso prever, previa publicación y demás trámites correspondientes. Lo que participo a Vd para su conocimiento, así como que esta Corporación ha acordado constituir y desempeñar la expresada plaza de médico titular con carácter interino. Rubrica ilegible". Pero ante una cierta pasividad administrativa del consistorio local, el Gobierno Civil nuevamente reitera con grave tono su petición: "Sírvase con toda urgencia emitir edictos para la provisión de las plazas de médicos titulares de esa ciudad, a fin de que contratados los que obtengan el nombramiento, resulte exactamente cumplido el Reglamento de 14 de Junio de 1891. Fdº. F. de Ferrer y Almunia. Al Sr. Alcalde de Algeciras".

Mientras la incomprensible pasividad administrativa municipal desesperaba al Gobierno Civil, el servicio de lactancia en Algeciras, seguía con sus problemas, ante la tardanza por el ente provincial sanitario, en el envío de las pagas a las amas de cría contratadas; las posibles candidatas a prestar el servicio, optan por la contratación privada, ya sea en Gibraltar o Algeciras por la seguridad en el cobro, llegándose a publicitar: "Ama de cría. Se ofrece joven primeriza de 18 años, recién salida de su cuidado. Se reciben avisos en la calle Sevilla, 45".

Por otro lado, el siempre pedigüeño consistorio local, a veces tomaba decisiones incomprensibles sobre todo para los vecinos que habían sido dados de baja del padrón de beneficencia por falta de presupuesto: "En sesión municipal celebrada […], se acordó facilitar un socorro al vecino Gabriel Ortega para que pueda marchar a los baños de Archena (Murcia)". Desconociéndose hasta el momento, quién era este ciudadano merecedor de tal socorro y honor.

A comienzos de siglo, dos noticias preocupan a la Junta de Sanidad Local, la primera: "En atención al parte del veterinario Don Manuel Alba, sobre la enfermedad infecciosa que padecen algunos animales, se autorizó al Alcalde para que adopte algunas medidas convenientes en evitación de que se propague dicho mal"; y segunda, no exenta de retranca algecireña: "Los vecinos de la Marina se lamentan de lo insoportable que se hace la vida por estos días en aquel lugar, debido a que se encuentran apagando cal para embarcar con destino á Ceuta. El polvo que esta despide -prosigue el documento consultado-, y el calor asfixiante que se respira estos días por aquel lugar, será la causa de que algunos individuos de aquel vecindario se conviertan en estatuas, y en evitación de esto, el Alcalde no dudará en ordenar que se apaguen en otro sitio, los mil quintales que se han de apagar; aunque la orden no sea bien recibida por el dueño, pues para economizar este no van a sufrir aquella blancura los vecinos de la Marina".

La preocupación administrativa del Gobierno Civil, sobre la legitimidad profesional sanitaria, era constante: "Sírvase manifestar a este Gobierno el título que posea cada uno de los subdelegados de Medicina, Farmacia y Veterinaria de ese partido; fecha de dichos documentos y servicios extraordinarios que hayan prestado aquellos. Al Sr. Alcalde de Algeciras".

Respondiendo la Alcaldía: "Relación de los Subdelegados de Medicina, Farmacia y Veterinaria en este partido, con expresión de su título fechas de los mismos y servicios extraordinarios que han prestado: Nombres: Juan Gómez Brignardely, título: licenciado en Medicina; fecha: 18 de mayo de 1857; servicios extraordinarios: ninguno. Nombre: Juan Adolfo Utor Custodio; título: licenciado en Farmacia; fecha 2 de julio de 1865; servicios extraordinarios: ninguno. Nombre: Manuel Alba Gutiérrez; título: Veterinario; fecha: 13 de junio de 1898; servicios extraordinarios: ninguno. Fdo. El Alcalde Constitucional".

La relación de estos subdelegados con la administración provincial, era muy estrecha, debiendo enviar los mismos periódicamente o cuando le fuese reclamado informe de su gestión, a través de la Alcaldía: "En contestación a su atento oficio debo manifestarle que el título que poseo es de Licenciado en la Facultad de Farmacia, expedido por la Universidad Central, con nota de sobresaliente y fecha 2 de julio de 1865. Los servicios prestados desde mi nombramiento de subdelegado son los siguientes: apertura de tres farmacias en esta Ciudad, correspondiendo por orden de antigüedad á las tres siguientes: Licenciado D. Augusto Almagro; D. José Cumbre, D. José Rodríguez Alconchel y otra farmacia en Tarifa del Ldo. Sr. José Román. He denunciado algunos casos de intrusión y prestación título por conducto del Colegio Farmacéutico de la provincia que la autoridad no ha prestado después el apoyo necesario. Lo que tengo el honor de manifestarle en cumplimiento a la orden que me ha trasladado del Excmo. Sr. Gobernador Civil de la Provincia. Fdo. Juan Adolfo Utor. Al Sr. Alcalde Presidente del Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad".

Trámites administrativos y denuncias sin los apoyos necesarios aparte, la actualidad sanitaria local, pasa por un desgraciado accidente que tuvo como triste protagonista a un menor: "El miércoles último como a las tres de la tarde, hallábanse embarcando piedras con destino al dique de Gibraltar y las vagonetas que iban quedando desalojadas empujábanlas los trabajadores colocándolas a cierta distancia; una de estas veces acertó a pasar por entre dos de las referidas vagonetas que estaban en dirección contraria el niño José Rodríguez Sánchez, de 7 años de edad, y al chocar los topes fue cogido por estos en la cabeza, muriendo instantáneamente a consecuencia del golpe que le produjo un magullamiento horrible con destrozo completo del cráneo. El lamentable accidente aconteció, según personas autorizadas, cuando un carabinero y un agente de la Arrendataria empujaron la vagoneta al objeto de quitarla del frente de la Caseta de la Aduana del muelle ferroviario".

La triste noticia circuló rápidamente por toda la ciudad y de seguro que, por ejemplo, los clientes de la librería sita en el número 3 de la Plaza de la Constitución (Plaza Alta), propiedad de Luciano Martínez; o los empleados de las oficinas de la Agencia Tributaria que estaba en el número 9 de la calle General Castaños (antigua Carretas), y entre los empleados de la Carpintería para Carros, propiedad de la sociedad López & Cía. abierta en el Murillo, se comentaría con gran lamentación tan triste episodio.

Aquellos días, fueron de mucho trabajo para el personal sanitario del Hospital Civil, como lo demuestra el siguiente texto: "No se sabe si por estado de embriaguez o insultos mutuos fué la causa de que recibiera un tiro Juan Gómez Zamparón, interesándole el proyectil el labio inferior, el cual le fué curado". Siguiente asistencia: "De resultas del escándalo que armaron algunos soldados de los que han llegado últimamente, en una casa de la calle del Sol (hoy, Coronel Ceballos), habitada por una individua conocida por La Jerezana, a quién lesionaron tanto que la pobre mujer sufrió una contusión en el ojo derecho, un pinchazo por la espalda, así como arañazos y palos". Y por último: "Fue curado en el Hospital Civil un individuo llamado Manuel Macías, quién en reyerta con otro sujeto en la estación de Castellar, había recibido una herida en el brazo de 12 centímetros de extensión".

De regreso a la dura realidad sanitaria de la ciudad, el Ayuntamiento tuvo que aprobar con carácter de urgencia las siguientes medidas ante un pequeño brote de viruela: "Aprobación de los socorros dados con motivo de la viruela […], se ha dispuesto por la Alcaldía que se proceda a vacunar a todos los que lo deseen en los barrios respectivos, señalando para el viernes a la una de la tarde del día 21 el de San Isidro y en el Centro Obrero (hoy, parroquia)".

Si bien estas ayudas estaban más que justificadas, aún seguían siendo incomprensibles las otorgadas para visitar los balnearios -como se ha reseñado anteriormente-, y sus saludables aguas. Pero esa es otra historia.

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