Que me lleven preso

Tribuna abierta

¿No habría sido más razonable -y más acorde con la lógica institucional- renunciar a los cargos públicos y no precisamente a la militancia, que poco o nada de tiempo ocupa?

El Pleno más incómodo del año en Algeciras a causa del caso Landaluce y la denuncia por acoso sexual que nadie nombró

Landaluce, en el centro, durante el Pleno del pasado jueves.
Landaluce, en el centro, durante el Pleno del pasado jueves. / Erasmo Fenoy

Que me lleven preso por lo que voy a decir.

El esperpéntico sainete del último Pleno del Ayuntamiento de Algeciras -sencilla, pero magistralmente diseccionado por Gloria Sánchez-Grande- me ha llevado de manera casi eléctrica a compulsar mis propias conclusiones. Y no me van a favorecer a la hora de pedir el vado que tengo pendiente tramitar; pero callarse no merece la pena en este caso.

Nuestro alcalde ha solicitado la baja de militancia y de sus cargos orgánicos en el Partido Popular motu proprio, proclamando que así podrá dedicar más tiempo a su defensa, cuyo fundamento jurídico esencial —la presunción de inocencia— nadie, por descontado, le discute. Yo menos que nadie. El tiempo es oro, pero no es oro todo lo que reluce.

Dicho sea con todos los respetos y con la venia, no alcanzo a comprender bien la jugada. No me encaja, no me cuadra, me suena a bola. Ser alcalde de la octava ciudad de Andalucía y senador del Reino exige una dedicación que, entiendo yo, no se despacha con un “ahora tengo más tiempo libre”.

Dimite de lo que el partido puede retirarle, suspenderle o directamente fulminarle… pero no de lo que solo la legislación puede quitarle: sus cargos públicos electos, aunque ya llegará el tiempo de confeccionar las listas

¿No habría sido más razonable —y más acorde con la lógica institucional— renunciar a los cargos públicos y no precisamente a la militancia, que poco o nada de tiempo ocupa?

La organización política pretende poner tierra de por medio (el silencio de Juanma Moreno es atronador) y le ha “sugerido” al denunciado (que no investigado, al menos de momento) cierto paso atrás. De hecho, la dirección matriz ha decidido que deje de formar parte del Grupo Popular en el Senado. Lento, tarde y mal, pero la repercusión que ahora se ha dado manda, que no los hechos ya conocidos hace meses.

Y me temo que el señor Landaluce ha respondido con un ya clásico Ábalos: dimite de lo que el partido puede retirarle, suspenderle o directamente fulminarle… pero no de lo que solo la legislación vigente puede quitarle: sus cargos públicos electos, aunque ya llegará el tiempo de confeccionar las listas.

Al parecer, la unción popular pesa más que la carga de la defensa procesal. Es extraño y contradictorio. Es incluso sospechoso y más cuando se lleva catorce años en el cargo.

Y ahí es donde, por deformación profesional, entro yo. Que me lleven preso si yerro, como proclama mi Fabiana en su TikTok.

Porque una vez conocido el presunto origen de las filtraciones del escandaloso chat de WhatsApp, y estando ante hechos manifiestamente “falsos” según el perjudicado, profundamente denigrantes y divulgados con entusiasmo casi artístico... ¿Cómo es posible que nadie haya interpuesto todavía una querella por injurias, calumnias o, como mínimo, revelación de secretos, contra el primer publicador de tales informaciones, o contra la indudable pulsadora de los botones que dieron lugar al pantallazo? ¿Miedo? ¿O por qué tampoco contra el anterior cargo defenestrado y miembro de su propio partido que ha divulgado tales pantallazos? ¿Miedo? ¿O por qué no querellarse contra el mismo personaje subvencionado que se lo facilitó al PSOE algecireño, según consta en un acta notarial? ¿Miedo, también? La verdad no ha de dar miedo, me enseñaron los salesianos.

Y transcendido al escenario local, ¿por qué no ha abierto el PP un expediente informativo -que para eso sus estatutos internos están muy bien redactados- para comprobar si lo que se afirma con tanta gravedad sobre un cargo público y sus subordinadas tiene el más mínimo asidero fáctico? ¿Miedo del partido a profundizar en el asunto? Si los vomitivos pantallazos son falsos, ¿alguien los ha desmentido con el correspondiente informe pericial informático? ¿Miedo a encargarlo? ¿Alguien ha desmentido la veracidad de los chats al menos, que, por cierto, parece ser que fueron redactados desde terminales telefónicos públicos, pagados por ustedes y por mí? ¿O es que, como en los clásicos, “todo el mundo sabía algo” y ahora toca mirar para otro lado? ¿Miedo? ¿Me llevarán preso por hacerme estas preguntas?

Que alguien me lo explique, porque empiezo a pensar que la transparencia se practica muy a oscuras en este Ayuntamiento.

Pero siempre, con pleno respeto a la presunción de inocencia, no puedo dejar de manifestar, desde la impagable oportunidad que me brinda este periódico y con plena libertad de expresión, que siento profunda vergüenza ajena al tener que dejar constancia de lo que muchos pensamos sobre quien ostenta la máxima representación de nuestra ciudad.

Y no, no nos lo merecemos. Y su carrera política aún menos. Pero si con el palmoteo de unos pocos cercanos le vale, pues más aún se denota para quién se gobierna. Para los suyos. Aunque ello suponga que se incremente el cachondeo de muchos. Y al Coruña me remito.

Lo único positivo en los últimos días, en medio de la denigrante imagen que se ofrece de la ciudad y de su máxima autoridad, ha sido la crónica de Sánchez-Grande, que más quisieran haberla firmado los Ussía, Burgos o Campmany. Y ahora que me metan preso, pero yo no voy a mirar a otro lado.

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