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Grandes hechos históricos en Algeciras (III): la Conferencia Internacional de 1906

Observatorio de la Trocha: las claves de nuestra historia

La ciudad se convirtió en el centro diplomático mundial gracias a su ubicación, infraestructuras y hospitalidad

Grandes hechos históricos en Algeciras (I): El asedio de 1342-1344

Grandes hechos históricos en Algeciras (II): La batalla naval de 1801

Apertura de la conferencia, obra de Paul Carrey, posiblemente basada en una fotografía y publicada en Le Petit Parisien el 4 de febrero de 1906.

- Doctor en historia, cronista oficial de Algeciras, presidente de la Asociación La Trocha y de la Sección 2ª del IECG. Grupo de investigación PAI-HUM 1130 de la UCA.

Algeciras, 28 de noviembre 2025 - 04:01

En nuestra anterior entrega nos referíamos a los más famosos acontecimientos en la historia de Algeciras, sin que se trate exactamente de los más importantes para la ciudad, sino de aquellos que más fama le han proporcionado, o sea, que han proyectado el nombre de Algeciras con carácter internacional.

De la interesante e insólita historia de nuestra ciudad, hemos seleccionado tres acontecimientos: El asedio de 1343-1344, la batalla naval de 1801, y la Conferencia Internacional de 1906, que atendemos en esta entrega. Mucho es lo que se ha escrito sobre tan trascendental acontecimiento, que no solo supuso otra vez la proyección del nombre de Algeciras a nivel mundial, sino que, al contrario de la famosa batalla naval de 1801, este evento sí tuvo gran importancia en el desarrollo posterior de la ciudad, pues supuso ¡al fin! la creación del tan solicitado puerto moderno que fue incrementando sus medios y posibilidades hasta ser hoy el primero del Mediterráneo y uno de los más importantes de Europa.

Durante el siglo XVIII y principios del XIX, el fondeadero de Algeciras fue adquiriendo mucha importancia comercial, paralelamente a su función militar, reflejada en la creación de un apostadero de marina, o sea, un puerto o fondeadero donde están estacionados un conjunto de barcos de guerra con un mando único. Ambas facetas se debían a la excepcional posición geográfica de la ciudad que se manifestaría otra vez en 1906, como veremos.

El caso es que una y otra vez, Algeciras solicitaba a los poderes superiores la creación de un verdadero puerto artificial, en base a bien fundadas razones y creándose varios proyectos para ello. Pero siempre esos deseos eran ignorados y durante décadas se fue acumulando la frustración en una ciudad que no era merecedora de tanta desatención. Esa situación es muy parecida a la actual, cuando la comarca no dispone de comunicaciones suficientes para que el puerto de la bahía de Algeciras alcance su verdadero potencial, existiendo el riesgo de que su desarrollo primero sea frenado y luego empiece a retroceder con la consiguiente catástrofe económica y pérdida de infinidad de puestos de trabajo que supondría esa decadencia. Ello ya ha ocurrido en otras ocasiones, no olvidemos el gran auge de la pesca en Algeciras, que ya se inició antes de la guerra civil y alcanzó tal importancia que en 1960 era el tercer puerto de España, tras Vigo y Las Palmas de Gran Canaria. Pero a partir de 1975, vino el declive, debido a una conjunción de causas, siendo una de las más importantes la presión de Marruecos para ampliar a 200 millas sus aguas jurisdiccionales marroquíes, acentuada por el abandono del Sahara Español y que se culminó en 1979. En la comarca fueron cerrando todas las fábricas de conservas y se dice que los 300 barcos pesqueros que había hace unas décadas, se redujeron a 30.

Visita a Tánger del Emperador de Alemania, Guillermo II, en 1905, marcado en la foto por un círculo. Esta aproximación provocó alarma en las potencias coloniales europeas.

Hoy podría producirse un desastre económico peor aún, si la bahía de Algeciras no dispone de las comunicaciones imprescindibles para el desarrollo de su puerto, pese a existir una conciencia cada vez más asentada sobre ello, tanto en la ciudadanía como en sus representantes.

Esa desatención de los poderes superiores a lo largo del siglo XIX y principios del XX se ha querido atribuir a la influencia de Cádiz, que no quería un puerto rival en sus cercanías. Pero la realidad puede ser otra, pues la poderosa Inglaterra victoriana presionaba al gobierno de la entonces débil España para que la base de Gibraltar no pudiese ser amenazada. Por ejemplo, imponía el que las costas de la Bahía no estuviesen artilladas y sobre la continuación de esta política, conviene leer un libro, “Construcción del puerto de Tarifa a través de la prensa” publicado por Carlos Núñez Jiménez en 1991. Esta obra es de planteamiento sencillo, pero de forma indirecta alude a una realidad poco o nada divulgada de la historia comarcal, de la cual queda mucho por estudiar y dar a conocer.

Entonces, si en la segunda mitad del siglo XIX, por la causa que fuere, las justas peticiones sobre la bahía de Algeciras, eran sistemáticamente ninguneadas, ¿a qué se debe el puerto actual? -Hay que recordar algo sobre la situación internacional a principios del siglo XX: Italia intentaba hacerse un lugar en la Europa industrializada, tras el éxito de su unificación, Inglaterra había continuado su ascensión como primera potencia mundial, Francia se había repuesto de la catástrofe de 1870, con sus secuelas políticas y luchaba activamente por su imperio colonial, Alemania se había convertido en una gran potencia industrial, aspirando a un imperio colonial propio que garantizase las materias primas y España se recuperaba como podía de aquel trauma, la pérdida en 1898 los restos de su pasada grandeza.

Estatua en honor a Emilio Santacana, que representa el momento en que el alcalde recibe a los diplomáticos extranjeros. Es obra de Rafael Gómez de Avellaneda y levantada durante la alcaldía de Tomás Herrera. La fotografía se debe al llorado José María Contreras, gran defensor del patrimonio cultural.

Por cierto, España nunca tuvo colonias, sino territorios de ultramar, cuyos habitantes eran todos ciudadanos españoles de pleno derecho. Por otra parte, las civilizaciones y países no suelen tener una historia lineal y homogénea, sino más bien una línea ondulada de ascensión, apogeo, decadencia y hundimiento, para generalmente volver a iniciar el proceso, como es el caso de la gran civilización china. Y un vecino cercano a nosotros, Marruecos, tras haber alcanzado en el pasado momentos de esplendor, se encontraba a principios de siglo sumido en el caos y el atraso, con un estado débil que no era capaz de imponer su control y autoridad, donde aparecían “señores de la guerra” como el famoso Raisuni.

En 1905 se precipitaron las cosas: Una misión diplomática francesa intentó imponer la influencia del país galo en Marruecos y Alemania, que había llegado tarde al reparto colonial de África respondió con otro “movimiento de ajedrez” y no movió precisamente un peón, sino a una pieza con el máximo poder, el emperador de Alemania, Guillermo II, que, en una visita aparentemente protocolaria a Marruecos, también en 1905, trató de crear un “cortafuegos” al imperialismo francés en el norte de África. Esto causó alarma y un cierto pánico en Europa, pues desde la unificación nacional, el imperio alemán era una gran potencia emergente, que demostró lo que era capaz de conseguir en la guerra franco-prusiana de 1870. Francia e Inglaterra también quisieron crear su propio “cortafuegos” ante la expansión alemana, no solo en el caso de Marruecos, por lo que se creó una gran tensión agravada por la política de bloques, incluyendo movimientos de tropas y refuerzo de puntos estratégicos en el corazón de Europa. La primera Guerra Mundial estuvo a punto de iniciarse ocho años antes, pero Alemania solicitó un encuentro diplomático para buscar salida a la situación. Era una jugada estudiada, pues se decidiera lo que fuera sobre la crisis de Marruecos, el gobierno alemán obtendría ventajas de otra forma, como veremos.

El lugar elegido para ese encuentro era Algeciras, que tenía las ventajas de estratégica posición sobre el Estrecho, ideal para todas las partes interesadas, con un buen fondeadero, ferrocarril hacia el norte, que conectaba fácilmente con Madrid y Europa, un clima benévolo y buenos alojamientos, en especial el Hotel Cristina, el mejor en su género. Era, además una ciudad amable, acogedora y bella. Sí, bella y pintoresca, un verdadero atractivo turístico entonces, como nos demuestran las fotografías de la época. A tal punto, que existían entonces grandes proyectos de inversión por parte de extranjeros en casinos, balnearios e instalaciones deportivas, para convertir Algeciras en la Niza del Sur, o sea, en la capital del turismo español de costa y playa, que hubiera atraído a innumerables extranjeros. La revolución económica que supuso la costa del Sol, se hubiera producido aquí medio siglo antes. ¿Por qué eso no se hizo realidad? Pues por las mismas ventajas que la ciudad presentaba para la citada Conferencia, ya que este importantísimo acontecimiento internacional, tuvo unas consecuencias inesperadas. Pero no adelantemos acontecimientos.

Plano con la división del protectorado de Marruecos. / Soledad Gómez de Avellaneda Díaz

En primer lugar, el éxito de Algeciras como ciudad anfitriona lo garantizó una persona de extraordinaria valía, el nunca suficientemente admirado alcalde Emilio Santacana y Mensayes, que supo organizarlo todo para dejar en la memoria de los asistentes la mejor impresión de la ciudad. Una legión de periodistas y personal relacionado con los diplomáticos de trece países inundó Algeciras, entonces una pequeña ciudad de provincias, que durante unos meses fue el centro neurálgico mundial de las relaciones internacionales, y que fue así “descubierta” por el resto del mundo. Esa propaganda favoreció extraordinariamente los proyectos sobre desarrollo turístico, pero en una de esas crueles paradojas de la historia, los resultados de la propia conferencia frustraron esas ideas y el éxito de la ciudad vino por otros cauces, como veremos.

En primer lugar, recordemos que la idea de proteger de sí mismo a Marruecos no era para nada altruista. Fuera el que fuera el país interventor que prestara la ayuda, ello podía significar “el abrazo del oso”, para el país auxiliado, pues había una intención colonialista, al aprovechar las posibilidades económicas de Marruecos. En un principio se asignaba a Francia el protectorado, con lo cual se redondeaba un imperio colonial francés en África. Pero al parecer otras naciones no veían con buenos ojos el que una nación poderosa como Francia controlara la orilla sur del Estrecho y al final se prefirió que la entonces débil España ejerciera esa función y realmente era un regalo envenenado.

A Francia le tocó controlar la parte más rica y civilizada del territorio, donde estaban las materias primas y cuyos habitantes eran más fáciles de manejar, mientras que en España se intentó colocar la leyenda de unas supuestas y rentables minas, la cruda realidad es que le correspondieron las ásperas montañas del Rif, muy pobres y cuyos habitantes eran indómitos guerreros rebeldes a toda autoridad central y más cerca de un régimen tribal o a lo sumo feudal, que a un verdadero estado con estructuras funcionales. Pero con los rifeños sucedió lo mismo que con los hispanos, que tras ser conquistados por Roma y percatarse de las ventajas de una sociedad más avanzada, se convirtieron rápidamente a ese nuevo mundo. Tras la pacificación total del Rif, que costó mucha sangre española se pudo completar la ingente tarea de implantar todas las mejoras administrativas, legales, sanitarias, económicas, etc., que estaban al alcance de nuestra entonces empobrecida nación. El caso es que, ante ello, los rifeños se convirtieron en los mayores amigos de España, echándola de menos tras la independencia del territorio en 1956 y el consiguiente fin del protectorado.

A todo esto, y debido a la Conferencia de Algeciras, las aspiraciones alemanas en Marruecos se frustraron, pero como compensación recibió parte del Congo francés, que se unió a la colonia alemana del Camerún, porque el imperio de Guillermo II salió beneficiado de la confrontación diplomática. Como hemos dicho, la Primera Guerra Mundial se retrasó ocho años, pero en 1914 la estupidez humana se superó a sí misma y las naciones más civilizadas del mundo iniciaron alegremente una carnicería que consumió a lo mejor de la juventud europea. Tras la paz de 1918, la enseñanza recibida tampoco sirvió para prever y evitar otro conflicto aún más extenso en el espacio y el tiempo, la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945.

En cuanto a Algeciras, las grandes inversiones internacionales que nos hubieran convertido en esa citada “Niza del Sur”, se vinieron abajo, pues ¡oh milagro!, ese puerto tantas veces rechazado por la administración central, se empezó a construir, ya que era indispensable una conexión rápida, cercana y segura con el protectorado de Marruecos y para ello la ciudad ideal era Algeciras. Y el puerto en construcción, necesitaba grúas y trenes de vagonetas que traían piedra desde la cantera de Los Guijos y estos últimos, ocuparon la costa en su tramo entonces más turístico, el Saladillo y la Villa Vieja.

El porvenir económico de Algeciras se centró a partir de entonces en el puerto y las industrias.

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