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El tiempo para el puente en el Campo de Gibraltar

El General Castaños y su proyecto de urbanización de la Plaza Alta de Algeciras (1804-1807)

Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)

Como Comandante General del Campo de Gibraltar trasladó la sede desde San Roque a Algeciras y apostó por embellecer la ciudad

La reforma de la emblemática plaza contó con losas de los Guijos, un obelisco, chopos traídos de Sevilla y elementos que aún se conservan

Algeciras: Provincia Marítima desde el año 1787

Grabado realizado por Tomás López de Enguidanos en 1807 con el proyecto de urbanización de la Plaza Alta promovido por el General Castaños y llevado a cabo por el coronel don Joaquín Dolz del Castellar. (Señalada con una flecha la sede de la Comandancia General del Campo de Gibraltar).

Francisco Javier Castaños Aragorri había nacido en Madrid en el año 1758 en el seno de una familia nobiliaria. A los diez años recibió el grado de capitán de infantería otorgado por el rey Carlos III en atención a los méritos contraídos por su padre. Muy joven ingresó en la Academia Militar obteniendo su primer destino en la Compañía de Granaderos del Regimiento de Saboya en Cádiz. Entre 1779 y 1783 participó en el Gran Sitio de Gibraltar, en el que lograría el ascenso a Teniente Coronel. Ése fue su primer contacto con la comarca que, años más tarde, vendría a gobernar.

Tras ascender a coronel a los treinta y un años le fue confiado el mando del regimiento África, con el que en 1793 prestó sus servicios durante la llamada Guerra de la Convención que el rey Carlos IV declaró a la Francia republicana luchando en los Pirineos Occidentales a las órdenes del general Ventura Caro. El 9 de febrero de 1795 fue nombrado Mariscal de Campo. En esos años frecuentaba las reuniones y tertulias políticas de la capital de España, entre ellas la famosa tertulia de la Condesa de Benavente en la que se expresaban ideas contrarias al valido de Carlos IV, don Manuel Godoy. Estas veleidades le ocasionaron ser desterrado, en 1799, a Badajoz, destierro que abandonó en 1802 para marchar a Galicia. Allí fue ascendido a teniente general por la defensa que hizo del puerto del Ferrol frente a los ingleses.

Pero lo que dio gloria y fama universal al General Castaños fue su intervención como comandante general del ejército que venció, el 19 de julio de 1808, a los franceses, mandados por el general Dupont, en la batalla de Bailén. Tras la victoria de Bailén, la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino lo nombró capitán general del ejército del Centro. Entre el 1 de febrero y el 29 de mayo de 1810 fue presidente del Consejo de Regencia de España e Indias. Acabada la guerra se mantuvo fiel a la causa absolutista del rey Fernando VII, siendo nombrado Capitán General de Cataluña. El 12 de julio de 1833 se le otorgó el título de Duque de Bailén. Más tarde presidió el Consejo de Regencia durante la minoría de Isabel II. Murió en Madrid el 24 de septiembre de 1852 a los noventa y cuatro años de edad.

Retrato del General Francisco Javier Castaños, que se expone en el Museo Municipal de Algeciras, de autor desconocido.

Comandante General y Gobernador del Campo de Gibraltar

En el verano de 1802 fue nombrado Comandante General del Campo de Gibraltar. Ese destino no era de los más relevantes de la Nación, pero sí uno de los más prestigiosos, no en vano se trataba de la punta de lanza frente a Inglaterra que tenía apoderado un trozo de España en el peñón de Gibraltar. La residencia oficial de la Comandancia General ese hallaba situada en el cuartel de Buena Vista, término municipal de San Roque, una mansión de estilo dieciochesco al norte del istmo y, por lo tanto, excesivamente cerca de la frontera con la colonia inglesa. Sus funciones como Comandante General eran diversas y algunas muy lucrativas. Castaños era teniente general de los Reales Ejércitos, Comandante y Gobernador del Campo de Gibraltar y sus distritos, presidente de la Junta de Sanidad, inspector de la Compañía de Escopeteros de Getares, Comandante del Cuerpo de Milicia Urbana y subdelegado y juez privativo de todas las rentas provinciales en el distrito y costas de su jurisdicción. A estos cargos se unía, además, el beneficiarse de las cantidades que pagaban quienes atravesaban la frontera de Gibraltar para comerciar o trabajar en tiempos de paz.

En el año 1804, entendiendo que Algeciras estaba mejor situada en el arco de la bahía, alejada de la frontera con Gibraltar, trasladó la sede de la Comandancia a esta ciudad en la que llevó a cabo importantes iniciativas y proyectos de mejora urbanística y ornato en una ciudad cuyo desarrollo, después de su segregación y su independencia política y económica de San Roque en 1755, con una población en constante aumento, estaba necesitada de mejoras, tanto en su trama urbana como en las actividades que podían desarrollarse en su incipiente puerto.

Pedro Agustín Girón, Marqués de las Amarillas, sobrino del General Castaños, que visitó Algeciras en dos ocasiones, en su obra Recuerdos escribe lo siguiente: “En el pueblo hay algunos labradores y muchos marineros: contrabandistas en paz y corsarios en tiempos de guerra. Algeciras, situada al oeste de la bahía de Gibraltar, era, a principios del siglo pasado (1700-1726), un lugar insignificante formado principalmente por cabañas de pescadores. Pero a causa de la pérdida de Gibraltar, España necesitó de un contrapeso en la bahía y, desde entonces, no ha parado de prosperar. Su principal comercio lo constituye el contrabando con los ingleses en tiempos de paz, más prospero en los de guerra debido al corso que gozan aquí de una cómoda base”.

Panorámica de la Plaza Alta en 1870. Fotografía de George Washington Wilson. Aún se conservaban los bancos, las cadenas de hierro y la fuente diseñada por el coronel Joaquín Dolz del Castellar en 1807.

Cierto es que la imagen de la Algeciras de principios del siglo XIX no era muy agradable para los viajeros que llegaban a la ciudad. Pero no pasarían muchos meses sin que el General Castaños, preocupado por el ornato y la mejora de la capital política y militar de la comarca, se aplique en mejorar la apariencia urbana de la ciudad, empezando por la céntrica Plaza Alta, un gran cuadrado terrizo que se hallaba tal como la diseñara, a principios del siglo XVIII, Jorge Próspero de Verboom.

Castaños y el desarrollo urbanístico de Algeciras

La primera sede algecireña de la Comandancia se hallaba situada entre la calle, actualmente denominada del General Castaños, y la fachada meridional de la Plaza Alta (véase el grabado adjunto). Desde el traslado de la Comandancia a Algeciras, Castaños se ocupó en dotar de empedrado las calles terrizas del centro y en la construcción de algunas cloacas para verter las aguas sucias al mar o al río con la participación de oficiales y de la tropa de la guarnición. Aunque la obra más destacada y emblemática la llevó a cabo en el año 1807 cuando urbanizó la Plaza Alta.

La financiación de las obras corrió a cargo de la Comandancia y de los ingresos que obtenía del comercio con Gibraltar y el norte de África, más la ayuda económica proporcionada por algunos industriales y comerciantes de la ciudad. El proyecto fue elaborado por el coronel de artillería Joaquín Dolz del Castellar y las obras estuvieron dirigidas por el maestro Navarro con personal militar de la guarnición de la ciudad.

El espacio a urbanizar era de 4.420 varas cuadradas (unos 3.000 metros cuadrados). El pavimento se hizo con losas blancas traídas de los Guijos, pero, para romper la uniformidad de la superficie pétrea se diseñaron ocho pasos o corredores de piedra gris que iban desde el centro a los ángulos achaflanados, donde se localizaban cuatro de las ocho entradas a la plaza, y al punto medio donde se situaban las otras cuatro. En el centro de la explanada se propuso colocar un obelisco de madera sobre un basamento escalonado de planta circular con cuatro figuras alegóricas en honor del Príncipe de la Paz, Manuel Godoy, y con inscripciones en español, francés, inglés y árabe. Y, en su base, una fuente con varios chorros de agua. Cuatro calles perimetrales (que aún se conservan. Tres de ellas hoy peatonales) rodeaban la plaza para que circularan por ellas los carruajes. La zona interior estaba separada de las calles perimetrales por pilastras de mampostería flanqueando cada entrada, y dieciséis bancos de piedra con columnas de jaspe a cada lado unidas a los bancos con cadenas de hierro. Sobre cada pilastra se colocó un vaso de tipo etrusco. El arbolado consistía en cuarenta chopos de Lombardía que se trajeron de los viveros militares de Sevilla. Para lograr una superficie horizontal (pues el suelo de la plaza estaba inclinado hacia el mar), se construyó un muro de contención mirando hacia el acantilado, y en su centro una fuente con cuatro chorros que surgían de cabezas de leones. Fue inaugurada a finales del verano del año 1807.

Fachada del edificio donde estuvo la Comandancia General del Campo de Gibraltar en tiempos del General Castaños, situado junto a la pastelería La Alicantina, hoy desaparecido.

Las figuras y las inscripciones que aparecían en las cuatro caras del obelisco de madera desaparecieron a poco de estallar la Guerra de la Independencia en mayo de 1808. En su lugar se pusieron medallones alegóricos con los nombres de las batallas de Bailén, Zaragoza y Gerona. Se conserva un dibujo del proyecto, realizado por Tomás López de Enguidanos, con una inscripción que dice: “Vista en perspectiva de la nueva plaza del Almirante de Algeciras construida por la ciudad, su comercio y su ejército al mando del Excelentísimo Señor don Francisco Javier Castaños, quienes la dedican a la perpetua memoria del Serenísimo Señor Príncipe Generalísimo por su exaltación a la dignidad de Gran Almirante de España e Indias. Año 1807”.

El nombre de Plaza del Almirante tuvo corta duración, pues desapareció con la caída en desgracia del Príncipe de la Paz. En 1814 se la denominó Plaza del Rey. En 1823 Plaza de la Constitución. En 1824, con la segunda entronización de Fernando VII, retornó a su anterior nombre de Plaza del Rey. En 1834 se le puso el nombre de Plaza de Isabel II. En 1857 aparece en la documentación de la época como Plaza Alta. Con la caída de la monarquía en 1868 volvió a tomar el nombre de Plaza de la Constitución, denominación que se mantuvo hasta el año 1931 cuando se le dio el nombre de Plaza de la República.

El general francés Dupont se rinde ante el General Castaños tras ser derrotado en la batalla de Bailén. Óleo de José Casado del Alisal (Museo del Prado).

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