Fortes, tras su San Isidro más revelador, torea este sábado en Algeciras su cuarta corrida de Miura: "Vengo tras estar en la nada"
Invitado en Arles a una exposición sobre el universo taurino de Picasso, el torero malagueño reflexiona sobre arte, muerte y fe días antes de hacer el paseíllo por primera vez en la plaza de Las Palomas
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Saúl Jiménez Fortes está en Arles. Atiende la llamada de este periódico desde la ciudad provenzal que inspiró a Van Gogh, una mañana de domingo, en mitad de un paseo. Camina sin prisa por las inmediaciones del anfiteatro romano. El piso irregular, las piedras viejas. Las huellas doradas que marcan las rutas turísticas. El perfil intacto de la muralla. “Estoy en Arles, sí. Me han invitado a una inauguración en Saint-Rémy, en el Musée Estrine”, explica.
La exposición se titula Éros, en la arena de Picasso y se adentra en los dos grandes mitos de la iconografía picassiana: la mujer y el toro. Las primeras figuras que pintó el Homo sapiens, recuerdan los comisarios, ya giraban en torno a esas dos entidades. En el universo de Picasso, ese eje no solo permanece, sino que arde, se retuerce, se transforma. El taureau y la femme: combate, deseo, ternura, muerte. En esta muestra del Musée Estrine, que permanecerá todo el verano en Saint-Rémy, el arte se mezcla con la iconografía popular, con las obsesiones de los antiguos y las nuevas lecturas de artistas contemporáneos del sur. Allí, entre los 70 dibujos y grabados expuestos, brilla también un objeto no pictórico, prestado por Fortes: su capote de paseo y su traje de luces de la corrida picassiana de Málaga de 2012.
“El capote es una obra de Antonio Cárdenas”, detalla el diestro. “Está inspirado en un boceto del Guernica. Lo confeccionó la sastrería Fermín, y el traje también. Me lo pidieron la comisaria de la exposición, Annie Maïllis, y la hija de Picasso, Paloma. Me ha sorprendido mucho la repercusión. Ha venido prensa de todo el mundo”.
Fortes no es un torero cualquiera. Hay en su figura algo de mártir pagano, de oficiante hierático. Malagueño, nacido en 1990, hijo de una torera, Mari Fortes, arrastra desde el inicio de su carrera el estigma de lo imprevisible. Ha toreado con los nervios en tensión, pero no solo por el toro. Padece epilepsia, una enfermedad que parecería incompatible con un oficio en el que el cuerpo, la vista y los reflejos son la frontera entre la vida y la muerte. “Nunca lo he ocultado”, admite. “Siempre he tenido claro que, si quería ser torero, tendría que aprender a convivir con ello”. Y lo ha hecho. Con medicación, con cuidados, con la vigilancia atenta de su madre —quien, además de madre, le enseñó a torear—. Y con fe. En Dios y en el toro.
“Las demás artes —la pintura, la escultura, la literatura— se pueden repetir. El toreo, no. Todo sucede en tiempo real. No hay una segunda toma. Ni siquiera puedes fallar y corregir. Porque hay muerte al acecho. Porque la muerte forma parte del guion”. La voz de Fortes se enciende un poco más al hablar de esto, de la muerte como escenario y no como accidente. Como si hablara de una amante incómoda. “El camino que debe seguir la fiesta taurina es el de la Cultura. Desde siempre, los artistas se han fijado en la tauromaquia. Pero aquí se representa algo único, irrepetible”.
Fortes sabe lo que dice. En mayo de 2015, un toro le embistió en Las Ventas y le metió el pitón por el cuello. Le rozó la yugular y la carótida. Los médicos no se explicaron cómo salió con vida. Tres meses después, en Vitigudino, otro toro volvió a encontrarle la garganta. Entró por debajo de la barbilla y ascendió hasta la base del cráneo. Le destrozó el paladar, le afectó la lengua y la región nasal. Durante meses, Fortes no pudo hablar. Ni comer. Ni respirar por sí mismo. Y sin embargo, volvió. Vertical. Estoico. Como si los puntos de sutura fueran una forma de caligrafía interior.
En Arles, esos episodios parecen hoy ecos lejanos. El sol de junio calienta las piedras, y Fortes camina, como un personaje de novela que ha sobrevivido a la última página. Le conmueve el Museo Réattu, el puente de piedra destruido en la guerra, las lápidas que recuerdan a los mártires de la ciudad. La sombra de Van Gogh y su angustia. La rosa de los vientos. Y le conmueve, sobre todo, que un museo francés exponga un capote de paseo, no como reliquia, sino como gesto estético. “Me gusta pensar que el toreo puede estar ahí. En un museo. En un poema. En un cuadro. Porque eso lo conecta con la vida. Y también con la muerte. Que es de lo que hablamos, al final”.
Primera vez en Algeciras
Este sábado, 28 de junio, Fortes toreará por primera vez en la plaza de toros de Algeciras. Hará el paseíllo en Las Palomas junto a Manuel Jesús 'El Cid' y Esaú Fernández. Será con toros de Miura. “Es una tarde que me motiva por dos razones”, dice para Europa Sur. “Primero, porque nunca he toreado en esa plaza. Y luego, porque la ganadería es Miura. Eso marca.”
Habla sin retórica. Sin inflar el discurso. Pero deja claro que no será una tarde más. “Me gusta que cada corrida tenga el carácter de acontecimiento. Con Miura, todo cambia. Exige otro tipo de preparación. Me obliga a estudiar más. La dedicación no es solo física. También es conceptual. Y técnica”. No es la primera vez que se enfrenta a los toros de Zahariche. Ni la segunda. Ni la tercera. “Será mi cuarta corrida con Miura. No sé si puede llamarse gesta, pero sí creo que tiene ese carácter”.
La cita de Algeciras llega tras su paso por la última Feria de San Isidro. El 21 de mayo, Fortes firmó en Madrid una de las mejores faenas de su carrera. Fue la undécima corrida del ciclo. Toreó a cámara lenta y con el cuerpo recto. La espada le cerró la puerta grande. Dio dos vueltas al ruedo. Clamorosas. Antes, el Domingo de Ramos, ya había dejado en la plaza un aviso nítido de lo que estaba por venir. “Desde San Isidro, la percepción que tiene la gente de mí ha cambiado. Yo venía de estar en la nada. Y, de pronto, he pasado a estar en boca de todo el mundo”.
No lo dice con vanidad. Lo dice como quien enumera hechos. En Arles, durante el paseo posterior a la inauguración en el Musée Estrine, lo detuvo un aficionado. Venía de París. “Me dijo que él y sus amigos estaban organizando las vacaciones de verano para verme torear a mí. Y a Morante”.
El próximo destino les queda lejos de París. Al sur. En Algeciras. Con toros de Miura. Y Fortes por primera vez en Las Palomas.
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