Catorce años de galardones invisibles: la extraña desaparición de los Premios Taurinos en Algeciras
Desde 2011, el Ayuntamiento anuncia cada año los triunfadores de la Feria Taurina, pero nunca les entrega sus trofeos. La tradición se ha vuelto etérea, con galardonados fantasma y estatuillas olvidadas en un rincón de Las Palomas
El empresario de Las Palomas augura que el 80% de los toreros anunciados en la Feria Real de Algeciras 2025 triunfarán en Sevilla y Madrid

Algeciras/La Feria Taurina de Algeciras tiene triunfadores. O al menos los tenía. Cada mes de junio, entre el bullicio de los abanicos, los puros, los clarines y los silencios tensos de Las Palomas, el jurado se reunía tras el último paseíllo para fallar los premios oficiales: al mejor torero, a la faena más artística, al toro más bravo… Era el ritual final del ciclo. Un acto de justicia poética para cerrar el cartel con dignidad. Pero en Algeciras, desde hace catorce años, esa justicia se queda a medio camino: se proclaman los vencedores, sí, pero nadie les entrega nunca los premios. Como si el acto de premiar bastara por sí solo, sin necesidad de materializarlo.
Todo comenzó en 2011, cuando José Ignacio Landaluce asumió la alcaldía con Juana Cid como concejala de festejos. Desde entonces, los galardones se han vuelto invisibles. No hay galas, ni cenas, ni recepciones. Nadie se lleva a casa una estatuilla ni cuelga una placa en la pared. Se premia en abstracto. Se reconoce, pero no se entrega. Y así, año tras año, la lista de los toreros agraviados va engordando en silencio, como una colección de fantasmas en los sótanos de la memoria municipal.
Una lista creciente de galardonados sin galardón
Salvador Vega fue el primero. En 2011, firmó una tarde ante una corrida de Luis Algarra que lo convirtió en el triunfador indiscutible de la feria. Se anunció su nombre con pompa, pero nadie lo llamó para entregarle el trofeo. Le siguieron Alejandro Talavante (2012), José María Manzanares en dos ocasiones (2013 y 2014), y luego David Galván, torero de la tierra, que encadenó tres años seguidos como máximo triunfador (2015, 2016 y 2017) sin recibir nunca nada más que una mención en prensa. En 2018 fue Miguel Ángel Perera; en 2019, David de Miranda. Tras el paréntesis forzoso de la pandemia en 2020 y 2021, el último en sumarse a la lista fue Antonio Ferrera, triunfador del ciclo de 2022. En aquella ocasión, el jurado estuvo compuesto por Juan Gallardo Lucena, Juan Gallardo Blanco, Diego Rodríguez Mateos, Manuel Álvarez Briales y Emilio Acebedo Toledo.

Todos los diestros reconocidos comparten un honor extraño: fueron los mejores, pero no tienen nada que lo demuestre. Ni un diploma, ni una réplica en bronce, ni una foto con el alcalde. Son los campeones invisibles de una feria que premia sin premiar.
Y no es solo el galardón al triunfador. El trofeo a la faena más artística, reservado para ese momento de inspiración casi mística que a veces ilumina una tarde de toros, también ha seguido la misma suerte. En 2012 fue para Morante de la Puebla, que no volvió a saber nada del asunto, y del que hoy todos hablan tras abrir por primera vez la Puerta Grande de Madrid. En 2014 lo recibió Galván, y en 2015, Talavante. En 2016, López Simón. En 2017, otra vez Morante, quien por cierto no estará en Las Palomas este año. En 2018, el legendario José Tomás. Pero ninguno de ellos pisó jamás el Ayuntamiento de Algeciras para recoger su premio. Algunos años, como 2011, 2013, 2019 o 2022, el galardón quedó directamente desierto, quizá anticipando esa costumbre local de convertir los trofeos en humo.
El toro más bravo… cuando lo hay
En teoría, la bravura del toro es el pilar de toda corrida. Pero en Algeciras, ese pilar ha sido frágil. Solo cinco veces desde 2011 se ha concedido el premio al toro más bravo: en 2012 (Espléndido, de Fuente Ymbro), 2014 (Largapuya, del mismo hierro), 2015 (Fugado, de Salvador Domecq), 2018 (Libélula, de Jandilla, indultado) y 2022 (Macetero, de Victorino Martín). El resto de los años, el premio quedó desierto, reflejo de una tendencia preocupante: la mansedumbre del ganado. Sin toro, no hay emoción. Y sin emoción, ¿qué se premia?

Galardones acumulando polvo
Además del premio al triunfador, a la mejor faena o al toro más bravo, cada año se falla una colección de distinciones menores pero igualmente simbólicas: al mejor picador, al mejor peón de brega, al mejor par de banderillas, al mejor novillero. También esos trofeos —numerosos, variados, meticulosamente elegidos— nunca han sido entregados. Es como si el acto de fallarlos fuera un simulacro taurino que culmina en la nada.
Fuentes consultadas por Europa Sur aseguran que varias de esas estatuillas no entregadas —algunas, incluso, con nombres grabados— se encuentran desde hace años almacenadas en alguna dependencia de la plaza de toros de Las Palomas, cogiendo polvo. Trofeos huérfanos, sin dueño ni ceremonia.
Una costumbre que se diluye
En los años 2023 y 2024, la cosa ha ido aún más lejos: ni siquiera se han fallado los premios. La feria, técnicamente, no ha tenido triunfadores. Como si la ciudad hubiese dejado de creer en los méritos, o como si el olvido se hubiera institucionalizado por completo. El jurado, según parece, ya ni se reúne. Nadie se plantea qué toro fue el mejor, ni quién mereció un trofeo por su entrega. Y lo más inquietante: a nadie parece importarle.
En otras ciudades, la entrega de los premios taurinos es una fiesta invernal. Una gala o cena con ganaderos, toreros, empresarios y aficionados. Un encuentro que sirve para cerrar la temporada y alimentar la memoria. En Algeciras, en cambio, la tradición se ha vuelto un eco. Se anuncian nombres que desaparecen. Se redactan notas de prensa que nadie lee. Se imprimen placas que nadie recoge. Una ceremonia fantasma, donde los premiados nunca llegan y los premios nunca salen.
Lo que empezó como un descuido se ha convertido, con los años, en una forma de costumbre. Una liturgia sin acto final. El Ayuntamiento convoca un jurado, se falla el galardón, se emite el comunicado, pero no hay más.
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