La excelsa belleza del negro

Conseguir hallar la más profunda y bella de las miradas cuando aún todo lo que rodea se presenta inmerso en sombras, sólo está al alcance de los que buscan encontrar los ojos de María durante el mes de noviembre. La tradicional hoja del calendario que rememora a los difuntos guarda un profundo significado espiritual para los cristianos pero para los cofrades aún alcanza un mayor grado de rotundidad, solemnidad y devoción en el seno de sus diferentes hermandades, además de una alta connotación de plasticidad visible.

Es habitual desde hace años, como una de las tradiciones más instaladas en la vida cofradiera de las hermandades locales y planificadas para el otoño, ataviar con ropajes, encajes y vestiduras de luto a las dolorosas de la ciudad mostrando así, de manera más popular y expuesta, su recuerdo y vigilia por todos los hermanos de las corporación desaparecidos. Una práctica que cada año por estas fechas deja al devoto unas bellas e irrepetibles imágenes de las diferentes advocaciones marianas de la ciudad vestidas de negro de forma extraordinaria.

Esta tradición tiene su origen nada menos que a mediados del siglo XVI. Fue concretamente en el año 1565, por orden de la Reina Isabel de Valois (francesa de nacimiento y tercera esposa del Rey Felipe II de España) quién ordenó a su camarera mayor y condesa viuda de Ureña, María de la Cueva, vestir a la Virgen de la Soledad (obra de Gaspar Becerra) con uno de sus propios trajes de luto. Asimilando así a la dolorosa con el estilo enlutado que mostraba la corte por aquella época cuando lo demandaba la ocasión.

Este hecho contó con gran relevancia en la época, como se detalla con todo lujo de detalles en el libro "Las Cofradías de Sevilla. Historia, antropología, arte", y motivó la extensión de esta simbología a prácticamente todos los territorios del entonces Imperio Español. Por lo que es más que probable que a raíz de ese momento las Vírgenes de las Angustias, Dolores y Soledad acostumbrasen a vestir negro sobre negro. Son muchísimas las dolorosas que desde entonces hasta ahora han utilizado ropajes de luto e incluso era más común encontrar a dolorosas presentadas de luto antes del inicio del siglo XX que en la actualidad.

Pero desde un punto de vista de mayor trascendencia en el ámbito de las cofradías tal y como se conocen hoy, se produjo con la muerte del torero sevillano José Gómez Ortega 'Joselito' (el 16 de mayo de 1920 en la Plaza de Toros de Talavera de la Reina por el quinto astado de la tarde, de nombre 'Bailaor'), algo que conmocionó de manera notable a la capital hispalense.

Con motivo de los actos fúnebres del que fuera Primer Consiliario, Fiscal de Paso y uno de los grandes benefactores de la corporación sevillana [fue Joselito quién trajese desde París las irremplazables cinco 'mariquillas' que luce la Macarena en su pecho], el reconocido Juan Manuel Rodríguez Ojeda (gran innovador y precursor de la estética actual de la Semana Santa) vistió por primera vez de luto a la Esperanza, convirtiéndose en todo un hito en la cultura cofrade de la ciudad, según se detalla en el propio libro histórico de la corporación de San Gil.

Posteriormente, la Macarena también se vestiría de luto por la muerte del propio prioste Rodríguez Ojeda y del Hermano Mayor Juan Luis de Pablo Romero. Pero fue ya en la década de los sesenta cuando la hermandad hispalense comenzó a mantener la tradición del atuendo enlutado al inicio de cada mes de noviembre.

No quiere decir que ese fuese el único origen o la cuna de esta práctica anual por el mes de los difuntos (existen precedentes también en otros destinos), aunque sí uno de los grandes desencadenantes y exponentes, por su trascendencia y repercusión, de esta asentada tradición. A raíz de una gran apertura y expansión de los movimientos cofrades en toda Andalucía y una mayor explosión del concepto y estilos en la vestimenta de las Vírgenes Titulares de las diferentes hermandades (principalmente en los años setenta), éstas han ido asumiendo esta práctica como tantas otras de antigua tradición (ropajes inspirados en la Inmaculada, de Hebrea, etc.) aunque, lógicamente, adaptándose al gusto estético de cada época y momento.

Una bonita tradición que se cumple en Algeciras desde hace ya bastantes años y con la que sus dolorosas recuerdan y velan a todos los difuntos y especialmente a los desaparecidos en su corporación.