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La conquista de Algeciras (1342-1344): Cavas, bastidas, trabucos, balistas y cañones

Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)

Durante los veinte meses que duró el cerco de Algeciras por las tropas castellanas se construyeron numerosas bastidas

Hacia la conquista de Algeciras: aspectos financieros de la campaña (1331-1343)

Trabucos lanzando bolaños sobre una ciudad sitiada (siglo XIV). / ES

En los últimos años del siglo XIII, pero sobre todo con el inicio de la centuria catorce, la técnica militar dio un salto cualitativo trascendental, tanto por el perfeccionamiento de métodos y sistemas bélicos anteriores, como por la aparición de armas ofensivas nuevas, con una mayor capacidad de destrucción, y de elementos de defensa estática renovados capaces de hacer frente a esas novedosas armas ofensivas, algunas de las cuales -la artillería- iban a revolucionar el mal llamado arte de la guerra durante el resto de la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna.

Los capítulos dedicados por la Crónica de Alfonso XI al cerco de Algeciras son una fuente excelente para el conocimiento de la técnica militar utilizada por los castellanos y los musulmanes a mediados del siglo XIV en el asedio de ciudades. Se pueden conocer y reconstruir los sistemas de bloqueo, la artillería neuro y pirobalística y la participación de los primeros “ingenieros” militares en las labores de asedio.

El bloqueo de Algeciras por tierra

Desde principios del siglo XIV se asiste a una serie de avances de la técnica militar -especialmente en los sistemas de asedio- de los que tenemos un buen repertorio en la Crónica en los capítulos que tratan del cerco de Algeciras. Estos avances, no obstante, eran insuficientes a la hora de conquistar una plaza rodeada por un poderoso conjunto de murallas, antemuros, fosos, corachas, torres marítimas y puertas fortificadas y desenfiladas.

Cavas, cadahalsos y bastidas

Para bloquear por tierra las dos villas separadas por el río de la Miel que constituían la ciudad de Algeciras, y una vez asentada la hueste en las posiciones que convenía dominar, se procedió a realizar una “cava” o foso circunvalando el recinto norte desde el río de la Miel hasta la ribera del mar. El objetivo era proteger de ataques procedentes de la ciudad a los soldados que se hallaban asentados en torno a la Villa Vieja y bloquearla impidiendo la entrada de socorros y la comunicación de los sitiados con otros enclaves musulmanes cercanos.

Plano esquemático de las dos villas de Algeciras con las líneas de bloqueo terrestre y marítimo. A.- “Cava” realizada por los sitiadores; B.- Cementerio; C.- Línea de bloqueo marítimo; D.- Navíos fondeados en labores de vigilancia y bloqueo; E.- Muralla y foso de la ciudad. / ES

En Castilla no se acostumbraba a utilizar “cavas” ni barreras para cercar las ciudades. Tomaron esta técnica de los aragoneses. Cuando el rey Fernando IV asedió Algeciras en 1309, refiere la Crónica de este rey: “más, el rey don Fernando no tenía en la cerca de Algeciras barrera ninguna, pues no la había menester, ni fue nunca costumbre de los castellanos hacer barreras cuando cercaron algunas villas”. Pero tres décadas después las cosas habían cambiado. Para rendir Algeciras Alfonso XI ordenó excavar “cavas” y hacer barreras en torno a la ciudad. En la “cava” o foso que se hizo alrededor de la Villa Vieja en los primeros meses de 1342 se construyeron tres entradas defendidas por cadahalsos (torres fijas de madera). Y se colocaron otros cadahalsos en el resto de la “cava” para vigilar, desde ellos, las puertas de la ciudad.

En el mes de noviembre de 1342 quedó totalmente cercado, en esta ocasión el recinto sur, con otra “cava” o foso, aunque, todavía, a bastante distancia de las murallas, pues no había aún huestes suficientes en el cerco. Hacer una “cava” cerca de las murallas de la ciudad no era empresa fácil. Los zapadores que trabajaban en ella eran hostigados por los sitiados desde la barrera o atacados desde alguna de las puertas.

Una vez reunidas suficientes fuerzas (a finales de febrero de 1343), ordenó el rey excavar una nueva “cava”, ésta más cerca de las murallas. “Mandó hacer de noche una cava encima de la loma que comienza en el río de la Miel y va hasta el cementerio de la villa vieja”. En el mes de marzo finalizó la construcción de esta segunda “cava” quedando totalmente cercada la ciudad por tierra.

En abril quiso el rey adelantar aún más sus líneas construyendo cadahalsos a escasa distancia de las murallas para hostilizar a los sitiados desde sus terrazas, pero como los sitiados lo impedían arrojando saetas y piedras, tuvo que ordenar la construcción de una “cava” subterránea para resguardar a los artesanos que trabajaban en el montaje de los cadahalsos.

Primitiva pieza pirobalística (“trueno”) en una miniatura de mediados del siglo XIV. / Biblioteca Nacional de Francia, París.

Para proteger a los peones y servidores de los “engeños” se procedió a colocar toneles llenos de tierra en la escarpa de la “cava” que daba al campo de los castellanos y que les sirvieran de antepecho. Pero con la humedad los toneles se deshacían, teniendo que ser finalmente sustituidos por una barrera o muro de tapial.

En algunos lugares de las “cavas” excavadas por los castellanos se levantaron otros ingenios, conocidos como bastidas, que eran torres de madera, pero con ruedas, que podían ser empleadas como máquinas de aproximación, acercándolas a la muralla para asaltarla. Se alzó -leemos en la Crónica- “un castillo de madera muy alto o bastida con terraza para que pudiera contener encima muchos hombres”.

Se construyeron numerosas bastidas durante los veinte meses que duró el cerco. En enero de 1343, Íñigo López de Orozco, encargado de la artillería, vio que la parte del muro que daba al cementerio (Avenida Capitán Ontañón) era la más endeble de la Villa Vieja y ordenó que se instalaran allí “engeños”. Para defenderlos se construyó una gran bastida que causaba mucho daño a los musulmanes, aunque éstos lograron incendiarla. Sobre la terraza de cada bastida se colocaban, a veces, pequeños trabucos con los que se arrojaban piedras y materiales incendiarios sobre las casas de los sitiados. Cuando se decidía el asalto de una ciudad -lo que no ocurrió en el caso de Algeciras- se empujaban las bastidas hasta el pie del foso o de la muralla y desde ellas se colocaban tablones sobre las almenas por donde pasaban las fuerzas asaltantes.

Trabucos

Consistían en una viga larga atravesada por un eje sobre el que giraba libremente. Este eje se apoyaba sobre un pesado armazón de madera. En uno de los extremos de la viga se colocaba un contrapeso y, en el otro, una gran red u honda en la que se ponía el proyectil esférico de piedra o bolaño (véase la ilustración que se adjunta). Su empleo por los castellanos perseguía varios objetivos: demolición de muros, destrucción de “engeños” enemigos y lanzamiento de materiales incendiarios.

Bolaños recuperados durante la excavación realizada en las murallas de la Avenida Blas Infante de Algeciras. / ES

La primera noticia referida al empleo de trabucos la tenemos en los Annales Marbacenses a principios del siglo XIII. Al reino de Castilla debieron llegar a través de los genoveses -que eran expertos constructores de trabucos- a principios del siglo XIV. Los proyectiles de piedra y forma esférica que lanzaban los trabucos se conocen con el nombre de bolaños. En los meses que duró el cerco de Algeciras se arrojaron cientos de bolaños sobre la ciudad. Algunos de ellos se exponen en las Murallas Medievales, en la Avenida Blas Infante. En el mes de abril de 1343 observó el rey que la parte más débil de la Villa Vieja era el lienzo de muralla que iba desde el cementerio hasta la torre del Espolón, a orillas del mar, y ordenó que situaran todos los trabucos en ese flanco para que batieran las torres y el muro. Algunos bolaños a medio terminar, así como restos de talla, se hallaron en la zona de San García, lo que permite avanzar que en ese lugar se encontraba uno de los talleres en los que se labraban.

No obstante, y a pesar de haberse rodeado la ciudad con tan enorme sistema de máquinas y medios de asedio, nunca pensó Alfonso XI -por lo menos no lo deja traslucir la Crónica ni los documentos conservados- que sería posible un ataque directo contra Algeciras. Su perfeccionado y extenso sistema de defensa estática y el peligro que representaba el poderoso ejército granadino-meriní establecido cerca del río Guadiaro, lo desaconsejaban. Algeciras se rendiría por hambre, aunque antes hubiera que vencer al ejército musulmán, última esperanza de salvación para los sitiados, en los vados del río Palmones en diciembre del año 1343.

Reproducción de una balista medieval. / ES

Balistas y cabritas

Entre las máquinas neurobalísticas con funciones defensivas utilizadas por los sitiados en el cerco de Algeciras, la Crónica menciona las balistas y las cabritas. Con las balistas, que eran artilugios parecidos a grandes ballestas, lanzaban los sitiados saetas muy grandes y gruesas. “Que hubo saetas que eran tan grandes que un hombre no podía alzarla de tierra”. Sobre el uso de las cabritas, que eran ingenios parecidos a los trabucos, aunque de tiro tenso, dice la Crónica que “les tiraban (a los cristianos) muchas piedras con los engeños y con las cabritas”.

“Truenos” o cañones

En la Crónica de Alfonso XI se hace mención explícita en varias ocasiones a la pólvora y a su empleo por los sitiados por medio de cañones (“truenos”). La Crónica denomina a aquellos primitivos y, para los cristianos, desconocidos cañones, con el nombre de “truenos” -por el ruido que producía su disparo- y hace hincapié en el mucho daño que ocasionaban en la hueste las “pellas de fierro” (o de piedra) que lanzaban. Refiere el cronista alfonsino que “los Moros de la ciudad lanzaban muchos truenos contra la hueste, en que lanzaban pellas de hierro muy grandes; y las lanzaban tan lejos de la ciudad que pasaban allende de la hueste”. El 24 de febrero de 1344, es decir, un mes antes de la capitulación de Algeciras, dice la Crónica que “intentaron entrar en la ciudad cinco zabras cargadas de harina, y de miel, y de manteca, y de pólvora, con que lanzaban las piedras del trueno”.

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