Campo chico

El codo de la calle Sacramento

  • Esta vía siempre se consideró una especie de brazo comunicador con la otra calle principal, hoy llamada Prim

Calle Sacramento, en la plaza del mercado, hacía 1950.

Calle Sacramento, en la plaza del mercado, hacía 1950. / E. S.

Es como un codo, ahora ya disminuido por la reconducción de la calzada y por las nuevas estructuras de esos horribles edificios, vacíos de contenido, que han podido construir entre las dos cuestas, la de la calle Real y la de la calle Sacramento. La fealdad se ha plantado ahí como en otros lugares de Algeciras. Unas veces ha sido una sustitución directa del viejo paisaje urbano de fachadas blancas o de azulejos, cierros, balcones y patios, como ocurre en este caso, y otras cubriendo de mal gusto las reformas, como en el callejón Santísimo, frente al lateral norte de la iglesia, en la esquina de la Plaza Alta, donde el blanco y el negro se han compinchado para entonar un mural que rechaza la vista.

El acceso a la calle Sacramento entre Los Gallegos y La Ideal, pegada al taller de los Salvo, era una invitación a la fantasía. Sobre todo si uno tenía la suerte de que en el balcón de enfrente, sobre una platería, la de los Vela, estuviera Estrella, una bellísima muchacha de la que nada supimos en adelante. Al adentrarse en la bajada de la cuesta, se tenía la impresión de hacerlo en el misterio de una ciudad con duende. A la derecha, el Túnel y el caserón al que pertenecía, te trasladaban a una escena de marineros mercantes en la que la posada daba cobijo en tierra a sus cuitas.

Frente al codo de Sacramento se abre una pequeña calle, Teniente Serra, que conserva su nombre desde 1910, cuando se le puso en honor de uno de tantos soldados españoles que cayeron en una de las guerras del norte de África. José Serra Andino había nacido en Puerto Rico y recibió a título póstumo, la Cruz Laureada de San Fernando, la más preciada entre las condecoraciones militares españolas; se creó el 31 de agosto de 1811 en las Cortes de Cádiz y recibió su nombre de Fernando III de Castilla, llamado El Santo, conquistador de Sevilla (1247-48) y figura esencial de la Reconquista; ayer fue su día, precisamente.

Aún siendo notable la denominación, el de nuestra callejuela quedaba eclipsado por la popularidad de la calle Sacramento, de la que siempre se consideró una especie de brazo comunicador con otra principal, la hoy llamada Prim; de nuevo, pues así se llamó desde 1903 hasta 1939, año en que pasó a ser General Mola. Justo en esa esquina donde hoy está el Centro de Participación Activa, popularmente señalado como hogar del pensionista, estuvo la Cruz Roja y una escuela pública cuyo director era un maestro de buen recuerdo y gran relevancia, don Antonio Hernández.

La calle Teniente Serra era popularmente conocida como la de la Cruz Roja

Los pequeños estaban al cuidado de doña Natalia, cuyo hijo, Humberto, formó parte de las primeras brillantes promociones del Instituto. En la puerta del colegio había un precioso níspero –al que nosotros llamamos merlo y pronunciamos messlo– que era, por sus frutos, accesibles, muy popular entre la chiquillada. Así que “la calle de la Cruz Roja” era una expresión habitual para referirse a la calle Teniente Serra.

En cuanto a la calle Prim; que formaba parte del serpenteante paseo, que desde el principio de la calle Ancha, junto al parque, pasando por la Plaza Alta, terminaba al final de esa cuesta; era indistintamente referida, bien como “la calle de la Sevillana”, bien como la “calle de Nogue”; de modo que ni Prim ni Mola, con todo lo que fueron, cada uno en su tarea, en su tiempo y en sus circunstancias, consiguieron que sus nombres sentaran plaza en el lugar. La Sevillana era la compañía eléctrica imperante, que absorbió las “fábricas de luz”, y Nogue era una librería y papelería muy conocida, de los hermanos Nogueira, gallegos como muchos de nuestros mejores emprendedores.

Calle Prim, con el pósito al fondo y a la derecha, hacía 1850. Calle Prim, con el pósito al fondo y a la derecha, hacía 1850.

Calle Prim, con el pósito al fondo y a la derecha, hacía 1850. / E. S.

La Cruz Roja era una Casa de Socorro, a la que se acudía para cualquier cosa y allí ejercía Benito, un practicante acogedor y circunspecto, que siempre estaba dispuesto a ayudar a quien se le pusiera por delante. Los practicantes y las parteras o matronas –hoy serían, tal vez, ATS o enfermeros– constituían en Algeciras un colectivo entrañable; Pepe Rubio, Marcos, Evaristo Ramos, Elisa Pérez, Antonio Luque, Juan Rovira, Dolores García, Domingo, Trini y tantos inolvidables personajes de aquella Algeciras de ensueño, eran como los ángeles de la guarda del personal de a pie.

Cuando Juan y Dolores tuvieron su tercer hijo, Miguelito Rovira, en su casa de la plaza, cerca de la legendaria tienda de Isabel Benítez y del, no menos legendario, Bar Bohórquez, Juan se fue con los amigos a celebrarlo a ese histórico bar donde acababa la calle Sacramento. Estaba entre otros, Ramón, un policía que ya se había comprometido a apadrinar a Miguel. Alguien sugirió, después de unas cuantas copas y hacia las cinco de la tarde, bautizar al recién nacido. Se fueron a La Caridad con el niño y le dijeron al cura que lo bautizará. Como era de esperar, éste puso inconvenientes, por estimar que debía estar presente la madre. Ramón sacó su pistola y con ese tonillo suavemente imperativo al que se acude en esos casos, le dijo: “padre, bautice al niño”. Por no llegar a más, el cura resolvió realizar el bautizo, y al niño se le pusieron los nombres de todos los presentes: Ramón (por su padrino), Miguel (por su tío), Otilio (por el dueño del bar), de la Santísima Trinidad (por la partera) y Ángel (por el encargado de la alpargatería de a la vuelta, en la calle Tarifa). Parece ser que en el registro civil sólo aceptaron los dos primeros.

El edificio de la Cruz Roja fue antes un pósito (1763); es decir “una institución de previsión aparecida en España en tiempos medievales para facilitar el abasto de pan, solucionar el crédito agrícola y evitar que la usura se cebase en la incertidumbre de las cosechas y los infortunios de los labradores”, escriben Vicente y Ojeda (Almoraima, 29, 2003, págs. 391-410).

Calle Panadería (Castelar), hacía 1900. Calle Panadería (Castelar), hacía 1900.

Calle Panadería (Castelar), hacía 1900. / E. S.

En un entrante a medio camino entre los extremos de la calle, se situó la primera sede de las tres que tuvo Bastri, una boutique que se adelantó a sus iguales unos cuantos años y se significó como principal en la moda del vestir. La creó, hacia 1960, el matrimonio formado por Pepe Bas y Tri(nidad) Sarmiento. Él un barcelonés, ya madurito, que vivió el cerco de Barcelona en la guerra civil cuando tenía 15 años y viajaba comercializando hilaturas de Cataluña, y ella, guapísima, nieta de la Tía Anica, a cuyo lado había aprendido a tratar al público. Aquella boutique fue progresando desde su primera instalación a la segunda, en General Castaños, entre la calle Larga y Prim, y finalmente hasta la última en la calle Panadería (o Castelar), cuando ese tramo entre Prim y Sacramento, era uno de los lugares más transitados y comerciales de la ciudad.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios