Alberto Pérez de Vargas, en mis recuerdos
In Memoriam
El autor realiza una semblanza del catedrático de Matemáticas, fallecido el pasado 27 de diciembre, a pocos días del homenaje que le rendirá su ciudad natal
"Ser de Algeciras es la leche"
Algeciras rendirá este sábado, 1 de marzo, un homenaje póstumo al catedrático de Matemáticas, escritor y colaborador de Europa Sur, Alberto Pérez de Vargas, fallecido el pasado 27 de diciembre en Madrid. Primero se llevará a cabo un acto en el salón de plenos a las 11:30 y a las 13:00 tendrá lugar una misa en la iglesia de Nuestra Señora de la Palma.
Uno de sus amigos, el economista Antonio González Clavijo, ha realizado una semblanza sobre Pérez de Vargas, una figura imprescindible para conocer la idiosincrasia de la Algeciras de la segunda mitad del siglo XX a través de sus artículos publicados en Europa Sur y en sus libros.
In Memoriam, Alberto Pérez de Vargas
Nos ha dejado Alberto Pérez de Vargas, nacido en Algeciras en 1942, de familia procedente de Casares (Málaga), instalada como muchas otras, por motivos laborales y que contribuyeron al crecimiento del tejido económico de nuestra ciudad con su quehacer diario.
Fué un alumno brillante de Bachillerato en el Instituto Nacional de Enseñanzas Media, formando parte de una de las promociones más brillantes de ese Centro, junto a nombres como Manuel Natera, Luis Alberto del Castillo, Juan José del Águila, mi tío Alberto González Troyano, etc. Yo, de pequeño, disfrutaba oyendo sus interesantes conversaciones en casa de mi abuela, que me transportaban a un mundo muy distinto al de la sociedad de aquellos tiempos.
Se formó, licenció y doctoró en Ciencias Exactas por la Universidad Complutense, y lo fue todo en el mundo de la enseñanza. Catedrático de Institutos de Enseñanzas Medias, de Escuelas de Magisterio, de Escuela Técnica y, por último, de la Universidad Complutense. Desarrolló una importante producción científica, ocho libros, decenas de publicaciones, etc.
También tuvo una dilatada experiencia como gestor universitario, ayudó a crear la Universidad de Alcalá de Henares, fue director del Colegio Universitario Cardenal Cisneros, y puso en marcha dos Universidades, la Europea de Madrid y la Francisco de Vitoria.
Pero además de todo ello, yo destacaría su rica personalidad y su amor por Algeciras. Gozaba de un fino sentido del humor y no era ajeno a cualquier aspecto del conocimiento humano. Alberto, siendo un científico, disfrutaba del contacto con la gente. Él nunca se aisló en su torre de marfil.
Tenía un don especial para las relaciones humanas. Recuerdo los entrañables momentos que compartí con él, paseando o sentado en distintos rincones de Algeciras. Numerosas personas le saludaban y conversaban sobre temas de lo más dispar, a las que correspondía con amabilidad y afecto.
Poseía un vasto conocimiento del tema de Gibraltar y sus artículos y conferencias sobre el tema fueron abundantes. Asimismo era un gran aficionado a la fiesta nacional y colaboraba en la Agenda Taurina, que su amigo Vidal Herreros edita todos los años.
Vivía con intensidad lo popular en todas sus manifestaciones y participaba en todas las celebraciones posibles, ya fueran rondallas navideñas, carnavales, Semanas Santas, ferias, veladas flamencas, etc. Algeciras se lo reconoció, siendo designado Hijo Predilecto de la ciudad con fecha 4 de noviembre de 1996. Este galardón se concede a personas de demostrada dedicación y mérito que hayan aportado “servicios de beneficios, mejora y honor de Algeciras”. Alberto comparte esta distinción con personalidades de la talla del doctor Ventura Morón, Paco de Lucía o el filósofo Alfonso Sánchez, entre otros.
En Madrid fue un extraordinario embajador de la comarca. Frecuentó cuantas instituciones representativas de la zona se crearon, Casa del Campo de Gibraltar, etc. Llevó a la capital a la pastorada de la Peña Miguelín, la hizo desfilar por la Gran Vía y la introdujo en la Ser. Igualmente, era habitual del Mesón de Algeciras, en Madrid, de su amigo Juan Guerrero, donde se vivió intensamente el ambiente algecireño.
Era de carácter independiente, mantenía su coherencia frente a las opiniones ajenas, y se mostraba crítico con cualquier desmán de las autoridades y un firme defensor de la preservación del medio ambiente, contrario al desarrollismo salvaje que amenaza la Bahía de Algeciras y su entorno natural, siendo, contrario, igualmente, a la demolición de la arquitectura tradicional.
Escribió durante muchos años dos colaboraciones en el diario Europa Sur. Los jueves de contenido más analítico, social o político y los domingos, Campo Chico, en las que comentaba sus vivencias personales en Algeciras. Estos artículos han dado lugar a un libro, Algeciras en la memoria y en el corazón, un retablo de personas, de muy variada extracción y carácter, de lugares, de establecimientos comerciales y de acontecimientos en la Algeciras del siglo pasado. Un testimonio de su complicidad con el espíritu colectivo que vivió y compartió con sus gentes.
La obra presenta tres bloques de contenido. El primero se refiere a las celebraciones, los festejos, y los protagonistas que las llevan a cabo y que definen la idiosincrasia de una ciudad. Hay que destacar, a mi parecer, dos anécdotas; la primera, siendo profesor en Ginebra, no dudaba en realizar un viaje desde la ciudad suiza a su pueblo, lo que él llamaba “el viaje largo”, cuando era invitado a participar en algunos de ellos.
Señalaré, además, que con motivo de la erizada de San Isidro le invitaron a dar el pregón correspondiente al año 1990, eligió para el evento el atuendo de catedrático y se apoyó en un texto en latín de Plinio el Viejo que se refiere a dichos animales. Levantó tantos aplausos con su exposición, en parte en latín, que, me comentó, nunca había visto aplaudir tanto un discurso que pocos entendieron. Su compromiso con la ciudad, también, se refleja en la participación en el pregón de la Inesperada del Carnaval de 1993.
Un segundo bloque lo constituye el relato de uno de los casos de espionaje realizado en el Campo de Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial. Como es sabido en esta zona confluyeron los servicios de espionaje de diversas naciones dado su importancia estratégica debido a la existencia del Estrecho de Gibraltar y el Peñón.
Sobre este tema hay dos destacados asuntos, uno el del barco Olterra, atracado en el puerto de Algeciras, desde donde partían los torpedos humanos que atacaban los barcos aliados fondeados en Gibraltar y, dos, el intento de engaño por parte del espionaje británico mediante un doble del general Montgomery. Alberto se refiere a este segundo caso que analizó en profundidad y afecta a un familiar suyo.
Con objeto de engañar a los aliados, el espionaje británico hizo llegar un doble del Gral. Montgomery a Gibraltar. Invitaron a Ignacio Molina, alto jefe de la Guardia Civil, al Peñón y le hicieron coincidir con aquel. El militar español remitió la información sobre la existencia del general inglés en la Roca a sus mandos. Estas noticias llegaron a los alemanes que creyeron que el desembarco aliado se haría por el Sur de Europa.
Un tercer bloque lo constituye su narración de la producción artística en Algeciras. Sin menoscabo, de otras ramas de la cultura, donde también sobresalió la ciudad, como los músicos, los actores, los cantaores, los compositores, los escritores, etc., Alberto fija su atención en los pintores. En este campo es especialmente fructífera la ciudad. Desde José Román, Ramón Puyol, Rafael Argelés, pasando por TRIA 75, formada por Antonio López Canales, Helmut Siesser y José Luis Garcia Jaén, hasta Felipe Gayubo y Manolo Benítez, forman una pléyade de artistas de lo más destacado del panorama nacional.
El libro se puede catalogar como un tratado de antropología social en la línea del trabajo del profesor Isidoro Moreno sobre la Semana Santa andaluza.
Alberto fue una persona noble, cercana, e inteligente. Nunca oí hablar de algún comportamiento antiético sobre él y su ingenio brillaba en las reuniones que realizamos un grupo de amigos en Madrid, aportando enriquecedoras opiniones sobre los más diversos temas.
Formó una familia feliz con su esposa Cristina y sus tres hijos.
Nos deja una persona que nos hizo aprender y a disfrutar a cuantos tuvimos la suerte de gozar de su compañía. Personalmente, recordaré su trato y conversaciones.
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