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Trienio liberal en Algeciras: Impago de sueldos y falta de limpieza

Historias de Algeciras

Mientras el personal sanitario y de instrucción pública esperaba el cobro de las cantidades que las autoridades liberales les adeudaban, la vida seguía en otros contextos y asuntos mundanos

El río de la Miel, en Algeciras.
Manuel Tapia Ledesma

26 de junio 2022 - 05:00

Y dejando atrás, como así se recogió en el anterior capítulo, las vicisitudes de Díez del Real y sus aventuras y desventuras con los liberales, así como el paso de estos por nuestra ciudad, de regreso a la actualidad local algecireña, comentar la crítica impresa que por aquellos días se hacía al progresista ayuntamiento local y que ofrece una triste estampa ciudadana: “Desde que vimos fijados en las esquinas de esta ciudad el Bando ó tratado de policía, que nos pareció una columna de órden Salomónico, creímos que se llevaría á puro y debido efecto cuanto contenía, pero advertimos que las calles están como estaban, que los cerdos se pasean por ellas como se paseaban y que además hay una porción de jóvenes de ambos sexos que reclaman la compasión pública, sin que los funcionarios públicos traten de que se dediquen á alguna ocupación que les proporcione su subsistencia [...] sentimos tener que chocar con el ayuntamiento constitucional;¿pero como es posible desatendernos de la limpieza de las calles en medio del día, de los garitos, de los perritos y gatitos que hay en ella, del indecente del alumbrado, de la multitud de mendigos, de los muchísimos vagos vendedores de cigarros y de otras cosas por este órden?”.

Dentro del contexto municipal el síndico de aquel consistorio liberal D(n) Pedro González, se dirigió mediante escrito a la Comisión Provincial de Milicias en los términos que siguen: “Pidiendo que el batallón de milicias no sea de voluntarios sin que antes sufran sus individuos el escrutinio mandado por la ley”. Tal petición estaba fundamentada en: “La inobediencia que manifiesta la compañía voluntaria de milicias en unirse al batallón de la misma”. Contrarrestando la compañía señalada con la siguiente alegación: “Exposición de la compañía de Voluntarios de la milicia nacional de Algeciras, quejándose al Gobierno de la orden que se le ha dado para unirse al batallón de la local de esta ciudad”.

Y así entre perritos y gatitos abandonados e inobedientes individuos cuyo prurito liberal no quiere perderse entre batallones y compañías, el representante máximo de los constitucionalistas en el Partido, pone todo su interés en otros asuntos: “Oficio remitido por el Gefe Subalterno del Partido de Algeciras haciendo presente la necesidad de aprobar el Reglamento de gastos de la Junta Municipal de Sanidad de Algeciras y pagar a los empleados de ella los meses que se le adeudan”. Sobre el impago de sueldos el citado Jefe Subalterno ha de afrontar la denuncia de otro gremio: “Instancia de D(n) Francisco Portillo maestro de primeras letras [...] hace varias preguntas sobre las prerrogativas de su destino [...] y pidiendo que se le satisfaga sus honorarios desde el pasado 19 de Junio en el que se le nombró maestro titular”.

Mientras el personal sanitario y de instrucción pública esperan el cobro de las cantidades que las autoridades liberales les adeudan, la vida en nuestra ciudad prosigue en otros contextos y asuntos mundanos: “Se abre la causa que tiene en este juzgado D(ñ) Ana Barranco, contra el también vecino de Algeciras D(n) Francisco González por el cobro de cierta cantidad [...] si bien en su nombre iba a actuar su hijo, al no poder hacerlo lo hará el procurador D(n) Juan de Dios Puche”. La señora demandante era de estado civil viuda, siendo madre de José Clavijo, quién por su ausencia, y dada aún la obligatoria representatividad masculina vigente, esta, no podía acudir ante los tribunales de justicia para exigir sus derechos. La mítica Constitución del doce que conforma el doctrinario progresista defendido durante el Trienio Liberal y reconocida popularmente con el femenino nombre de La Pepa, no alcanzó otorgar a la mujer la condición de ciudadana. El sueño constitucional español que dio comienzo en 1786 -tres años antes que estallara la francesa revolución- con el proyecto de Manuel Aguirre titulado: Leyes constitucionales, cuya observancia es una obligación inviolable para todos los individuos de la sociedad, ni se lo planteó. Habría de esperar la sociedad española hasta 1931, para que la mujer alcanzase tal condición.

En aquella época de profundo análisis social, hasta la figura del responsable liberal en el Partido de la redolada del Campo de Gibraltar, es objeto de la crítica impresa: “Algeciras. Economía. En la situación actual de la nación no puede menos que asombrar el que exista en Algeciras un gefe político subalterno, cuya única atribución consiste en circular órdenes, añadiendo un, y lo traslado á usted; y en decretar pase al gefe superior. Este regalo cuesta a la nación unos 4.500 duros anuales, con los cuales sin duda podría irse haciendo el importante camino de aquí a Cádiz que es de más utilidad. La malignidad creyó este empleo creado por don Agustín Argüelles, para colocar a un conocido amigote suyo y darle 30 ó 40 reales anuales sin sacarlos de su bolsillo. Pero esto es una grosera maledicencia, y su señoría tuvo sin duda algún profundo motivo, cuya sublime concepción no alcanza nuestra limitación. Ello es que habiendo aquí un general comandante del campo muy bien dotado se evita esta bicepción y por todos estilo resultaba más conveniente el que fuese al mismo tiempo gefe político subalterno; y esas nuevas sanguijuelas del exhausto erario público pudieran continuar comiendo de sus vicios, ó que sus bienhechores las llevasen á su propia despensa”.

Perros y gatos ensucian la Algeciras liberal.

La citada crítica contra la figura del jefe subalterno del Partido algecireño señala al liberal moderado Argüelles como su creador. Agustín Argüelles Álvarez, en aquel momento ejercía como ministro de la Gobernación y al parecer, como se demostraría doscientos años después con la implantación de las subsedes de la JJAA y gobierno central, supo ver la singularidad de la comarca creando una figura que, por otro lado, no tuvo parangón en la provincia. En aquellos momentos de periodo constitucional, ya se hizo patente el enfrentamiento entre los doceañistas moderados como Argüelles y los veinteañistas exaltados que encuentran en el periódico madrileño El Eco de Padilla de venta en Algeciras en la imprenta de Contilló, su opinión crítica como muestra el texto reseñado.

De regreso a la actualidad del algecireño Distrito, comentar que al controvertido y criticado despacho del liberal jefe subalterno, llega la información -contradiciendo “y lo traslado á usted” del crítico medio matritense- desde fuentes progresistas provinciales: “Oficio del Jefe Superior Político [...] de que se han asegurado los bienes pertenecientes al convento de monjas de Santa Clara que existió en Gibraltar, conforme al acuerdo de 17 de Mayo [...] y de que se haya dicho Jefe Superior Político en el caso de elevar el expediente al Gobierno; y enterado al mismo tiempo del oficio dirigido a su Señoría por el comisionado principal del Crédito público reclamando la entrega de los expresados bienes se acuerda no encuentra reparo en que se verifique desde luego, pues su ánimo no fue otro que el de descubrir y asegurar, como lo ha logrado, unos bienes que estaban oscurecidos, para darles enseguida su verdadero y legítimo destino que era el objeto de dar cuenta al Gobierno, lo cual puede hacerse ahora con esta última ocurrencia librándose las órdenes correspondientes á los Ayuntamientos para la entrega al Crédito público”.

Al mismo tiempo que se pretender dar una liberal respuesta a los definidos como oscurecidos bienes, otro tema más prosaico si se quiere, pero de gran importancia para la local economía, fue la aprobación por las liberales autoridades de la provincia del: “Remate del fruto de la bellota de las majadas y propios de la ciudad de Algeciras, celebrado de último juicio de diez y siete de octubre; por mil quinientos reales la majada del Algarrobo en Gaspar Ramos; en dos mil cuatrocientos la de la ventilla de Andrés Morales; y en cuatro mil ochocientos la de la Argamasilla en Bartolomé de Rojas, según aparece en el expediente original de la subasta que con oficio de quince de noviembre remitió el Gefe Político subalterno”.

Y así, mientras el consistorio algecireño sigue su habitual proceder en cuanto a los activos de su término se refiere para beneficio y desarrollo de la ciudad, el movimiento liberal sufre un grave deterioro al producirse la gran división entre exaltados y moderados a nivel nacional. Hay quién opina que entre estos últimos, defensores de puntuales acuerdos con los absolutistas ilustrados, existen no pocos diputados que han realizado un “cambio de chaqueta”, expresión recogida en el Diccionario de Autoridades (1726-1739), primer diccionario de la lengua castellana que define la expresión, como: Dejar el partido de uno y seguir al contrario. Tradicional acción muy arraigada, por lo que se ve en la clase política hispana y puesta en práctica en cualquier época o lugar.

Extracto del Eco de Padilla.

Diferencias políticas aparte entre liberales, el contrabando no deja de ser un asunto que ocupa y preocupa al parecer tanto a exaltados como a moderados. Este fenómeno tan localizado en nuestra zona, hizo posible que antes las instancias gaditanas se presente, y de la mano de un gran progresista, lo que sigue recogido en acta: “El S(or) D(n) Juan de Zulueta presentó en nombre del S(or) D(n) José Manuel Vadillo, Diputado en Cortes por esta provincia doce ejemplares de la obra que ha publicado sobre los medios de fomentar la industria española y contener ó reprimir el contrabando la cual había distribuido dicho S(or) Vadillo á los demás Señores diputados de Cortes para procurar excitarlos á las medidas que son necesarias para promover la felicidad de esta provincia [...] se recibió con el mayor aprecio esta prueba del celo infatigable del S(or) Vadillo por el bien de su provincia; y conociendo no ser justo que dicho S(or) sufriese el gravamen del costo de la impresión, se acordó que el mismo S(or) Zulueta solicitase del S(or) Vadillo la cuenta de la impresión y se pagase por cuenta de los Ayuntamientos de la provincia, en cuyo beneficio había sido hecha, dando además las gracias al S(or) Diputado por su constante trabajo en el mejor desempeño de sus funciones”.

Y así, entre perros y gatos abandonados, falta de limpieza ciudadana, impago de sueldos, maledicencia sobre cargo público y agradecimiento a un diputado por cumplir con su trabajo, entre otros asuntos, prosigue el resquebrajamiento del sistema liberal surgido en 1812 y recuperado ochos años más tarde. El principio del fin había comenzado.

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