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El corso en los puertos de Algeciras y Tarifa en los siglos XVIII y XIX (II)

Historia del puerto de Algeciras (XIV)

Historia. Entre los años 1739 y 1748 fueron asaltados en aguas del Estrecho y conducidos al puerto de Algeciras 44 buques, la mayor parte de ellos de bandera inglesa o de Holanda

Lacha cañonera diseñada por don Antonio Barceló para el sitio de Gibraltar que, más tarde, se usó para la actividad corsaria.
Antonio Torremocha

25 de abril 2016 - 01:00

En el artículo anterior se hizo referencia a cómo se detectan en el puerto de Algeciras, a mediados del siglo XVIII, armadores, empresarios y comerciantes catalanes y valencianos asentados en la ciudad para realizar comercio marítimo. No cabe duda de que, al menos, un importante sector de estos armadores foráneos venía al reclamo del negocio fácil que ofrecían el contrabando con Gibraltar y de las abundantes mercancías aportadas por el corso.

Entre las numerosas noticias sobre comerciantes de Levante que estaban asentados en Algeciras y compraban o vendían embarcaciones o hacían escrituras para realizar negocios marítimos, que se localizan en el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras, podemos citar algunos casos, como el de tres vecinos de Algeciras, José Pol, Pedro Pablo Prats y Onofre Canales, los dos primeros naturales de Cataluña, que en 1743 habían construido un jabeque, encontrándose en posesión de la Real Patente de Corso, habían pagado la fianza estipulada y reclutado la tripulación, como paso previo antes de inscribir ante notario la empresa para andar a corso y hacer la buena guerra contra las armas enemigas de esta Corona y no faltar en nada a las reglas del buen corso.

Para realizar la actividad corsaria con el respaldo legal del Estado, los corsarios debían poseer un documento denominado "patente de corso" que era otorgado por la autoridades y que les autorizaba a atacar a barcos mercantes de las naciones enemigas y de sus aliados, capturarlos y apoderarse de las mercancías que portaran. La patente de corso permitía a su propietario utilizar como base puertos y fondeaderos de la propia nación desde los que llevar a cabo sus incursiones, reclutar en ellos la tripulación necesaria, abastecerse y armarse, trasladar a ellos sus presas y sacar a subasta pública los géneros aprehendidos.

De ordinario, los jabeques corsarios no actuaban en solitario sino formando flotillas, como lo hacían los navíos de nombre Ave María y Santo Cristo de la Eulalia y los Cuatro Santos de Cartagena, el primero de ellos mandado por Juan Cabanillas con una tripulación compuesta por marinos de Cartagena y de Mallorca. El Santo Cristo, del que era armador un comerciante vecino de Cádiz, llamado Juan de Apaolaza, estaba mandado por un tal Guillermo Mayol, que actuaba como comandante de los dos jabeques.

Entre los años 1739 y 1748 fueron asaltados en aguas del Estrecho y conducidos al puerto de Algeciras cuarenta y cuatro buques, la mayor parte de ellos de bandera inglesa o de Holanda, aunque también se capturaron algunos navíos que iban a comerciar a Gibraltar o con destino a puertos italianos de nacionalidad francesa, portuguesa, sueca y danesa. Los barcos corsarios con base en el puerto de Algeciras documentados, en el mismo período de tiempo, en el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras, alcanzaban el número de treinta, con una tripulación media de 23 a 40 marineros.

En la última década del siglo XVIII fueron famosos los faluchos corsarios de Tarifa San Antonio y Animas, del que era armador el vecino Santiago Derqui; el San José y Animas, cuyo armador era Francisco Valdés y el "San Joaquín y Santa Ana", cuyo armador era José María de los Santos. Se hizo famoso el falucho corsario Nuestro Señor Jesús y Ánimas, pero más conocido por El Pájaro, que el 21 de agosto de 1801 zarpó de Tarifa para patrullar las aguas cercanas a Gibraltar. El citado falucho pertenecía al armador Vicente Sabona y lo mandaba el tarifeño Juan Lucena. Estando a dos leguas de la Isla de Tarifa, en pleno Estrecho, atacó a un bergantín con bandera de Estados Unidos, y por tanto neutral, de nombre "Friends of Aventure", pero que despertó los recelos del capitán corsario que creyó que se trataba de un buque inglés camuflado. El navío americano fue apresado y conducido a Tarifa y, desde allí, a Algeciras, aunque en el trayecto logró escapar de su captores y continuar su viaje hacia el Mediterráneo.

Según M. Quero Oliván, muchas patentes de corso eran expedidas por el gobierno francés, saliendo numerosos faluchos corsarios tarifeños bajo bandera de esa nación. Un ejemplo de ello es un comunicado donde consta el apresamiento, en el mes de octubre de 1796, frente a la Isla del Perejil por el corsario francés La Virgen de la Luz del paquebote sueco denominado Parronis con carga de cueros, azúcar, cacao, melaza y pimienta con destino a Nápoles.

En Febrero de 1789 se entabló pleito a causa del reparto de las presas hechas por el capitán del falucho corsario de Tarifa San Josef y Nª Sª de la Asumpción, del que era patrón el armador Ambrosio Muñoz.

El 3 de mayo de 1799 el Comandante General del Apostadero de Algeciras recibió una Real Orden por la que el rey concedía a los buques de este puerto el disfrute de las gracias contenidas en las Reales Ordenanzas de 3 y 27 de febrero del mismo año, a favor de los corsarios. Además reconocía como legales las tres presas que barcos de Algeciras habían hecho de navíos enemigos (ingleses o sus aliados), a pesar de haber sido efectuadas antes de recibir dichos barcos la patente de corso.

En un documento de 1804 se refiere cómo el falucho corsario de Algeciras San Antonio y las Animas, del que era armador Juan Suárez y tripulantes, entre otros, Luis Reyes, Bartolomé Guerrero y Miguel Guerrero, tomaron en la última pasada guerra contra S. M. Británica.... y en el primer mes de corso, dos presas que eran, a saber, la fragata Neptuno y un queche dinamarqués cargado de trigo.

Las actividades de los corsarios con base en Algeciras y Tarifa estuvieron reglamentadas por las ordenanzas elaboradas por la Real Armada en los años 1747 y 1751 y, definitivamente, por la Ordenanza de Corso de 20 de junio de 1801.

De lo expuesto hasta el momento, se extrae que aquel incipiente puerto, carente de cualquier tipo de infraestructuras (muelles, espigones, dársenas, etc…) que, en 1721, descubriera el ingeniero Jorge Prospero de Verboom, se había transformado, en el último tercio del siglo XVIII, en un activo puerto de refugio, base de la Armada Española y Francesa en tiempos de guerra y de una flota de jabeques, faluchos, lanchas y barcas corsarias, que dieron un auge inusitado a la ciudad, generando un activo comercio centrado en el corso, el abastecimiento a Gibraltar (además del contrabando) y a Ceuta, y en la llegada de funcionarios civiles y miembros de la milicia a una ciudad que, tan solo desde el año 1755, disponía de unas autoridades que no se hallaban supeditadas a la ciudad de San Roque.

Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007)

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