Morante de la Puebla bendice Pamplona desde Estafeta: de blanco, con mocasines rojos y sin perder ojo al encierro
El genio de La Puebla lidiará esta tarde los toros tarifeños de Álvaro Núñez junto a Roca Rey y Tomás Rufo. Mientras, el ganadero da una cornada dialéctica a RTVE por su desprecio a la tauromaquia
Los toros tarifeños de Álvaro Núñez protagonizan un trepidante encierro de San Fermín 2025: Caídas y un herido por asta
Morante de la Puebla, que cuando no torea medita, y cuando medita parece que torea, apareció ayer en un balcón de la calle Estafeta como si bajara del Vaticano: vestido de blanco inmaculado y con sus ya célebres mocasines rojos. Bendiciendo a la afición con la elegancia del Papa y el misterio de un mito. Allí estaba, contemplando el segundo encierro de San Fermín. Hoy seguramente lo habrá vuelto a hacer, pero desde la intimidad del hotel, y con la ganadería de Álvaro Núñez, esos toros que él mismo lidiará por la tarde en la Monumental de Pamplona.
La escena tenía algo de cuadro barroco con pinceladas surrealistas: toros lanzados cuesta arriba por Santo Domingo y un torero impasible, como un espectador que ya supiera el final del libro. Quizá porque lo sabe. En unas horas, Morante, Roca Rey y Tomás Rufo pondrán a prueba esa energía desbocada en el ruedo. La otra lidia. La que ya no sale por televisión.
Porque mientras los toros hacían de velocistas entre mozos caídos, derrotes al viento y resbalones programados, el ganadero Álvaro Núñez aparecía en el plató de RTVE en Pamplona para hacer su propio quite. Sin espada, pero con verbo afilado, afeó a la cadena pública lo que tantos piensan y tan pocos dicen: “Es maravillosa la atención a los encierros, pero requerimos lo mismo para el toreo. Morante y Roca Rey pasan desapercibidos en esta televisión. La temporada de Morante es antológica, y Roca Rey arrastra multitudes. ¿Y no se habla de ellos?”.
La queja no fue al aire: fue directa, en La 1, y en hora taurina. Núñez, que debuta en Pamplona con sus toros engordados en Tarifa, dio una lección con acento andaluz y tesis doctoral. “El toro existe por la lidia. El encierro es como el calentamiento de un futbolista”, dijo. Y añadió una verdad como un pitón: “Por la mañana corren 500, por la tarde hay uno que se queda quieto”.
Y en ese quedarse quieto está el milagro. Lo saben los corredores que se miden con la incertidumbre cada amanecer, y lo sabe Morante, que si triunfa, ya lo ha dicho a un periódico local, se queda hasta el Pobre de mí. Porque el arte, como el toro, embiste cuando quiere. Y Pamplona quiere que se quede.
El encierro dehoy, el tercero de las fiestas, ha sido veloz (2 minutos y 21 segundos) y exigente. Los toros de Álvaro Núñez, bravos y musculados como atletas olímpicos de cuatro patas, han dado emoción al recorrido. Uno encabezó la carrera a la altura del Ayuntamiento, otro cayó en Estafeta con mozos debajo, y un tercero resbaló en Telefónica. Hubo tres traslados: una herida por asta en la pierna, una contusión en el hombro y otra en el rostro. La épica diaria.
Mientras todo eso ocurría, Morante lo miraba desde a saber dónde —quizá desde la cama o través de un visillo—, inmóvil y ceremonioso, como si el mundo fuera una capilla y él estuviera a punto de decir misa. Misa torera, se entiende. A falta de incienso, había sol. A falta de báculo, un puro. Y a falta de trompetas celestiales, el rumor de las zapatillas contra el adoquín.
Vestido de blanco, con los zapatos rojos. Como el Papa. Pero sin Vaticano. Morante bendice desde Estafeta, aunque la faena aún no haya comenzado. Porque si hoy hace el milagro, se queda. Hasta el final. Hasta el Pobre de mí. Y que nos asista San Fermín.
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